„Oh, Mister Grass!“
Ha muerto Günter Grass

Streitbare Stimme: Günter Grass bei einer Veranstaltung des Goethe-Instituts in Danzig
Streitbare Stimme: Günter Grass bei einer Veranstaltung des Goethe-Instituts in Danzig | Photo: Martin Wälde

Günter Grass ha muerto. Alemania llora a su escritor más relevante. Con el Goethe-Institut le unía una especial amistad, tan larga como intensa. “Grass creía en el impacto de la literatura”, recuerda Klaus-Dieter Lehmann, presidente del Goethe-Institut.

Muy pocos artistas y escritores alemanes han tenido una relación tan estrecha con el Goethe-Institut como Günter Grass. Durante décadas, este escritor ha influido profundamente en muchos países del mundo con su prosa y su poesía, con sus dibujos y también como orador renuente, incómodo y controvertido. Para el Goethe-Institut, era garantía de salas llenas y atención plena.

“Para mí, Günter Grass ha sido siempre un interlocutor magnífico, pero también tremendamente exigente”, así lo recuerda Klaus-Dieter Lehmann, presidente del Goethe-Institut. La  actitud del que sería premio Nobel nunca le pareció la de una estrella distante. “Grass siempre estuvo dispuesto a aceptar mis invitaciones a conferencias, debates y lecturas. Creía en el impacto de la literatura.”

De forma similar lo recuerda Johannes Ebert, secretario general del Goethe-Institut, en su homenaje al autor: “Con Günter Grass hemos perdido a uno de los escritores alemanes más relevantes de la posguerra. Pero en el Goethe-Institut, además, lamentamos la pérdida de un buen amigo, que deja recuerdos personales muy especiales a muchos de nuestros colaboradores y colaboradoras”, continúa Ebert. “Grass ha sido durante muchas décadas una de las voces alemanas más importantes del mundo, también y precisamente porque su relación con Alemania nunca estuvo del todo libre de tensión. Junto a su maravillosa obra literaria, nos ha dado también impulsos importantes para el debate social y político. Debemos estarle profundamente agradecidos, pues su participación ha sido decisiva para que el mundo recupere su confianza en Alemania – era conflictivo en el mejor de los sentidos.”

Grass y el Goethe-Institut también eran compañeros de lucha en otro tema, añade Lehmann: “Era un convencido y convincente abogado de los traductores. Consciente de la enorme importancia de su trabajo como constructores de puentes y barqueros que enlazan el conocimiento mutuo de las literaturas del mundo, los apoyaba y defendía sus intereses.” Así, durante muchos años Grass fue patrocinador del premio “Die Brücke” (El puente) para escritores y traductores, que Lehmann y Grass habían iniciado conjuntamente.

Klaus-Dieter Lehmann también guarda recuerdos muy personales del escritor – como lector y como compañero de vida. “El tambor de hojalata es uno de los libros que más me han marcado, que he releído una y otra vez en diversas etapas de mi vida.” Pero Lehmann tiene un recuerdo especialmente destacado, un día del año 1999: “En Estocolmo vi al ganador del premio Nobel de Literatura lleno de alegría de vivir. No sólo pasó toda la noche celebrándolo con su gran familia y sus amigos, entre los que tuve el honor de contarme, sino que además, al día siguiente, superó un maratón de lectura, algo que le valió las mayores simpatías, y no sólo por su estabilidad.”

Uno de los colaboradores del Goethe-Institut que han tratado con más frecuencia a Günter Grass en los últimos años es Martin Wälde, actual director del Instituto en Bombay. “He invitado a Günter Grass a tres grandes eventos”, recuerda Wälde. En el año 2007, a una gran celebración en su honor en Danzig, su ciudad natal, con motivo de su 80 cumpleaños. “Entonces lo invitamos a una mesa redonda en Danzig con el Goethe-Institut de Varsovia, en la que también participaban Lech Walesa y Richard von Weizsäcker. Este encuentro tuvo una importancia especial, porque el año anterior Grass había publicado por primera vez en su autobiografía su participación en las SS cuando era joven, lo cual provocó un escándalo a nivel internacional. Grass, la ‘conciencia moral’ de Alemania, el conflictivo poeta y agitador, había ocultado su afiliación a las SS durante décadas.” En aquel momento, Walesa incluso había llegado a solicitar la retirada de su título de ciudadano de honor de Danzig. “El encuentro en 2007 en Danzig fue una especie de reconciliación con Grass. Al fin y al cabo, Grass se había comprometido como ningún otro intelectual alemán en hacer las paces con Polonia.”

Durante más de cincuenta años, Günter Grass viajó por todo el mundo con el Goethe-Institut. Precisamente para un escritor joven, estas experiencias en el extranjero fueron de gran valor. “Significaban la posibilidad de salir de la situación alemana-alemana”, explicó Grass en una entrevista con motivo del 60 aniversario del Goethe-Institut. Uno de estos viajes con el Goethe-Institut en los años setenta llegó a integrarse directamente en una de sus obras: “Cuando llegué a Calcuta y me vi confrontado con los barrios de chabolas y la miseria, pero a la vez con la alta cultura bengalí y el bullir de la vida, al principio no podía escribir”, comentaba Grass. Por eso empezó por dibujar. “A través del dibujo llegué a una escritura semejante a un diario, que luego se convirtió en un largo poema sobre Calcuta. A partir de estos tres elementos – anotaciones del diario, poema y dibujos – compuse el libro Sacar la lengua.”

El colaborador del Goethe-Institut Martin Wälde recuerda una visita posterior de Grass a Calcuta muchos años después, en enero de 2005. Comenta que las dos semanas de su estancia en la metrópoli “fueron más bien como la visita de un jefe de estado con escolta policial. Grass era, con toda certeza, el escritor e intelectual más relevante en el intercambio cultural con la India; allí lo conocía casi todo el mundo, sobre todo en Bengala.” Asegura que incluso los conductores de rickshaw en las calles de Calcuta lo reconocían de inmediato: “Oh, Mister Grass!”

La amistad que se profesaron Grass y el Goethe-Institut, que duró tantas décadas, estaba basada sobre todo en el respeto mutuo. Cuando preguntaron a Grass hace cuatro años qué le deseaba al Goethe-Institut por su 60 aniversario, contestó: “La opinión pública y el gobierno de turno deberían reconocer que el trabajo del Goethe-Institut se cuenta entre los logros más hermosos de la República Federal de Alemania.”