El cómic alemán en 2019
Divertirse con la historia, profundizar en el presente
No deja de aumentar en Alemania el número de novedades tebeísticas, fenómeno en el que se hace notar la oleada de artistas jóvenes que saltan al mercado editorial directamente desde las escuelas de Bellas Artes. Trabajan temas actuales de política social, y también estudian personalidades históricas.
De Ralph Trommer
El Muro de Berlín ha vuelto a su sitio. Por lo menos en un tebeo. El dibujante berlinés Flix, alias Felix Görmann, lo ha vuelto a levantar en Spirou in Berlin (“Spirou en Berlín”), para que el héroe de su historia pueda viajar al Berlín Este de finales de la década de 1980. En las últimas páginas del álbum –así se denominan los cómics publicados con encuadernación de libro– se ven ya signos del futuro cambio político, en los que ha tenido su parte Spirou y que sirven también para introducir la Caída del Muro. La singularidad de este álbum: Flix es el primer dibujante alemán autorizado para dibujar y reinterpretar un personaje emblemático del cómic franco-belga como es el botones Spirou, aparecido en 1938.
Al poco tiempo, también a su colega berlinés Mawil (Markus Witzel) se le dispensó la oportunidad de dar una nueva interpretación a otro clásico tebeístico belga, creando una nueva historia para el popular héroe del Lejano Oeste Lucky Luke. Lucky Luke, que saca siempre el revólver más rápido que su propia sombra, nació en 1946 de la mano de Morris (Maurice de Bévère). Gracias a los dos dibujantes alemanes tenemos así ahora estos homenajes llenos de cariño, caracterizados por una plétora de alusiones –a la historia del cómic entre otras cosas– que atraerá tanto a los fans veteranos de ambas series como a nuevos lectores.
De novela gráfica a manga
El mundillo tebeístico alemán de hoy en día no ofrece un estilo común ni temáticas específicas que lo definan. Lo que se divisa, antes bien, es una diversidad en la que caben géneros y formas narrativas totalmente diferentes. Hay de todo: novela gráfica de crítica social, biografía, cómic clásico, manga, reportaje en forma de cómic, las marcianadas independientes...
Lo que llama la atención es el número creciente de novedades. A ello contribuye, entre otros factores, la abundancia de artistas que, procedentes casi siempre de facultades de Bellas Artes, presentan sus primeras obras, en editoriales como pueden ser Jaja Verlag, Reprodukt, Rotopol o avant. Hanna Gressnich, por ejemplo, apuesta en Hanno por un trazo marcadamente minimalista para contarnos de forma muy conmovedora las peripecias, de las que hay constancia histórica, de un elefante indio obligado a abandonar su entorno en el siglo XVI para mudarse a Europa como regalo para el Papa. En Girlsplaining, Katja Klengel, en un estilo desenvuelto al que añade elementos de manga, crea columnas tebeísticas descaradas y autoirónicas que tratan clichés de género a los que tiene que enfrentarse todos los días.
Una beca para dibujar cómic, por su parte, permitió a Mikael Ross financiar su trabajo en Der Umfall (“La caída”), una novela gráfica conmovedora y con un dibujo intensamente expresivo. En ella, Ross –basándose en su labor de investigación en instituciones asistenciales– narra episodios que suceden a Noel, un joven con retraso intelectual. Un ejemplo de narración documental experimental puede ser la dibujante Paula Bulling, que en Im Land der Frühaufsteher (“En el país de la gente madrugadora”) ilustra los problemas de los refugiados en Sajonia-Anhalt. Su volumen reciente Lichtpause (“Heliografía”) lo forman esbozos poéticos, en viñetas impresionistas pintadas con lápices de colores, sobre una jornada en Argel, para lo cual utiliza las observaciones hechas personalmente durante estancias prolongadas en el país.
Viaje al pasado
Muchos artistas intentan la combinación de narración con base histórica y un dibujo muy elaborado. Un ejemplo es Arne Jysch, que en Der nasse Fisch (“El pez mojado”) adapta una novela policiaca de Volker Kutscher. En sus dibujos naturalistas a tinta china, Jysch se afana con especial esmero en reflejar con exactitud histórica el Berlín de la década de 1920. Una manera semejante de proceder han mostrado los recién llegados Patrick Spät y Bea Davies en König der Vagabunden (“El rey de los vagabundos”), donde tratan la figura de Gregor Gog, quien, durante la República de Weimar, puso en marcha la Hermandad de los Vagabundos y un congreso de vagabundos entre otras iniciativas, hasta que cayó en el punto de mira del nacionalsocialismo. Al igual que Jysch, Bea Davies dibuja también en blanco y negro y despliega una escrupulosa labor de investigación sobre el aspecto visual de la época y la ropa que se usaba.
Tras Packeis (“Banquisa”) y Vita Obscura, el dibujante Simon Schwartz, que en la novela gráfica drüben! (“¡ahí enfrente!”) trató sus orígenes personales en Alemania oriental, regresó en Ikon (Icono) a la novela gráfica centrada en una figura histórica, en este caso Gleb Botkin, un olvidado pintor de iconos que fue testigo de la matanza de la familia del zar ruso en 1918 y que más tarde ayudaría a la “falsa Anastasia” Franziska Czenstkowski. En Das Parlament (“El parlamento”), su trabajo más reciente, Schwartz retrata a toda página, con agudeza y humor sutil, a distintos diputados alemanes desde 1848. La exposición correspondiente, además, fue la primera exposición dedicada al cómic realizada en el Bundestag. Según afirmó el artista, fue todo un “espaldarazo” para el tebeo alemán y un reconocimiento que esta forma artística llevaba mereciendo ya largo tiempo.
Comentarios
Comentario