Latigazo cervical
El día en que la tierra se detiene

Imagen de una mano cósmica apuntando al planeta Tierra Edición: Goethe-Institut Los Ángeles

En el catálogo de fantasías catastróficas comunes falta un escenario que en realidad merece una discusión más frecuente: la paralización. ¿Qué pasaría si la Tierra dejara de girar por un momento, un segundo, y se quedara quieta? Un experimento mental. Alerta de espóiler: no va a terminar bien.

Stefan Kloo

¡Inercia! ¡Impulso! ¡Las leyes de Newton!

Nuestro planeta y toda la chatarra que hay en él giran a una velocidad de unos 1600 kilómetros por hora, lo que significa que en realidad nosotros también viajamos a unos 1600 kilómetros por hora, es decir, a 460 metros por segundo. ¡Sí, lo hacemos! Sólo que no lo sentimos, porque todo está girando junto con nosotros. Cuando conducimos un coche, sólo percibimos su velocidad cuando miramos por la ventanilla y los puntos de referencia nos dan una idea cuánto y cuán rápido nos alejamos o nos acercamos a ellos: hasta que el coche se detiene de repente —por ejemplo, debido a un obstáculo como un pilar de concreto o el feo camión cisterna que acaba de volcar delante de nosotros— y todos los que van en el coche y no llevan el cinturón de seguridad salen despedidos a través del parabrisas. Probablemente, el coche se detiene, pero continuamos nuestro viaje a la misma velocidad, con el resultado de abrasiones, fracturas de la base del cráneo y aullidos. No hace falta explicarlo, es física básica y todo el mundo lo ha experimentado en algún momento. Un coche viaja a cien kilómetros por hora, por lo que los pasajeros también viajan a cien kilómetros por hora. Lo mismo ocurre con la rotación de la Tierra: nuestro planeta gira completamente alrededor de su eje una vez cada 24 horas a una velocidad casi constante. Cada objeto se mueve —junto con la Tierra— a unos 1600 kilómetros por hora. Se mide en el ecuador: cuanto mayor sea la latitud, menor será la velocidad.

Klaatu Barada Nikto

Pero ahora pensemos en una fuerza cósmica invisible: Galactus, Thanos, dioses malévolos, una gigantesca nave nodriza alienígena con un piloto borracho o algo que ponga el pulgar en la Tierra durante la rotación y la detenga un segundo. Todo hipotético, porque: el peligro no existe por ahora. Sinceramente, no es así.

Se sacude un poco, pero nada más, ¿no?

Cuando la rotación de la Tierra se detiene durante un segundo, los objetos en contacto con la Tierra experimentan una aceleración de unas 50 veces la fuerza de la gravedad hacia el este. Como resultado, la atmósfera, la corteza terrestre, las montañas, las casas, los coches, tú y tu perro Lumpi son lanzados por la superficie prácticamente a la misma velocidad que si cayeras desde una altura de diez mil metros. En comparación, una película de Roland Emmerich parecería un episodio de Sandmännchen [El hombrecito de arena].

Prácticamente todas las estructuras de los edificios se derrumbarán. Los vientos soplan a unos 1600 kilómetros por hora, lo suficiente para derribar todos los árboles, edificios, cantinas y cadeneros. Pero la mayoría de los árboles y edificios se caerían inmediatamente de todos modos, ya que tienden a seguir moviéndose debido a su inercia. Se producen fluctuaciones de presión extremas que los seres vivos multicelulares no pueden soportar. A continuación, se producen enormes tsunamis, con nuestros océanos desbordando las masas de tierra hacia el este y completando los daños. Las colisiones extremas entre todos los cuerpos, vivos e inertes, matarían a la mayor parte de la vida multicelular, sí, casi con toda seguridad incluidos Lumpi y tú. Y eso antes de poder deletrear “Fin del mundo”. (Nota para mí: Ofrecer “Paralización - la película” a Roland Emmerich)

¿¡Bunker?!

No se conseguirá nada: aunque alguien se encuentre en un búnker de concreto armado enterrado en lo más profundo de la tierra, morirá a causa de una fuerza g de magnitud 50 (g=peso). Uno sería aplastado con una fuerza equivalente a 50 veces su propio peso. (Un piloto aviador puede soportar brevemente hasta nueve g, una persona normal apenas supera los cinco g.) E incluso un búnker de concreto acaba por derrumbarse debido a los brutales movimientos de la corteza terrestre. Una forma de sobrevivir al menos al momento de miedo sería situarse exactamente en el polo norte o en el polo sur. Allí, la velocidad de rotación es de cero kilómetros por hora. Apenas notarías la desaceleración allí, pero las montañas, los témpanos y los tsunamis que vuelan hacia ti se notarían mucho más.

Latigazo cervical

Después, nuestro planeta, como la mayoría de los del sistema solar, quedará yermo y baldío por el momento y será en gran parte estéril. Podríamos observar todo esto desde una estación espacial, pero nuestras vidas también llegarían pronto a su fin en este coto y el regreso podría ser arriesgado sólo por razones logísticas. “¿Dónde está mi plataforma de aterrizaje o la tripulación que me saca del transbordador espacial...? Mmm, ¿y dónde caramba está mi continente?”.
Ein Tweet von Neil deGrasse Tyson, der die Frage beantwortet, was passieren würde, wenn die Erdrotation stillstehen würde. © Twitter / Neil deGrasse Tyson Sin embargo, si la Tierra desacelerada recupera rápidamente su velocidad, haciendo que nuestros cuerpos se compriman de nuevo y todo el tinglado vuelva a volar alrededor de nuestras orejas, todavía podría haber vida en la Tierra. La mayoría de las bacterias y los organismos unicelulares probablemente podrían sobrevivir a la catástrofe, incluso disfrutar de una vida despreocupada sin sus depredadores, y eventualmente evolucionar de alguna manera en algo nuevo. (Nota para mí: ¡Ofrecer a Emmerich, “Paralización – la película, Parte 2: El ocaso de los tardígrados”!)

Curiosamente, este fascinante apocalipsis encuentra poco reconocimiento en la escatología cristiana, más bien lo contrario: según la Biblia, Dios detuvo la rotación de la Tierra para que los israelitas pudieran acabar con los amorreos, una tradición que podría mirarse con un poco más de escepticismo al igual que este morboso juego mental de “detener la Tierra”.

Porque, si somos sinceros, no necesitamos un pulgar invisible para arruinar por completo nuestro planeta, podemos hacerlo —un poco más lento, pero con constancia— bastante bien nosotros mismos.

Pero también es bueno que, para variar, hablemos de preocupaciones reales.