Salón teatro en Alemania
Como andar por casa

Los Nedelmanns en su obra “Nadie me llama” | © Uta Mosler
Los Nedelmanns en su obra “Nadie me llama” | © Uta Mosler | Photo: © Uta Mosler

La caja está encima de la tabla de la plancha, los invitados se sientan en el sofá familiar: los Edelmann llevan el que probablemente sea el único teatro de salón en toda Alemania.

La transformación empieza una hora larga antes de la función. Enseguida, Friederike y Oliver Nedelmann hacen rodar el sofá para sacarlo del salón y empujan con ímpetu el sillón de leer hasta un trastero. La señora Nedelmann tapa las ventanas con cortinas de tela y el señor Nedelmann, con una carretilla, trae del almacén sillas a la habitación y las coloca en filas. Abren una tabla de planchar en la que está instalada la caja. Ahora a maquillarse al baño, luego un último repaso a la escenografía, y ya suena el timbre de la puerta. Han llegado los primeros espectadores.

Theater&Nedelmann: probablemente, el único teatro alemán en el salón

Los Nedelmann hacen teatro en el salón. En la misma habitación que normalmente utilizan para leer o ver la televisión, el matrimonio recibe varias veces a la semana a sus espectadores. Es una estancia de 50 metros cuadrados, con capacidad para unas 40 personas. La entrada cuesta 16 euros. “Por lo que sabemos, Theater & Nedelmann es el único teatro genuino de salón que existe en Alemania”, afirma Oliver Nedelmann. En este teatro de Rödermark, un pequeño pueblo al sudeste de Fráncfort del Meno, la pareja no solo se encarga de actuar, sino de muchos más trabajos: montar escenarios, cortar entradas, acomodar al público, iluminación, sonido, dirección. Y también son los anfitriones. Los Nedelmann son una compañía de dos personas, a veces sujeta a ciertos límites en sus actuaciones. El guión, por ejemplo, puede incluir un cambio de luces solamente cuando en escena no se requiera la presencia de ambos.
 
Los Nedelmann empezaron su proyecto por una situación de necesidad. El matrimonio había vivido mucho tiempo en Eisenach, en Turingia, donde el marido trabajaba de dramaturgo y la esposa de asistente de dirección y apuntadora. Pero entonces el ramo del teatro tuvo que apretarse el cinturón. “A principios de los años 1990 cerraron muchos teatros en el este para formar una sola entidad –relata Oliver Nedelmann–. ‘Fusiones’ lo llamaban.” Así no suena tan duro. Junto con un compañero, los Nedelmann fundaron en 1993 un teatro independiente con el que fueron tirando durante diez años. Pero llegó la hora de algo nuevo. “Queríamos representar obras para dos personas sin tener que estar continuamente de gira”, dice Nedelmann. “Así, pensamos que la mejor opción era un sitio donde vivir y trabajar a la vez.”

“Un teatro como este no funcionaría en un área residencial”

Oliver Nedelmann había estudiado el bachillerato en las cercanías de Fráncfort y conocía la zona. Evitando con toda intención la gran ciudad para actuar, la pareja pasó semanas haciendo funciones por pueblecitos de Hesse. Iban a ver posibles casas, hablaban con alcaldes y la autoridad local y hacían preguntas: ¿qué os parecería tenernos aquí? ¿Se podría conseguir el permiso? “Un teatro como este no funcionaría en un área residencial”, refiere Oliver Nedelmann. “No se le puede hacer eso a los vecinos.”
 
En un momento dado encontraron el inmueble perfecto: una espaciosa vivienda de 190 metros cuadrados construida en una antigua nave fabril. El 10 de septiembre de 2004 se representaba la primera función en el Theater & Nedelman. Desde entonces actúan hasta 190 noches al año. “Hablando propiamente, nuestro salón es privado solo en Navidades y en los cumpleaños”, según Oliver Nedelmann. La pareja celebrará pronto su representación número 2.000.

El teatro de salón, una forja de talentos

Georg Schnitzler empezó también en el salón de su casa. En 1995 compartía piso con otras tres personas en la ciudad nueva de Colonia. La vivienda, de 260 metros cuadrados, ocupaba toda una planta del antiguo edificio de una imprenta. Por divertirse, Schnitzler y un amigo empezaron a ofrecer funciones cada dos semanas, con una entrada de siete marcos. Al principio venía solo gente conocida, pero cada vez empezaron a acudir más personas que llenaban el Primer Teatro de Salón en Colonia. Se hicieron legendarias las fiestas después de la función, en las que Schnitzler y sus amistades llegaban a divertirse a veces durante un día entero. Pero el inquilino principal se acabó hartando; Schnitzler se mudó, y con él su teatro. Hoy actúa en las salas de una antigua escuela de danza, en las que caben unas 70 personas. Solo que, eso sí, Schnitzler ya no vive allí.
 
Pero el teatro conserva todo su carácter íntimo. Con el público sentado a un metro escaso del escenario, la reacción de los espectadores es más inmediata y directa. Muchos cómicos han hecho aquí sus estrenos. “Cuando Wigald Boning quiere poner a prueba un nuevo programa, suele venir aquí –afirma Schnitzler–. Nuestro teatro es como un salón.”

Lo único privado son algunos libros

Del mismo modo, en el Teatro Nedelmann a los anfitriones les gusta también invitar a los asistentes a tomarse una cerveza en el vestíbulo. Que es también su cocina. La alcoba es visible a través de una luna de cristal, y los invitados utilizan el cuarto de baño de los Nedelmann. “Por descontado –refiere Oliver Nedelmann– que nos gustaría algo más de privacidad”. Pero en el fondo es algo bastante parecido a lo de otros autónomos que trabajan desde casa. Un límite sí hay, de todas maneras. Nedelmann es dueño de unos cuantos libros que son importantes para él. Entre ellos está Jahrestage de Uwe Johnson. En palabras de Nedelmann: “En cuanto a estos libros, no me gustaría que los invitados los hojeasen.”

Pero, fuera de eso, tienen permiso para casi todo. Algunos son amigos, y otros llegan por la publicidad boca a boca. Como en todos los teatros, aquí también hay espectadores especiales que echan miradas de contrariedad cuando de repente ven ocupado su asiento en primera línea. Todo dentro de lo normal, según Nedelmann. Las obras representadas en el teatro en el salón tienen nombre como Parmesan und Autofahren (i.e., Parmesano y viaje en coche), la historia de una familia alemana en su viaje para pasar las vacaciones en Rímini en 1996. “La gente quiere que les entretengan”, cuenta Nedelmann. “Las obras serias no tienen tanta demanda.” A veces, la pareja deja caer en la función algún que otro tema serio, pero siempre, por supuesto, con envoltorio humorístico.

Los últimos invitados suelen abandonar el Teatro Nedelmann pasada la medianoche. Friederike y Oliver Nedelmann cierran entonces la puerta. Y vuelve a empezar la transformación.