Cultura de la memoria  “Todos pueden identificarse con un destino individual”

Alumnos y alumnas de escuela secundaria, en la plaza de revista del campo de concentración Neuengamme.
Alumnos y alumnas de escuela secundaria, en la plaza de revista del campo de concentración Neuengamme. Foto (detalle): © picture alliance/dpa/Markus Scholz

A menudo se les endilga a los jóvenes poco interés en la historia. Sin embargo, algunos estudios muestran que, por ejemplo, el nacionalsocialismo les interesa mucho aunque a la vez con frecuencia tienen lagunas de conocimiento. Ulrike Jensen es directora de Educación Juvenil en el Memorial del antiguo campo de concentración de Neuengamme, en Hamburgo. Aquí habla sobre qué ha cambiado en los últimos años y cómo se puede transmitir el saber de una forma adecuada a cada edad. 

Usted conduce regularmente visitas guiadas con alumnos de escuela por el Memorial de Neuengamme. ¿Cómo es esa experiencia?

A menudo los jóvenes de 15 o 16 años tienen ideas equivocadas. Muchos tienen conocimientos fragmentarios, pero no el panorama completo. A menudo ven a Hitler como la encarnación del mal por excelencia, y como el único culpable de todo. Ahí entonces nosotros hacemos una primera corrección: No fue tan así. Mucha gente votó por él. Hitler tenía colaboradores. Por ejemplo, los niños a menudo dicen que aprendieron que los miembros de las SS actuaron obligados (nota de la redacción, miembros de la Schutzstaffel, abreviado en SS, que, entre otras funciones, dirigían los campos de concentración). Eso es falso: sabemos que no hubo ningún guardia de los campos de concentración que cumpliera su misión obligado. Después hablamos también sobre los márgenes de acción: que a alguien lo obligaran a trabajar en un campo de concentración no lo justificaba para ejercer la violencia gratuita.

Son temas duros, ¿cómo hace para hablarles a los jóvenes? 

Primero escuchamos lo que tienen para preguntar. Y después trabajamos poniendo el foco en biografías. Todos pueden identificarse con un destino individual, ahí todos encuentran una conexión personal. Mi lema es: no apabullar, pero tampoco callar lo que pasó. En muchos memoriales, durante mucho tiempo se mostró, por ejemplo, la película sobre la liberación del campo de concentración Bergen-Belsen (nota de la redacción: la película documental se basa en tomas fílmicas del ejército británico, cuando ocupó el campo en 1945). Ya no se hace eso. A través de los destinos individuales se crea mucha más cercanía con el tema que a través del detalle de atrocidades, ahí la gente se desconecta. Les damos a las personas espacio para que desarrollen sus propias sensaciones respecto a lo que pasó aquí.

¿Cómo lo hacen?

Primero explicamos el trasfondo: ¿qué hicieron las SS y por qué? El modo en que se conducía un campo de concentración no era azaroso. Sabían perfectamente qué hacían y por qué. A veces hay que pasar a un metanivel. Muchas cosas se pueden poner muy bien al alcance de los niños recurriendo a fenómenos como la exclusión. Las SS trabajaron mucho en los campos de concentración con el principio de “divide y reinarás”, que, a decir verdad, siempre funciona.

¿Qué significa “divide y reinarás”?

Dividir un grupo en grupos menores y tratarlos de modo diferente. Y el resultado es la desunión. Esto lo entienden los niños muy rápido y lo traducen a situaciones que conocen de la escuela. Por ejemplo, el alumno favorito del docente, que siempre es tratado mejor, en algún momento resulta aislado, por más que sea simpático. Se produce envidia y ya no hay cohesión. Aquí en el campo era cosa de vida o muerte. Importaba cada pedazo de pan que se recibía o no. Así los jóvenes comprenden por qué no hubo casi ningún levantamiento.
Alumnos y alumnas observan en una visita guiada un vagón de tren histórico, que representa simbólicamente la antigua estación del campo de concentración Neuengamme. | Alumnos y alumnas observan en una visita guiada un vagón de tren histórico, que representa simbólicamente la antigua estación del campo de concentración Neuengamme. | | Foto (detalle): © picture alliance/dpa/Markus Scholz ¿Usted hace este trabajo desde hace cuarenta años? ¿Qué ha cambiado?

En conjunto, no mucho. Sin embargo, los jóvenes de los años noventa todavía habían llegado a conocer a testigos presenciales. Cuando un anciano delante de ellos cuenta lo que vivió aquí, hasta el más revoltoso se queda en silencio. Entienden que todo fue historia concreta de personas concretas. Hoy ya casi no hay testigos presenciales. Aunque mostramos fragmentos de entrevistas, falta el contacto directo. Aun así, los jóvenes siguen interesándose.

¿Qué les recomienda a las escuelas?

Me parece que el mejor abordaje es a través de las personas y los destinos individuales. Y las relaciones causales son importantes. Si, por ejemplo, hablamos sobre la Declaración de los Derechos del Hombre de 1948, obviamente también hay que transmitir que eso es una consecuencia lógica de la Segunda Guerra Mundial: una cosa procede de la otra. Los docentes no deberían presentar lo que ocurrió como algo cerrado –más allá de la época que estén enseñando en ese momento– sino plantear relaciones y establecer paralelos con otros acontecimientos y épocas.

¿Cómo se puede hacer accesible a los jóvenes el trabajo de la memoria?

Desde hace muchos años hacemos proyectos participativos: si, por ejemplo, planeamos un nuevo sitio de la memoria, les contamos a los jóvenes cosas sobre la historia del lugar y les preguntamos: “¿Cómo quieren recordar ustedes? ¿Cómo debe ser el lugar para que los interpele a ustedes?” Participación es la clave. Eso no quiere decir que todo se hará como lo dicen los jóvenes, pero es bueno escucharlos y tener en cuenta sus opiniones. Eso es lo mejor que se puede hacer. También en las escuelas.

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