Heinrich Böll
El literato político

Heinrich Böll
Heinrich Böll | Foto (Ausschnitt): © Presse- und Informationsamt der Bundesregierung

El premio Nobel, fallecido en 1985, encarnaba el ideal del ciudadano ilustrado consciente de su responsabilidad, y aun así se le ha ridiculizado con frecuencia.

En julio de 2015 se cumplen ya 30 años de la desaparición de uno de los escritores en lengua alemana más importantes en el escenario de la literatura: Heinrich Böll. Nacido en 1917 en Colonia, Böll perteneció a la generación de quienes participaron en la Guerra, fueron “escritores de la hora cero”, se opusieron a la guerra en Vietnam y a la guerra atómica y fueron críticos con la autoridad y pacifistas. Difícil será encontrar otro autor en lengua alemana al que se dispensara más reconocimiento en la época en que vivió. En 1972 le fue concedido el Premio Nobel. Su mayor éxito, la narración Die verlorene Ehre der Katharina Blum (El honor perdido de Katharina Blum) (1974), vendió seis millones de ejemplares solo en Alemania.

Böll acertó una y otra vez a atrapar cuestiones que estaban en el aire y plasmarlas literariamente. Casi todos sus temas conservan hoy una actualidad casi inquietante: así, en El honor perdido de Katharina Blum Böll describe la persecución que sufre una mujer joven por parte de los medios de comunicación. Inmisericorde, el ansia de sensacionalismo de las publicaciones termina llevando a la protagonista a una acción desesperada. Hoy, el papel del Zeitung, nombre ficticio que pone Böll a su periódico amarillista que, sin embargo, recuerda a la publicación Bild, lo ocuparía seguramente algún medio digital, quizá Facebook.

Un ataque a la esfera privada

La proliferación incontrolada de una red de vigilancia es el tema al que se enfrentó Böll en su novela Fürsorgliche Belagerung (Asedio preventivo) (1979). En la época, el motivo que daba pie al asunto era la histeria que se propagaba ante las acciones terroristas del grupo de extrema izquierda Fracción del Ejército Rojo (RAF). Un libro sobrecogedor y totalmente actual que describe el intento de aniquilar a una familia mediante “medidas estatales de seguridad y vigilancia”. El autor sabía de lo que hablaba: sometido a seguimiento por la policía, tuvo que soportar registros domiciliarios y se le expuso a una campaña pública de difamación. Böll, que siempre se había distanciado inequívocamente de los métodos y objetivos de la RAF, fue declarado en el mismo Parlamento Federal cómplice ideológico de los terroristas. Tan solo lo defendieron Willy Brandt y algunos otros miembros del SPD y del FDP.

El gran tema de Böll fue la Guerra y la época de la posguerra: en novelas como Und sagte kein einziges Wort (Y no dijo una palabra) (1953), Haus ohne Hüter (La casa sin amo) (1954) o Billard um halb zehn (Billar a las nueve y media) (1959) se ocupó de la asimilación del pasado nacionalsocialista, una labor aún muy titubeante en la década de 1950. Böll, procedente de una familia católica de sólidos valores, se enfrentó críticamente desde el principio al régimen nazi. Mientras que Günter Grass, diez años más joven, se ofreció voluntario en la Waffen-SS, Böll intentó eludir el servicio militar. Empezó redactando solicitudes de exención por motivo de estudios universitarios, y más tarde llegó a fingir enfermedades y falsificó permisos de vacaciones.

La atención puesta siempre en la “gente sencilla”

Apenas se podrá encontrar otro autor que informe tanto como Böll sobre la realidad de la posguerra en el territorio de la República Federal y sobre el final de la Guerra y sus repercusiones. Es típico de él no atender a los grandes protagonistas o héroes, sino examinar de cerca la vida de “ente sencilla”. Las conmovedoras y vívidas novelas de Böll sobre familias atravesadas de parte a parte por la línea que separaba a entusiastas y críticos del nazismo aportan hoy más datos y se leen mejor que muchos de los abundantes libros publicados al respecto durante las últimas décadas.

Pero Böll no solo ejerció influencia a través de su literatura: fue también un escritor activo políticamente y un hombre de su época, si por tal entendemos un ciudadano ilustrado y consciente de su responsabilidad. En boca de todo el mundo estaba su compromiso en favor de Willy Brandt y sus intervenciones para ayudar a escritores perseguidos y reclamar que los terroristas recibiesen un trato humano digno. Se ganó el enojo de mucha gente por no querer vincularse a ningún partido. Se situaba cerca de Brandt, pero, a diferencia de Grass, no se afilió al SPD. No se arredraba a la hora de tomar de postura en cuestiones políticas concretas, pero tampoco quería dejarse manejar por nadie.

Para algunos, un “buenista” ingenuo

En las últimas décadas, se ha ridiculizado con frecuencia el compromiso de Böll en política social y medioambiental. Algún que otro escritor o crítico literario ha dicho de él que era un ingenuo seguidor del “buenismo”. Pero el viento, y ello como muy tarde con el estallido de nuevos focos de conflicto, algunos en Europa o en las fronteras de Europa, sopla ahora en otra dirección. El compromiso de Böll no parece ya algo “anticuado”, sino modélico. Muchos jóvenes escritores y artistas están volviendo a manifestarse en torno a acontecimientos políticos. Pero, aun así, no encontramos ya ninguna figura pública como la de Böll. Fue uno de los pocos grandes pensadores alemanes que no se daba importancia a sí mismo.

Klaus Staeck, el creador de cartelería artística crítico-política que dirigió durante años la Academia de las Bellas Artes de Berlín, escribió esta palabras con motivo del 25 aniversario del fallecimiento de Böll: “En algunas necrológicas resonaba (...) el hecho de que, fuera como fuese, hoy nos sigue faltando alguien como Böll.”

Nada ha cambiado a este respecto.