Cooperación entre museos
Repensar el legado colonial

Puertas históricas de un palacio real africano en el Museo Quai Branly en París: uno de los objetos que debe ser restituido
Puertas históricas de un palacio real africano en el Museo Quai Branly en París: uno de los objetos que debe ser restituido | Foto (detalle): Michel Euler © picture alliance / AP Photo

La restitución de artefactos y bienes culturales de la era colonial a los países de origen en África se discute desde hace mucho en diversos foros. No obstante, cada vez se afirma más la impresión de que estos debates no producen resultados concretos. ¿Se ha logrado algún progreso reconocible? ¿Qué se debe hacer para cerrar este tema de manera satisfactoria para todos los participantes?

Han pasado casi exactamente dos años desde que se empezó a discutir profusamente la pregunta de qué ha de suceder con los artefactos etnográficos y con los objetos relevantes para las ciencias naturales que se encuentran almacenados y que, ocasionalmente, también se exhiben en museos europeos. El primer impulso –sino es que la causa detonante– fue el discurso, altamente publicitado, pronunciado por el presidente francés Emmanuel Macron a fines de 2017 en la universidad de la capital de Burkina Faso, llamado el “Discurso de Uagadugú”, que llamó fuertemente la atención, sobre todo dentro de los círculos relevantes de gente que trabaja en los museos y museólogos y museólogas, así como de personas dedicadas al comercio del arte y la política de la cultura. Un año después, se publicó un informe sobre el tema, comisionado por Macron y elaborado por el economista y escritor senegalés Felwine Sarr y la historiadora francoalemana Bénédicte Savoy, titulado Rapport sur la restitution du patrimoine culturel africain. Vers une nouvelle éthique relationelle (Informe sobre la restitución del patrimonio cultural africano. Hacia una nueva ética de las relaciones), publicado al mismo tiempo en inglés como The Restitution of African Cultural Heritage. Toward a New Relational Ethics).

Repercusiones del informe Savoy-Sarr

¿A dónde ha llevado esto en los últimos dos años? Este debate, sostenido con una virulencia cada vez mayor, ha puesto de cabeza a la escena de los museos etnológicos. Y eso que no pocos de estos museos se han esforzado desde la década de 1990 por llevar a cabo una renovación y por una mayor apertura, bajo los auspicios de una “nueva museología”, a la vez que han buscado establecer cooperaciones con comunidades y expertas y expertos de los países de los que proceden las colecciones.


Felwine Sarr (izquierda) y Bénédicte Savoy Felwine Sarr (izquierda) y Bénédicte Savoy | Foto (detalle): Thilo Rückeis TSP © picture alliance
El tema de la sociedad postcolonial y la exigencia de descolonizar los más diferentes ámbitos de la vida han sido abordados desde entonces de manera más amplia, y se ha planteado la pregunta sobre la función, y aún más: sobre la justificación de la existencia de los museos con colecciones etnológicas, sus actividades y su orientación en general. Para dar un ejemplo de estos cambios radicales y de la nueva autopercepción: mientras que los museos etnológicos de habla alemana todavía hace seis años estaban discutiendo de manera muy controvertida en qué medida deberían abrir sus colecciones y hacerlas accesibles en línea, hoy en día el acceso generalizado goza de un amplio consenso. No obstante, hay diferentes opiniones en cuanto a qué tan rápido y en qué condiciones habrá de suceder esto. ¿Primero se deben corregir los errores y omisiones en los bancos de datos, por ejemplo, con la ayuda de la investigación sobre la proveniencia? ¿O no sería más fácil de lograr esto justamente a través de la apertura?

Más que sólo restitución

Todavía queda mucho por hacer. Lo cierto es que regular el manejo de las colecciones y encontrar la mejor forma de “descolonización” mantendrá ocupados todavía durante muchas décadas a los museos etnológicos. Y esto, independientemente del hecho de que las demandas de parte de los países de origen de que se les devuelvan artefactos siguen siendo muy esporádicas, como reportan los museos. Se ha señalado repetidamente que tampoco se trata únicamente de la pregunta por la restitución y el lugar en el que se habrán de conservar los objetos en cuestión. Lo que resulta más necesario es reconocer que los países, estados y comunidades de origen deben tener el derecho de participar de manera más intensiva en el destino de estos objetos y en la forma en que se les deberá seguir conservando. En realidad, ellos son los que deben tener el voto decisivo. En estos asuntos de reconocimiento, derecho a la propiedad, a la posesión y al acceso, tampoco basta con hablar de una copropiedad múltiple, de una más fácil circulación de los artefactos o de un “legado cultural compartido”. La participación y la responsabilidad en común, en lugar de la división de las colecciones, son un buen principio y el enfoque adecuado.

Edificio del Museo de Etnografía de Zúrich en el terreno del Antiguo Jardín Botánico Edificio del Museo de Etnografía de Zúrich en el terreno del Antiguo Jardín Botánico | Foto (detalle): Roland Fischer © CC BY-SA 3.0 Pero mientras que se mantenga la situación de desequilibrio que predomina hoy en ambas partes en cuanto a equipamiento, recursos y posibilidad de acceder a las colecciones, esto no puede ser suficiente. Existen diferentes posibilidades y propuestas para cambiar esto, una de las cuales es que, después de haber restituido los derechos de propiedad a los países de origen, el alquiler que deberían pagar los museos europeos tendría que contribuir a la mejora de las estructuras y las capacidades en dichos países de origen. Al efecto, se debe evitar un proceso meramente bilateral, no todos deben encontrar soluciones repetitivas para los mismos problemas. Lo deseable sería llegar a un acuerdo aceptado tanto por los actores africanos como por los europeos. Esto significaría, por un lado, involucrar a las organizaciones multilaterales relevantes africanas –en particular el International Council of African Museums, AFRICOM, revitalizado en 2019, pero también la Ecole du Patrimoine Africain (EPA), en Porto Novo, Benín, y el Centre for Heritage Development (CHDA), en Mombasa, Kenia– y, por otro, definir lineamientos y principios conjuntos de acuerdo con los Principios de Washington sobre el manejo de arte robado por los nazis, que se firmó en 1998.

Lo cierto es que regular el manejo de las colecciones y encontrar la mejor forma de ‘descolonización” mantendrá ocupados todavía durante muchas décadas a los museos etnológicos.

Se debe descartar la idea simplista de restitución como un mero desplazamiento de un objeto de un cajón de museo limpiamente rotulado al lugar del que procede ‘originalmente’. El hecho de que, con frecuencia, no existan claras asignaciones de lugares y objetos no sólo significa que las restituciones, por lo general, abarquen un proceso múltiple. También abre un campo muy amplio de soluciones posibles, que pueden encontrarse gracias a las negociaciones y el diálogo.

“Descolonización” con propósito

Para no ser sólo un lugar común vacío, el precepto de la “descolonización” debe llenarse de contenido. El núcleo del proceso de descolonización es la apertura frente a los socios externos y la cooperación con ellos. Además de la discusión sobre las restituciones materiales, se requiere la disposición de contraer obligaciones mutuas a partir de esa cooperación. Los primeros en tener que aceptar esas obligaciones son los museos europeos, que deben señalizar su disposición a querer cambiar las cosas y a contribuir a la descolonización, también mediante claros actos simbólicos. Al hacerlo, se toparán con museos africanos que han modificado de manera radical el concepto de su trabajo y su orientación en los últimos años: en numerosos casos están ya muy lejos de la imagen, que sigue prevaleciendo, de instalaciones fundadas en la era colonial y, entre tanto, ya muy anticuadas y rebasadas.
 
Los países –en este caso, africanos– de ninguna manera pueden eludir tampoco su propia responsabilidad. Deben hacer una contribución significativa a la infraestructura cultural. Esta demanda se hace una y otra vez, sobre todo por parte de los propios grupos africanos interesados. En general, es necesario concederles un espacio considerablemente mayor a las opiniones y perspectivas africanas, para evitar que la cuestión de la restitución se convierta en un debate europeo unilateral. Durante este proceso quedará claro que las exigencias de restitución tampoco están a la orden del día. En muchos casos, los países y museos africanos responsables ven estas iniciativas con mucha cautela, puesto que frecuentemente pueden producir espinosos conflictos sociales internos. En Ghana o Uganda, por ejemplo, las demandas de restitución hechas por unidades políticas y reinos subordinados amenazan a los museos nacionales de esos países.

 

Las ventajas de las colaboraciones duraderas

En vista de los desarrollos ocurridos en la escena museística africana, también las instituciones europeas se beneficiarán de manera decisiva de una colaboración. Es esencial para todas las partes involucradas superar los futuros debates sobre el manejo y la propiedad de las colecciones etnológicas, y trabajar hacia una nueva forma y orientación de los museos –sea que se le llame “post-etnológica” o “postcolonial”– que sean más transparentes para los grupos externos de interés y que ofrezcan una estructura más abierta y accesible para asumir funciones sociales más amplias. Y no se trata sólo de ordenar y reacondicionar. Lo que realmente se necesita es un museo totalmente renovado en términos de estructuras, formas de funcionamiento y orientación temática. Un museo así sería capaz de negociar nuevas formas de trabajo en igualdad de condiciones, por ejemplo, en África. Para ello se requiere una estrecha cooperación, intercambio y transferencia de conocimiento en ambas direcciones.