Conversación con Nicolás Díaz
“La democracia siempre será imperfecta”

Nicolás Díaz, cofundador y director ejecutivo de Extituto, habla sobre transparencia e inteligencia cívica, sobre la colaboración en la innovación democrática en América Latina y sobre el riesgo que implica que hoy el contenido y los medios sean una disputa de poder.

De Camilo Jiménez

A comienzos de 2019, Nicolás Díaz y un equipo de personas preocupadas por la necesidad de innovar la política y la democracia en Colombia lanzaron Extituto. La organización investiga y hace proyectos para generar cambios en la relación entre los ciudadanos, los políticos y las instituciones con base en principios de confianza y transparencia, y mediante las posibilidades y los usos de las tecnologías digitales. Las labores por fortalecer la base cívica de la democracia ha llevado a Extituto a trabajar muy de cerca con políticos y gobiernos y a aliarse con organizaciones en América Latina, Estados Unidos y España.

¿Cómo aborda Extituto la crisis de la democracia en América Latina?

Como la paz y el amor, la democracia es un anhelo y una noción siempre imperfecta. Es una de esas cosas a las que nunca llegamos completamente, pues es una construcción constante. Por eso la idea de crisis siempre está presente. Para nosotros, la crisis de la democracia no es un estado de inacción, sino un desafío. Eso ha hecho que el eje central de nuestro trabajo sea fortalecer la democracia.

¿Cuáles son las claves de un trabajo por la democracia desde la innovación y renovación política que ustedes buscan?

Seguimos tres objetivos. El primero es generar confianza y empatía en las instituciones y en los contrapesos. En segundo lugar, queremos aportar a empoderar al ciudadano de forma que pueda cumplir su rol de veeduría. En la política abundan las negociaciones a puerta cerrada, los pactos informales, las conversaciones ocultas. Muchas veces nadie sabe qué hay detrás. La sociedad civil necesita acceso. Yo aquí pienso en la idea de los alemanes de la transparencia simbolizada en la cúpula transparente del Bundestag (la sede del parlamento alemán). Por último, nos preocupa la gran concentración de poder, que en América Latina es muy marcada. Vivimos en la región más desigual del mundo y eso repercute en las dinámicas de toma de decisiones.

¿Podría dar un ejemplo de cómo confrontan esas problemáticas?

Tenemos dos áreas. Una se dedica a la inteligencia colectiva —a investigar— y la otra hace proyectos. En los proyectos siempre trabajamos con políticos. Uno reciente se llamó Tres de Tres y nos permitió fortalecer principios de transparencia haciendo públicas las declaraciones de renta, el patrimonio y los conflictos de intereses de los candidatos a la alcaldía de Bogotá. Otro proyecto fue Ocupar la Política. Ahí buscamos una visión colectiva de ciudad. Establecimos un vínculo entre la ciudadanía y veinte candidatos al concejo de Bogotá. Estos se comprometieron con los pilares de la política abierta —la transparencia, la participación y la colaboración— y al final diez fueron elegidos al concejo.

Ustedes forman parte de un conjunto de organizaciones de la sociedad civil en América Latina que trabajan en la renovación de la política desde distintos ángulos. ¿Lo hacen también de manera colaborativa?

Claro. Hay activistas y organizaciones innovando procesos en todas partes y trabajando por impulsar la inteligencia cívica. Y hoy hay un diálogo gracias a los liderazgos determinantes de organizaciones como las argentinas Asuntos del Sur y Democracia en Red o las brasileñas Instituto Update y Ocupa Política. Me podría quedar dando nombres. También hemos trabajando en la región caribeña, en Guatemala, Cuba y Venezuela, y en proyectos para fortalecer los procesos institucionales, la veeduría y la transparencia.
En esos esfuerzos por la confianza y la transparencia, ¿cómo evalúan la problemática del fake news?
Para nosotros la disputa del contenido y los medios es una disputa del poder, y ahí hay un ejercicio de democracia que necesitamos impulsar. El término fake news no nos gusta. Preferimos hablar de astroturfing, que viene de las estrategias de relaciones públicas, pues en realidad estamos ante un problema de falsos consensos en la opinión pública. Los medios ponen un tema en la opinión y hacen creer a la gente que es una prioridad, cuando no lo es. Hoy hay que saber distinguir entre desinformation, malinformation y misinformation, pues solo así se entiende la complejidad del problema: vivimos en un mundo donde no solo hay noticias falsas, sino también noticias que nos quieren ocultar o que no publican y así generan vacíos. Nuestro interés va por ahí.

¿Qué han hecho concretamente?

Hace poco hicimos una medición para Linterna Verde y Dulce Veneno. Nos dimos cuenta de que, en cierto momento, en Colombia el tema que más le interesaba a la gente era el daño que produce el consumo de azúcar. Pero los medios no registraban nada sobre eso en esos días. ¿Por qué? Nos preocupa que no haya libertad de expresión, ni de pensamiento, ni información abierta. Y consideramos que hay que trabajar para señalar, con datos, la visión de capital económico que hay detrás de la producción de noticias. Estamos preparando un proyecto sobre eso con organizaciones aliadas.

Ahí también la opacidad de la tecnología es un asunto crítico. ¿Cómo se aproximan a ella?

La tecnología es una extensión de nuestro cuerpo y nuestras habilidades en todo sentido. Así puede entrar también en nuestra privacidad sin que lo sepamos. Hay cámaras en todas partes, nuestros datos son recolectados aquí y allá. ¿Sabemos qué hacen con las imágenes y con la información? En poder de un buen software como Cambridge Analytica, esa recolección puede cambiar unas elecciones en el futuro. Entonces, es relevante preguntar qué sabe el Estado sobre nosotros. Al carecer de conocimientos sobre el alcance de la tecnología, los ciudadanos pierden poder frente al Estado y al gran capital, que sí tienen esos conocimientos. Ahí hay una desigualdad y un factor de desconfianza democrática que nos preocupa. Necesitamos tecnologías con propósitos democráticos, y esto exige resolver, por ejemplo, el problema de las licencias. Nosotros estamos trabajando para que las entidades usen códigos abiertos. Solo así un ciudadano sabe si lo pueden manipular, vigilar, utilizar o abusar.
 

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