IA en México  Manuel Felguérez: pionero de la IA

felg 1 © Goethe-Institut Mexiko | Ilustración: Miguel Ángel Chávez

Manuel Felguérez fue un pintor y escultor cuya obra trascendió las fronteras convencionales al explorar la sinergia entre su visión artística y la tecnología. Su proyecto emblemático, “La Máquina Estética”, se erige como un faro en la convergencia entre el arte y la inteligencia artificial, desentrañando nuevas posibilidades creativas.

Manuel Felguérez Barra nació el 12 de diciembre de 1926 en Valparaíso, México. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Escuela Nacional de Pintura y Grabado “La Esmeralda”. Fue un destacado pintor y escultor mexicano que dejó un legado significativo en el mundo del arte contemporáneo, sobre todo con su proyecto "La Máquina Estética". Aunque su obra se desarrolló principalmente en las décadas de 1950 y 1960, sus ideas y exploraciones siguen resonando hoy, especialmente en el contexto de las imágenes generadas por inteligencia artificial (IA).

Sin embargo, Felguérez no siempre quiso ser artista. De hecho, pretendía ser médico, pero en 1947, tan sólo dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Felguérez viajó a Europa por primera vez. Quedó tan maravillado con el arte y la arquitectura que, a su regreso a México, decidió convertirse en artista. Pocos años después, volvió a París, donde estudió dos años con el maestro escultor cubista Ossip Zadkine, quien lo impulsó a seguir el camino del arte.

Durante su carrera, Felguérez buscó siempre crear obras que conmovieran, que emocionaran, primero a él y después a quienes la vieran. Él creía que el arte era la esencia del ser humano y había que alcanzarla a como diera lugar. Sin embargo, Felguérez reconocía también el aspecto complicado del quehacer artístico y experimentó lo que él mismo llamaba una “guerra contra uno mismo”. Es por eso por lo que siempre buscaba innovar, ser distinto y no caer en lo convencional. El estilo abstracto de sus obras, claramente influenciado por el maestro Zadkine, ya era indicio de ello, pues él “no quería ser como Orozco”. Sin embargo, Felguérez quería ir aún más allá.

Felg 2 © Goethe-Institut Mexiko | Illustration: Miguel Ángel Chávez

En 1970, Felguérez comenzó a experimentar con una naciente invención: las computadoras. Antes de temer o rechazar los avances tecnológicos, Felguérez, quien se dijo fascinado por la mecánica y las invenciones del siglo XIX, vio en las computadoras una oportunidad de innovar en el arte. Para el escultor y pintor, el arte tiene un rol dialéctico, es decir, está en constante intercambio con su tiempo y la sociedad en la que se desarrolla. Por lo tanto, el artista debe echar mano de las herramientas que tiene a su disposición.

Es importante mencionar que las computadoras que conoció Felguérez todavía distaban mucho de las que conocemos hoy. En lugar de pantallas ultrafinas, Felguérez se enfrentó a aquellas máquinas enormes, marca IBM, que perforaban tarjetas y realizaban cálculos en segundos y que, claro está, eran revolucionarias para la época. En vista de que su obra usaba las matemáticas y la geometría para lograr un equilibrio pictórico, Felguérez consideró que las computadoras podrían servirle en la producción de obra plástica, sobre todo porque ahorrarían tiempo.

Así fue como, dentro del programa de “Identificación de Sistemas”, Felguérez alimentó la máquina con un modelo de sus obras como base —de manera similar a cómo hoy las inteligencias artificiales aprenden— y, en once segundos, la computadora podía generar un boceto mediante una sencilla rueda que giraba con una pluma en un extremo. En un día, la máquina podía hacer hasta 200 dibujos. Así, Felguérez obtenía las ideas para nuevos cuadros o esculturas.

Felg 3 © Goethe-Institut Mexiko | Ilustración: Miguel Ángel Chávez

El resultado de estos experimentos fue un conjunto de obras, exposiciones y un libro que también lleva el nombre de “La máquina estética” (1975). Sin embargo, hacia la década de los ochenta, Felguérez decidió apagar la computadora para nunca más volver a abrirla. Ahora, estaba en busca de un nuevo desafío.

Felguérez jamás dejó de trabajar. Creó escenografías para películas y obras de teatro, y siguió pintando y esculpiendo. Siempre se mantuvo cerca de los nombres más relevantes en el ámbito artístico de su época, como Alejandro Jodorowsky, Jorge Ibargüengoitia, José Revueltas y hasta Gabriel García Márquez.

Manuel Felguérez murió en la ciudad de México en 2020 a causa del COVID-19. No obstante, “La Máquina Estética” queda como testamento moderno de la síntesis entre artista y máquina. En la obra de Felguérez, ni la máquina ni él tienen el papel protagónico, sino que trabajan en conjunto para lograr el objetivo. Las máquinas no hacían todo el trabajo ni le quitaban creatividad al artista, quien todavía tenía que encontrar, por ejemplo, la combinación adecuada de colores.
 

Felg 4 © Goethe-Institut Mexiko | Ilustración: Miguel Ángel Chávez

En la actualidad, la inteligencia artificial ha llevado la generación de imágenes a un nivel completamente nuevo. La capacidad de las máquinas para aprender patrones y crear contenido visual es asombrosa. No obstante, la intervención del artista sigue siendo fundamental. Felguérez, al igual que los artistas contemporáneos, destacó el papel del creador humano en la dirección y la interpretación de la obra. La máquina o algoritmo puede ser una herramienta, pero la visión y la intención del artista son esenciales para darle significado a la creación.

Manuel Felguérez, a través de su proyecto "La Máquina Estética", se erige como un pionero que adelantó la convergencia entre arte y tecnología. Aunque su obra precede la era de la inteligencia artificial, su enfoque experimental y su búsqueda de nuevas formas estéticas han encontrado un eco en el arte generado por algoritmos. La conexión entre estos dos mundos demuestra que la creatividad, ya sea impulsada por la mente humana o las máquinas, continúa evolucionando y entrelazándose en formas fascinantes y sorprendentes.
 

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