Cultura memoria  ¿Qué significa en realidad recordar? Un diálogo con Aleida Assmann

Aleida Assmann
Aleida Assmann Foto (Ausschnitt)Foto (Ausschnitt): Jussi Puikkonen/KNAWKNAW Koninklijke Nederlandse Akademie van Wetenschappen; CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

En alemán se distingue entre recuerdo y memoria. Mientras el primero, en términos histórico culturales, se refiere a la evocación e intercambio de experiencias personales que pueden sin problema compartirse con otros, la segunda hace relación a una red de vínculos propios y comunes de grupos más grandes de “nosotros”, por ejemplo, los diversos rituales con los que las naciones mantienen vivo su pasado. Aleida Assmann precisa estos conceptos.

Profesora Assmann, usted se ha transformado en una eminencia en el área de la investigación del recuerdo y la memoria. ¿Cómo llega a este tema una anglicista del mundo de la literatura?

Mi interés en el significado de la memoria cultural nace originalmente de cuestiones relacionadas con la cultura y sus medios. En los años 80 fuimos testigos de la digitalización y con ello de una profunda revolución mediática de la escritura. ¿Cómo cambia la memoria de una cultura cuando se dispone de un nuevo medio? En esa misma época, Alemania ponía fin a la fase del „silencio colectivo“. Vinieron una serie de diversas conmemoraciones y debates públicos, el pasado del nazismo y del holocausto volvió a estar presente en la conciencia colectiva.

Memoria social, colectiva y cultural, recuerdo y olvido, bloqueo y silencio, seleccionar y corregir, estos son solo algunos de los conceptos con los que usted hace malabares teóricos. Puede explicarnos brevemente cómo se participa en la práctica, a nivel individual y social, de todas esas formas de memoria?

Cover des Buches „Erinnerungsräume: Formen und Wandlungen des kulturellen Gedächtnisses“; © C. H. Beck La nueva investigación de la memoria comenzó con la perspectiva de que el recuerdo no es patrimonio exsclusivo del individuo, sino que también se recuerda a nivel de grupos, sociedades y naciones. Recordar y olvidar se reconocen como un importante aspecto tanto de la convivencia social como de la política. El recuerdo de la historia común, como lo testimonia la conmemoración de muchas fechas relevantes para la memoria de las diferentes naciones, juegan un rol importante también en la pertenencia política de las generaciones posteriores. Mientras la memoria individual está en relación con el breve intervalo de tiempo de una vida humana y termina con él, la memoria cultural de largo plazo involucra a varias generaciones y se ve apoyada por los medios, las instituciones y los ritos. La lógica del recuerdo es similar en el caso individual y colectivo: se rescatan los eventos que destacan a la persona y se ignora todo aquello que pueda cuestionar la positiva autoimagen.

Usted ha señalado que el paso al siglo XXI marcó un cambio de época en relación a la cultura del recuerdo. Si pensamos en la década pasada ¿dónde es posible visualizar esas transformaciones?

Un importante desplazamiento en la lógica del recuerdo tuvo que ver con el hecho de que no solo se destacaron los actos heroicos sino que también se le dio espacio al sufrimiento individual y se recordaron crímenes que se hubiera preferido tapar. El reconocimiento retroactivo de crímenes y traumas se transformó en un importante factor que modificó de manera fundamental y en todo el mundo el escenario del recuerdo.

Por su excesiva preocupación por superar el pasado nazi, los alemanes son considerados „campeones mundiales del recuerdo“. ¿Podría mejorarse el mundo a través del ser alemán, usando las palabras del poeta Emanuel Gaibles, si en relación a eso nos tomara como ejemplo?

La experiencia muestra que a los estados no les gusta que otros le digan de qué y cómo deben acordarse. En relación a esto se puede lograr mucho menos con reglamentos que por medio de ejemplos y modelos. El modelo alemán consiste en poner de cabeza la lógica auto elevadora del recuerdo y colocar la propia culpa en el centro de la memoria nacional. Pero el reconocimiento de la culpa nacional no significa necesariamente, como muchos temen, manchar la autoimagen colectiva, sino que abre la posibilidad de un cambio de identidad, en la medida que una nación se distancia explícitamente de los crímenes de la propia historia y adopta los valores de la sociedad civil.

En lo que se refiere al pasado de la RDA, aquí parece dominar más bien una suerte de “nostalgia del este”. ¿Cómo se explica esta extraña discrepancia?

Cover des Buches „Der lange Schatten der Vergangenheit: Erinnerungskultur und Geschichtspolitik“; © C. H. Beck Aquí estamos frente a una discrepancia entre memoria social y política. Mientras la RDA hoy es oficialmente condenada por su carácter de estado autoritario, en los recuerdos de las personas sigue viviendo como una importante fase de su biografía y su identidad. La desvalorización abrupta y totalizante de la mitad (o totalidad) de una vida conduce a una resistencia desde la memoria, que es lo que llamamos „nostalgia del este“.
 

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