Sistemas políticos  Democracia: ¿quién pertenece y quién no?

Ciudadanos de Austria se oponen al extremismo de derecha: manifestantes en Linz, 2024
Ciudadanos de Austria se oponen al extremismo de derecha: manifestantes en Linz, 2024 Foto (detalle): © picture alliance/Tobias Steinmaurer/picturedesk

La mayoría de los países del mundo hoy se constituyen, al menos sobre el papel, como democracias. Pero ¿cuán democráticas son las democracias de hoy? Y para empezar: ¿qué significa democracia?

La política internacional se conduce a veces como una gran familia: cuando surgen problemas y crisis, se convoca a representantes (de la familia) y se los invita a reunirse: encontrémonos, tenemos que hablar. Así, debido al cambio climático tienen lugar regularmente encuentros internacionales, y también durante la crisis financiera de 2008 se sucedieron una cumbre tras otra. En diciembre de 2021, durante la pandemia mundial de Coronavirus, el presidente Joe Biden incluso convocó a a una cumbre democrática virtual. De los 195 países que existen se invitó a participar a 110, a aquellos países que los Estados Unidos consideran democráticos.

Esa selección provocó algunos enojos: ¿por qué estaba Polonia, un país que recibía fuertes críticas de la Unión Europea por su reforma judicial, que amenazaba con hacer desaparecer la independencia de los jueces? ¿Y Brasil, con su presidente de entonces, el populista de derecha Bolsonaro? ¿Por qué Turquía, que es socio de la OTAN, no se encontraba entre los participantes? China había aceptado que no se la invitara, pero que sí participara Taiwán era demasiado.

El punto de conflicto demostró ser quién considera democrático a quien. Así fue en un comienzo y así sigue siendo hasta ahora. La democracia es un proceso, no un producto, y ese proceso está siempre en desarrollo.

Un gobierno del pueblo. Pero ¿quién es el pueblo?

La democracia es un proceso. A lo largo de los siglos siempre ha sido objeto de negociación quién pertenece al pueblo que tiene derecho a voto: Marcha en Washington por el Trabajo y la Libertad, Estados Unidos, 1963. Entre otras cosas, los manifestantes exigían el sufragio universal. La democracia es un proceso. A lo largo de los siglos siempre ha sido objeto de negociación quién pertenece al pueblo que tiene derecho a voto: Marcha en Washington por el Trabajo y la Libertad, Estados Unidos, 1963. Entre otras cosas, los manifestantes exigían el sufragio universal. | Foto (detalle): © Unseen Histories/Unsplash El primer paso –desde el punto de vista occidental actual– osó darlo el político y aristócrata griego Solón, hace alrededor de 2600 años, cuando despojó del poder a la nobleza ateniense y le otorgó derechos al Consejo de los 400, donde también participaban personas que no eran de la nobleza. Es verdad, todavía se estaba muy lejos de la definición actual de democracia como poder que proviene del pueblo (los más pobres, las mujeres y esclavos quedaban excluidos). En aquella misma época, entre las tribus germanas occidentales la asamblea popular de varones armados era una institución política muy importante.

Sin embargo, es Grecia la que hoy se considera cuna de esa democracia que hoy se ha expandido tanto como forma de autoridad política. En el siglo XIX, el presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln la definió así: “La democracia es el gobierno del pueblo a través del pueblo y para el pueblo”. Ahora bien, entre el pueblo no incluía a las mujeres, que obtuvieron derecho a voto recién en el siglo XX.

Lo esencial son los valores

La democracias se ha diversificado sin cesar en forma y contenido: el modo en que se manifiesta la voluntad del pueblo puede variar muchísimo según el país. La forma más usual es la democracia representativa: el pueblo elige quién recibirá de él el poder y deberá formar un gobierno. Puede tratarse de un sistema de gobierno parlamentario, como en Alemania, con sus partidos y el poderoso parlamento, o un sistema presidencialista, como en los Estados Unidos, donde un presidente electo ejerce el poder mayor. A la vez existen formas que combinan ambos sistemas.

Pero la sola forma no hace de un país un estado democrático. Si por ese medio el pueblo elige a un autócrata que luego recorta derechos esenciales, el resultado no es una democracia sino una dictadura electiva. Pues lo esencial de una democracia son los valores, los principios.

La elecciones libres y justas son el elemento fundamental. Además, es esencial la división de poderes pues la separación del poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo impide el abuso de poder. También es necesario un estado de derecho en funcionamiento, leyes a las que todo deben atenerse, incluso los políticos. Son imprescindibles los medios de prensa libres, el llamado “cuarto poder”. De suprema relevancia son los derechos humanos y su respeto.

Pero tampoco en los mencionados puntos hay una receta estándar y general. Si los medios, como en Bélgica y Suiza, reciben apoyo estatal, ¿puede decirse que son independientes? Si un país practica la tortura, quiere decir que vulnera los derechos humanos. Entonces, ¿son los Estados Unidos con sus cárceles en Guantánamo un país realmente democrático? ¿O el criterio debe ser que haya una constitución, como la Ley Fundamental de Alemania, y así un marco legal vinculante para el estado y los ciudadanos? Podemos comprobar que Gran Bretaña, aunque no tiene una constitución codificada como casi todos los otros países, según el Índice de Democracia se cuenta entre las democracias, y lo mismo ocurre con los Estados Unidos, Bélgica y Suiza.

El país más democrático del mundo

Las elecciones por sí no constituyen una democracia: desde la era Trump, los Estados Unidos figuran en el Índice de Democracia como “democracia deficiente”. Las elecciones por sí no constituyen una democracia: desde la era Trump, los Estados Unidos figuran en el Índice de Democracia como “democracia deficiente”. | Foto (detalle): © Samantha Sophia/Unsplash La revista británica The Economist elaboró ese índice, que sirve para orientarse en la clasificación de los sistemas políticos, por primera vez en 2006. No es el único en su tipo, pero goza de mucha difusión y se publica todos los años. Por medio de 60 preguntas se analiza la situación de 167 países respecto a diversos principios democráticos: ¿hay elecciones libres?, ¿hay libertad de prensa?, ¿hay una justicia independiente? Según la cantidad de puntos obtenidos se procede a clasificar los países en democracia plena, democracia deficiente, régimen híbrido, régimen autoritario.

En lo más alto de este índice –y de otros– está Noruega, que así es considerado el país más democrático del mundo. Ahora bien, Noruega tienen rey y es, en consecuencia, una monarquía parlamentaria. En el ranking de 2021 le siguen Nueva Zelanda e Islandia. Alemania ocupa el puesto catorce y en el último lugar está Afganistán.

Este índice también señala qué países han mejorado o empeorado respecto de los valores democráticos. El resultado es decepcionante: si bien casi la mitad de la población mundial vive en una democracia (45,3 por ciento), sólo el 8 por ciento vive en una democracia que se puede clasificar como plena. Casi el 40 por ciento de los habitantes del mundo vive en un régimen autoritario. La Economist Intelligence Unit, que elabora el índice, se lamenta de que la evolución se ha estancado.

No menos, sino más democracia

Efectivamente, también en Alemania los expertos observan con preocupación que la creencia y la confianza en la democracia como forma de gobierno están desapareciendo. A comienzos de los años setenta, la participación en las elecciones fue del 91 por ciento. En las últimas elecciones fue de aproximadamente el 77 por ciento. El número creciente de ataques violentos, especialmente de derecha, la nueva popularidad de los partidos derechistas, la escasa confianza en los medios de prensa tradicionales son indicadores de una erosión y los políticos deberían tomar nota. Según un estudio de la fundación socialdemócrata Friedrich Ebert, menos de la mitad de los alemanes está conforme con la democracia tal como funciona en el país. La falta de confianza aumenta particularmente en el caso de las personas económicamente desfavorecidas.

Sin embargo, se equivocará quien piense que los encuestados preferirían en reemplazo de la democracia un sistema autoritario. Más bien quieren lo contrario: más democracia, más participación directa en la política. Es la forma representativa la que es objeto de crítica; por el contrario, la idea de la democracia directa goza de mucha apreciación, sea a través de plebiscitos, consejos ciudadanos o presupuestos participativos.

La crisis de la democracia no sólo se da en Alemania. Muchas democracias europeas arraigadas están lidiando con el florecimiento de partidos de extrema derecha, por ejemplo, Francia e Italia. Desde la era Trump, los Estados Unidos han descendido notablemente en el Índice de Democracia, según el cual ahora son una “democracia deficiente”.

Pero ¿debe renunciarse por eso a la democracia? De ningún modo. En el cierre de la cumbre convocada por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, muchos países afirmaron mediante acuerdos su voluntad de comprometerse más con las instituciones democráticas. Marzo de 2023 fue la fecha del próximo encuentro.

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