Libertad artística bajo presión política  El arte no se hunde tan fácil

So schnell geht die Kunst nicht unter... © Ricardo Roa

Desde hace tiempo, la libertad artística y la cultura en Alemania ya no son tan evidentes como pensábamos. Un llamado a lxs artistas, incluso bajo la impresión del retorno de la derecha, a no agachar la cabeza y a encontrar inspiración en nuestrxs vecinxs que ya tienen experiencia con represiones.
 

Lo bello del arte es que no se doblega. No importa cuán desfavorable sea el entorno o cuán grande sea el peligro de la censura y la represión en regímenes autoritarios, en todos sitios hay artistas que siguen adelante; que se defienden de la censura, las prohibiciones y las intimidaciones; que crean narrativas contrarias y espacios libres aunque parezca inútil y sea peligroso: películas grabadas en secreto en Irán contra el régimen; conciertos de punk y teatro político en Uzbekistán (a pesar del gobierno autoritario); espectáculos de drag queens y arte queer en Georgia, donde se han prohibido estos contenidos; o libros en contra de la guerra en Ucrania que se imprimen en Rusia con la esperanza de que no caigan en manos de la autoridades. El arte que nace en estas condiciones y que tiene que hacerse camino ante los obstáculos requiere valor y es un gran riesgo para lxs implicadxs.
Con las condiciones políticas, también cambian los espacios para el arte y el grado de libertad que se tiene.
En Alemania, estas circunstancias parecen estar muy lejos del mundo del arte, ya que la cultura recibe cada año más de diez mil millones de euros de financiamiento, la libertad artística está garantizada por la Constitución y, en el peor de los casos, los contenidos controversiales provocan algo de revuelo en los medios de comunicación, pero no censura o sanciones. Nos hemos acostumbrado a considerar que las represiones, ataques y censura, que en muchos países forman parte del día a día de lxs artistas, aquí son cosa del pasado. Pero eso ya no es tan obvio como parecía, y así ha quedado cada vez más claro en los últimos años ante el ascenso de la derecha en Europa. Con las condiciones políticas, también cambian los espacios para el arte y el grado de libertad que se tiene.

Cuando, a finales de 2002, Rusia prohibió completamente la difusión de contenidos queer, era fácil descartarlo (como una de las muchas absurdas implementaciones del Estado terrorista) como algo que estaba muy lejos de nosotrxs. También, en el caso de los ataques a los espectáculos drag para niñxs en Estados Unidos y la prohibición de literatura juvenil que parecía demasiado queer o liberal para lxs conservadorxs, la reacción solía tener el mismo gesto de impotencia y preocupación que ante la elección de Donald Trump: aterrador, horrible, pero, por suerte, al otro lado del Atlántico.

Los ataques a la cultura se acercan cada vez más

Pero no hace falta ir tan lejos. Basta con observar los ataques a la libertad del arte y la cultura en el corazón de la Unión Europea, que no son cosa nueva. En Hungría, desde 2021, está prohibido que el contenido queer sea accesible para menores de 18 años; y en Eslovaquia actualmente hay un ataque sin precedentes a la cultura: la ministra responsable, Martina Šimkovičová, considera que las personas LGBTQ+ son “culpables de la extinción de la raza blanca”, por lo que basa en ello su política cultural nacionalista. Lxs directorxs de las instituciones culturales cambiaron y se suspendió el financiamiento de determinadas instituciones cuyos programas no se ajustaban a las ideas del Gobierno populista.

Pero este escenario parece muy lejano para Alemania, o eso nos gusta pensar para tranquilizarnos, aunque existe un partido, la AfD (Alternavia por Alemania, por sus siglas en alemán), que no oculta su intención de intervenir activamente en la promoción cultural y no apoyar “temas ideológicos como el género, la protección del clima o la diversidad” (como se afirma en el programa electoral del partido para las elecciones al Parlamento Federal en relación con la promoción cinematográfica). Hans-Thomas Tillschneider, político de cultura de este partido, exige que la concesión de fondos se vincule a una “declaración consciente de la identidad alemana”. Sin embargo, todavía no se quiere imaginar la participación de la AfD en el Gobierno en el futuro cercano, pero el partido ya es tan fuerte que influye en las decisiones sobre la cultura en algunas regiones. Incluso sin mayoría en el Parlamento, el peligro de la derecha es muy real: con miles de comentarios negativos, lxs radicalxs de derecha atacan eventos, ejercen presión e intimidan. A menudo se centran en temas queer o proyectos con lxs refugiadxs. El crítico de teatro Peter Laudenbach reporta en su libro Volkstheater. Der rechte Angriff auf die Kunstfreiheit (Teatro popular. El ataque de la derecha a la libertad artística) numerosos ataques por parte de la derecha contra las instituciones culturales y lxs artistas en los últimos años.
Si desaparecen los fondos públicos y aumenta la dependencia de las entradas o los donadores privados, crece el peligro de que ya no existan ciertas cosas, de que ciertas perspectivas sean menos visibles.
A esto se suma que, en tiempos de crisis, la cultura no representa una prioridad para la política. Tobias Rapp resumió en la revista Der Spiegel una postura popular sobre los recortes masivos en la promoción de la cultura, tanto en el presupuesto federal como en los regionales: “La cultura podrá avivar los debates sociales, pero los bomberos siguen apagando los incendios.” No obstante, aunque se pueda entender la necesidad de recortes dada la situación económica, el problema también está en una redistribución de los fondos. En el futuro, habrá menos apoyo para la escena cultural independiente, pues se planea dar más dinero, por ejemplo, a la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano. En lugar de fortalecer nuevas voces y perspectivas marginalizadas, el foco actualmente está en la tradición y la conservación.


Además, es precisamente la cultura más allá de los grandes museos, teatros y salas de conciertos la que juega un papel importante para los grupos marginalizados. Los pequeños proyectos culturales y los espacios no comerciales en los que se presentan exposiciones, performances y conciertos, ofrecen a las personas queer o afectadas por el racismo lugares seguros y la posibilidad de expresarse que no tendrían en los grandes escenarios. Si desaparecen los fondos públicos y aumenta la dependencia de las entradas o los donadores privados, crece el peligro de que ya no existan ciertas cosas, de que ciertas perspectivas sean menos visibles.

Aprender de quienes desafían la represión

Si podemos aprender algo de lxs artistas en países en los que el arte político no se apoya, sino que se sanciona, es que no hay que rendirse y que hay que defender la libertad y el apoyo que tenemos. Sí, también en Alemania lxs artistas tienen que enfrentarse a la adversidad. Pero todavía hay muchísimo por hacer, y no hay motivos para perder la esperanza. Está en nuestras manos impedir que la situación en Alemania sea tan mala como en tantos países ya lo es. Podemos (y debemos) defendernos del fortalecimiento de la derecha, no podemos aceptar que se ataque a lxs artistas, debemos permanecer juntxs y protegernos. E incluso si, a pesar de ello, la AfD obtiene más poder —y Austria es ejemplo de lo rápido que eso puede ocurrir—, no debemos rendirnos, sino que debemos estar preparadxs. Cuanto más opresoras sean las condiciones políticas, más importante resulta seguir adelante, más importancia cobra el arte independiente. Quizás no tenga una gran influencia en el público, pero puede ser un refugio y un espacio de comunidad para quienes, a causa de su opinión o su identidad, se oponen a la mayoría y que son discriminadxs o perseguidxs. Y siempre habrá una pequeña posibilidad de conmover a las personas y hacerlas reflexionar o incluso cambiar de opinión.

Debemos conectarnos e intercambiar ideas con quienes ya tienen experiencia en crear arte en las circunstancias más adversas. Saben cómo protegerse de los ataques y cómo seguir haciendo lo suyo a pesar de la narrativa dominante de la derecha; ya conocen las estrategias para ganar visibilidad sin ponerse demasiado en peligro. También en Alemania existen las oportunidades para ello. ¿Por qué no ir a una exposición sobre artistas exiliadxs de Bielorrusia y escuchar cuando cuentan lo que han vivido y cómo están sus amigxs que aun están en ese país? ¿Por qué no invitar a artistas queer de Georgia? ¿O preguntar a lxs colegas en Hungría cómo está la situación? Se puede aprender mucho de ellxs y, al mismo tiempo, protegernos. Quizás en el futuro, en lugar de los amplios espacios abiertos del “panorama cultural”, en Alemania solo habrá islas en las que el arte político o el arte queer sea posible, pero incluso una isla no hunde tan fácil, ni siquiera en un mar tempestuoso.
 

Perspectives_Logo La publicación de este artículo forma parte de PERSPECTIVAS, la nueva etiqueta para un periodismo independiente, constructivo y con múltiples perspectivas. La revista en línea JÁDU, de origen alemán, checo, eslovaco y ucraniano, está llevando a cabo este proyecto cofinanciado por la UE con otras seis redacciones de Europa Central y Oriental, bajo la dirección del Goethe-Institut. >>> Más sobre PERSPECTIVES

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