Construcción sustentable  Europa carbonizada

Europa se construye sobre acero desde hace varias décadas.
Europa se construye sobre acero desde hace varias décadas. Foto (detalle): © Adobe

Europa se construye sobre acero y aunque eso sea comprensible desde el punto de vista histórico, hoy resulta un problema: pues en la construcción los países europeos dependen de materiales que emiten grandes cantidades de CO2. En su libro Building Carbon Europe, el escritor Dennis Pohl describe cómo el acero se convirtió en un importante material de construcción, por lo cual no pudieron imponerse sistemas constructivos flexibles, y explica cómo la arquitectura innovadora podría transformar la industria de la construcción.

Usted escribe que muchos de nuestros problemas actuales en el campo de la energía provienen de decisiones históricas de la Unión Europea (UE), y en parte incluso de decisiones de instituciones precursoras como la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). ¿Por qué lo plantea así?

En los años sesenta, la CECA vio en la arquitectura una herramienta para responder a la alta demanda de viviendas por parte de los trabajadores. Al mismo tiempo, las empresas carboníferas y los productores de acero estimularon programas arquitectónicos que sostenían la construcción de viviendas. Pues el material de construcción del momento era sobre todo el acero. Por varios motivos: en aquella época la energía no era una magnitud finita y con la extracción de carbón parecía no haber problema de recursos. Además, el acero era bienvenido en la construcción porque la alta producción de acero de la Segunda Guerra Mundial podía reconvertirse sin fisuras para objetivos pacíficos. La narrativa de la CECA también era la de ser un proyecto europeo pacífico.

¿Quién inició esa estrategia?

La Comisión Europea organizó jornadas e invitó en toda Europa a arquitectos, ingenieros, productores de acero y demás para que negociaran qué papel podía cumplir la arquitectura en la producción de acero. Arquitectos famosos bosquejaron proyectos visionarios, que después se concretizaron, por ejemplo, en urbanizaciones para trabajadores. Sirvieron como laboratorio de todo lo que se puede hacer con el acero. El objetivo era controlar la producción de carbón y acero de modo que ningún estado miembro de la antigua CECA estuviera en condiciones de acumular un monopolio armamentístico como lo había hecho Alemania durante el Tercer Reich. Esto valía para Alemania e Italia, los dos mayores productores de acero. Al mismo tiempo, se reguló la producción de acero en toda Europa de modo que el acero pudiera comercializarse y utilizarse en la construcción más allá de las fronteras nacionales. En parte, las normas surgidas en esa época perduran hasta hoy.


La preeminencia de la energía fósil: la fábrica de acero domina la ciudad. Aquí la acería Thyssen-Krupp de Duisburg. La preeminencia de la energía fósil: la fábrica de acero domina la ciudad. Aquí la acería Thyssen-Krupp de Duisburg. | Foto (detalle): © picture alliance/Jochen Tack A pesar del alto consumo de energía, usted llama “innovadoras” a esas ideas. ¿Por qué?

Porque mostraron que Europa podía crear una industria de la construcción que fuera flexible. Esto puede todavía verse en las viviendas de la época, como las de la “estación de prueba” de la CECA en Berlín, diseñada por el arquitecto Jochen Brandi en 1976. Ahí las paredes eran deslizables, de modo que los moradores podían adecuar los espacios a cada situación de su vida. Eso fue sumamente innovador. A la convocatoria se presentaron 3000 arquitectos. Ahora bien: con esa forma de construir surgió también la Carbon Europe, la Europa carbonizada.

¿Por qué no se siguieron impulsando esas ideas?

La crisis del petróleo paralizó el desarrollo. La producción de acero se volvió tan cara que cada uno de los principios que se pensaron entonces quedaron en la nada. Por otro lado, muchas facultades comenzaron a trabajar en los llamados sistemas prefabricados. La idea era que el acero fuera en la construcción tan eficaz y económico como lo era en la industria automotriz. Lamentablemente, con la crisis del petróleo y sus consecuencias, la idea del sistema prefabricado desapareció de la arquitectura. Si esa lógica se hubiera impuesto, probablemente la industria actual de la construcción sería mucho más flexible respecto a los cambios sociales y políticos.

Las emisiones de la industria de la construcción representan el 40 por ciento del total de las emisiones.

Y ahora el sistema de construcción no es flexible ni cuida el gasto energético.

Una de las desventajas de esa estrategia es la pérdida de la innovación en la construcción. Más devastadora resulta, sin embargo, otra consecuencia de toda esa historia: la dependencia de Europa de combustibles fósiles, que hasta hoy tienen la preeminencia y que por mucho tiempo serán un problema para las generaciones futuras. Debemos tenerlo claro: las emisiones de la industria de la construcción representan el 40 por ciento del total de las emisiones. La fabricación de cemento y acero consume una cantidad increíble de energía.

¿Cuál sería la alternativa?

El cambio energético está prendiendo, pero casi únicamente en un sector: por todas partes vemos autos eléctricos, bicicletas y nuevos conceptos de movilidad. Necesitamos de modo urgente un giro parecido en la construcción, alejarnos del acero y de los materiales con alta emisión de CO2. Debemos alejarnos de la Europa construida por la CECA y construir otra. Tenemos que descarbonizar a Europa. Y no se trata de soluciones técnicas, de cuántas bombas de calor son posibles y tampoco sólo de buscar menos dependencia. La arquitectura tiene un enorme potencial para aportar lo suyo en el cambio hacia más independencia y una nueva industria de la construcción.


Europa lucha con las consecuencias de decisiones históricas: alguna vez se pensó que el carbón y el hierro eran infinitos; hoy somos dependientes de materiales de construcción que emiten CO2 Europa lucha con las consecuencias de decisiones históricas: alguna vez se pensó que el carbón y el hierro eran infinitos; hoy somos dependientes de materiales de construcción que emiten CO2 | Foto (detalle): © picture alliance/dpa/Jonas Güttler ¿Y por qué se abandonó ese camino? Al fin y al cabo, para los arquitectos sería una oportunidad de perfilarse en un tema que es central en la sociedad.

El proyecto Nueva Bauhaus Europea de la UE lo está intentado, con proyectos magníficos en los que se apuesta a la creatividad, la sustentabilidad y el futuro, y a involucrar a más gente. Tenemos edificios que no sólo son eficientes desde el punto de vista energético, sino que también permiten la convivencia social, como Gleis 21 en Viena. O la estación de buses en Tallin, Estonia, construida sin producir basura. El proyecto de tejido de España, con el que se da sombra a las calles. Ahora bien, todos los que se comprometen con esas iniciativas se topan con barreras enormes. Estas van desde la burocracia hasta la escasez de estudios de arquitectura innovadores o el desinterés de las universidades. Como arquitectos debemos reflexionar más enérgicamente sobre cómo se afectará a las futuras generaciones y a sus derechos.

En la exhibición “Power” de Bruselas, apoyada por el Goethe-Institut, se sumó al artista Armin Linke en la “Power Talk”. ¿Qué los vincula a ustedes?

Armin Linke y yo ya hemos trabajado juntos. Visitamos juntos centros de decisión europeos, como el Emergency Response Coordination Center, donde, por ejemplo, se registró de modo muy temprano el estallido del Coronavirus. Es algo impresionante: en ese gigantesco comando se cartografiaron y se cartografian, por así decirlo, en tiempo real, las crisis humanitarias y ecológicas. A los dos nos interesan mucho las instituciones europeas. Las fotos de Armin Linke documentan, por ejemplo, cómo circulan las corrientes de energía o cómo pueden controlarse. En la muestra también se colaron fotos de archivo de mi investigación y así surge una imagen mayor y más abarcadora y de carácter asociativo. Ahí hay muchos puntos de contacto entre la investigación y el arte.
 

Exhibición “Power”

La exhibición “Power”, que tuvo desde el 13 de octubre de 2023 al 25 de febrero de 2024 en Bruselas, combinó preguntas sobre energía y política. Estimuló a los observadores a reflexionar sobre el modo en que la infraestructura contemporánea se vincula con la vida cotidiana, considerando también instituciones políticas, participación ciudadana, giro energético y justicia climática. El Goethe-Institut apoya, además de la exhibición, el programa marco y la serie de eventos “POWER Talks”.

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