La faz de la Tierra La faz de la Tierra | © Christian Pauschert / Adobe Stock

La faz de la Tierra

Los seres humanos someten a la Tierra a cambios desde hace miles de años. Ya los primeros agricultores talaban los árboles para hacer sitio a los campos y los pastos. Actualmente, los humanos usan alrededor del 50 % de la superficie total de la Tierra. La mayor parte, un 37 %, está dedicada a la agricultura.

La agricultura intensiva e industrial, en particular, tiene consecuencias negativas para el paisaje, la biodiversidad y el equilibrio hídrico. Pero también hay otros factores que están cambiando permanentemente la faz de la Tierra. En ciudades como Tokio, São Paulo, Nueva York, El Cairo o Shanghái millones de personas viven en espacios muy reducidos. Carreteras y líneas de ferrocarril cruzan el mundo. Y nuestro legado —desde los microplásticos hasta los residuos nucleares— seguirá existiendo mucho después de que otras generaciones hayan habitado la Tierra.

Mar de plástico

En la región de Almería, en el sur de España, se cultivan y exportan millones de toneladas de pepinos, tomates, pimientos, aguacates y fresas; un tercio de ellos a Alemania. Los cultivos se realizan casi siempre en invernaderos y se riegan artificialmente. En este «mar de plástico» de aproximadamente 350 kilómetros cuadrados, casi todo el paisaje está cubierto por lonas de plástico. Aquí no hay lugar para los animales ni las plantas silvestres. Además, el riego intensivo está provocando el descenso del nivel de las aguas subterráneas: la zona se está secando cada vez más. Los pesticidas y los fertilizantes también contribuyen a que casi no haya vida fuera de los invernaderos.


Un río bajo influencia humana

Mississippi © Meandering Mississippi. Map by Harold N. Fisk, U.S. Army Corps of Engineers, 1944 | Geological Investigation of the Alluvial Valley of the Lower Mississippi River

Antropoceno significa algo más que cambio climático. Los seres humanos cambian paisajes enteros a gran escala debido a su actividad. Un ejemplo es el Misisipi, uno de los ríos más caudalosos del mundo. En su recorrido de 3778 kilómetros, atraviesa todo el corazón de Estados Unidos, reflejando los cambios ambientales, sociales, industriales e históricos. Hoy, el Misisipi es un enorme pasillo agrícola e industrial. En las orillas hay restos radiactivos de la producción de uranio, refinerías de petróleo y enormes fábricas de acero, pero también ciudades como St. Louis, que ahora se caracterizan por la desindustrialización. Una gran variedad de culturas han dejado sus huellas y se han entremezclado, y las desigualdades históricas siguen siendo visibles hoy en día. En el proyecto interdisciplinario «Mississippi. Un río del Antropoceno», investigadores alemanes y estadounidenses estudian conjuntamente el río como ejemplo ideal de los cambios en la Tierra provocados por el ser humano.


© Haus der Kulturen der Welt/Max Planck Institute for the History of Science


Las diatomeas digieren el plástico

En todo el mundo, muchas botellas de plástico hechas de PET no se reciclan, sino que acaban en la basura. Una gran parte acaba en los océanos. Se calcula que en 2050 habrá más plástico en los océanos que peces. Los biólogos celulares de Marburgo trabajan en la descomposición de los microplásticos en el agua salada. Desde hace algunos años se sabe que algunas bacterias pueden disolver el material plástico PET con la ayuda de la enzima PETasa. Sin embargo, no en agua salada. Por ello, los investigadores de Marburgo utilizan una diatomea del mar para sus experimentos. En este organismo unicelular, han diseñado genéticamente una versión personalizada del gen bacteriano, que contiene las instrucciones para la enzima PETasa. Ahora la diatomea puede producir la enzima y descomponer el PET. Los científicos han demostrado en el laboratorio que los microplásticos de PET pueden eliminarse del agua de mar, pero aún queda mucho camino por recorrer antes de que exista una aplicación técnica eficiente.


Cambio estructural: un proyecto generacional

Fluss Emscher © Rupert Oberhäuser / Alamy Stock Foto

En los años 80, el Emscher era considerado el río más sucio de Alemania. Atraviesa la cuenca del Ruhr, una región fuertemente marcada por la minería y la industria de los siglos XIX y XX. Aquí no se pueden construir alcantarillas subterráneas desde hace mucho tiempo porque la minería del carbón provoca repetidamente «hundimientos». Así que el agua sucia se vierte al río. En ese momento, no era más que una cloaca apestosa en un lecho de hormigón.
La renaturalización del Emscher y los numerosos afluentes en la cuenca del Ruhr comenzó hace 30 años. Aproximadamente la mitad de los 326 kilómetros de río han vuelto a su estado natural. Hoy, los raros martines pescadores vuelven a vivir en la orilla. Esta reconversión ecológica es el mayor proyecto de este tipo en todo el mundo y cuesta más de cinco mil millones de euros. Muchas delegaciones de países con problemas similares vienen hoy a la cuenca del Ruhr para aprender de este exitoso proyecto.

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