Entrevista con Camila Barrios
Arte y canciones para una experiencia compartida

Cantautora y gestora cultural, Camila Barrios es una de las voces más activas del movimiento por la accesibilidad en el arte en Uruguay. Su vínculo con el Goethe-Institut comenzó en 2022, y desde entonces ha sido parte de numerosos proyectos que integran diversidad, escena y derechos. Hoy, además de desarrollar su propuesta artística con intérpretes en lengua de señas, colabora en la incorporación de la accesibilidad en las visitas guiadas de la muestra internacional Pure Gold. Una historia que testimonia cómo la cooperación cultural también puede transformar trayectorias personales.

La cantante Camila Barrios canta frente a un micrófono. Tiene el cabello rizado, lleva una blusa blanca translúcida y una prótesis blanca y elegante en el brazo izquierdo. El fondo es oscuro, lo que la destaca como el centro de la imagen. © Camila Barrios

¿Cómo comenzó tu vínculo con la accesibilidad en las artes?

Empezó en 2021, cuando se gestó el Festival Sin Límites, que fue el primer festival de artes escénicas inclusivas de Uruguay. Allí se convocó a los colectivos de discapacidad y diversidad funcional para que dijeran qué necesitaban y cómo hacer un festival verdaderamente accesible. Eso me pareció muy innovador. Me convocaron a una reunión virtual para que integrara esa comisión como gestora cultural y como persona con diversidad funcional.

¿Y cómo continuó ese proceso?

Al principio participé como parte de la comisión, luego tomé un rol más activo como secretaria: redactaba actas, coordinaba fechas y convocatorias conjuntamente con el área de procesos socioeducativos del Sodre. Finalmente, trabajé en la producción del festival. Fue una de mis primeras experiencias grandes, tanto en gestión como en vinculación directa con el tema de accesibilidad.

Esa primera experiencia salió muy bien, fue todo un éxito…

Gracias a esa participación el Goethe-Institut me convocó para el proyecto Encuentros para un Mundo Mejor, para trabajar conjuntamente con la compañía colombiana de danza SomosCuerpo. Luego participé en Break a Leg! Uruguay, un espacio de investigación y creación con referentes de España y Portugal. El grupo era súper diverso. Fue impactante ver cómo se aprendía y desaprendía en tiempo real. El resultado fue una obra muy potente, con mucha calidad artística y herramientas de accesibilidad integradas desde el comienzo.

¿Qué impacto tuvo este recorrido en lo personal?

En algún momento sentí que estaba aportando mucho a los proyectos de otros, pero no estaba haciendo nada con mi propio proyecto artístico. Comencé a trabajar en mi camino como cantautora con una propuesta accesible. Desde el comienzo del proceso creativo sumé a dos intérpretes de lengua de señas. No es que “traducen” las canciones, sino que forman parte de la puesta en escena, interactúan con la banda, tienen protagonismo… Todo está pensado como una experiencia compartida.

¿Qué tipo de respuesta has recibido del público?

Ha sido muy buena. Personas que no sabían nada sobre accesibilidad me comentaron que se habían emocionaron con las intérpretes. Algunos me dijeron algo como “nunca entendí lo que hacían hasta ahora”. Que se comprenda eso para mí es clave, es decir, la accesibilidad no solo como derecho, sino como valor artístico. También incorporo audiodescripción al comienzo de cada show, pero de manera creativa, no mecánica: la idea es que cualquiera pueda engancharse con lo que se está contando.

¿Qué obstáculos identificás en la relación entre el arte y la accesibilidad?

El principal obstáculo es actitudinal. Después vienen los recursos. A veces me dicen: “Queremos hacer algo accesible pero no sabemos cómo”. Está bien no saber, lo importante es tener voluntad y no tener miedo a errar. También me pasa que invito a personas sordas, les ofrezco entradas, intérpretes, todo, y no vienen. Creo que hay una historia de exclusión tan larga, que todavía cuesta generar confianza y romper esa inercia.

¿Creés que Uruguay está en un buen momento para hablar de estos temas?

Sí. Hay más apertura en el ámbito de las artes, que en otros sectores, como el transporte o la educación. En la cultura hay más sensibilidad, más disposición a hablar. Eso no significa que todo esté bien. A veces se incluye accesibilidad solo para cumplir o acceder a fondos. Pero también hay procesos sinceros, genuinos. Lo importante es que el interés sea legítimo, aunque no todo salga perfecto.

¿Cómo ves tu futuro como artista?

Estoy en una etapa de exploración. Con la banda y las intérpretes queremos mostrar nuestro trabajo en distintos lugares, recibir feedbacks, ver qué pasa. Más allá de las canciones, hay una propuesta escénica que queremos compartir. No sé aún adónde va a llevarme todo esto, pero sé que lo estoy construyendo con convicción.

¿Qué lugar tuvo el Goethe-Institut en tu desarrollo?

Un lugar clave. El Goethe confió en mí en momentos en los que yo misma dudaba. Me dio oportunidades reales y me hizo sentir que su interés en la inclusión era genuino. No era para la foto. Eso marca la diferencia. Esos espacios que confían en una pueden cambiar trayectorias de vida. A mí me la cambiaron.

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