Diarios y literatura  La “escritura del yo”

© Érika Torres, 2019 © Érika Torres, 2019
La Biblioteca Estatal de Berlín planea exponer en septiembre de 2019 los nueve volúmenes de los diarios de viaje de Alexander von Humboldt. En ese texto de cuatro mil páginas, el naturalista prusiano relata principalmente el periplo que emprendió por el continente americano junto al médico y botánico francés Aimé Bonpland entre 1799 y 1804. Ahora bien, Humboldt no escribió solamente esos diarios sino que llevó cuadernos de notas en otras expediciones, por ejemplo, cuando visitó Inglaterra en 1790 o Rusia en 1829.
 
“Los diarios abundan en datos científicos y fueron la base para la elaboración de narraciones que Humboldt publicaría más tarde”, dice el historiador Pablo Diener, profesor de la Universidad Federal del Mato Grosso e investigador de las expediciones científicas de los siglos XVIII y XIX. “Son pocos los viajeros que publicaron sus diarios en una edición íntegra. Por ejemplo, el naturalista alemán Carl Friedrich Philipp von Martius escribió diarios de viajes muy personales y a la hora de publicarlos suprimió informaciones íntimas”, explica Diener.
 

Individuo y subjetividad

La práctica de escribir diarios experimenta su apogeo en los siglos XIX y XX. En general, quienes escribían diarios de viaje eran varones que se embarcaban en aventuras por el mundo durante la expansión colonialista europea. En cuanto al diario íntimo, se constituyó como territorio femenino. “Aunque el filósofo francés Michel Foucault hable de cartas y cuadernos de notas de pensadores antiguos, es el surgimiento de la idea de individuo en el Renacimiento y de la subjetividad moderna lo que despierta el interés por la llamada ‘escritura del yo’, que es el núcleo del diario”, explica Reinaldo Marques, profesor de la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). “La idea de privacidad que produjo la emergente sociedad burguesa en el siglo XIX refuerza esa tendencia.”
 
En ese momento surge en el universo literario europeo el personaje del “escritor” y con éste la idea del “diario de escritor”. “El diario de escritor puede tener alguna que otra confesión íntima, pero en general se lo piensa como obra a ser publicada, además de servir como depósito de ideas que pueden ser usadas en textos ficcionales o poéticos”, apunta Myriam Ávila, también profesora de la Facultad de Letras de la UFMG y autora del libro Diários de Escritores. “En el diario de la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, muchas veces no sabemos si está hablando de la vida personal o si ya está elaborando ya un cuento”, completa Ávila.
 

Escritura intimista

Además de Mansfield, otros literatos anotaron sus ideas e impresiones en cuadernos, como el alemán Thomas Mann, los ingleses Virginia Woolf y Lewis Carroll, el francés Charles Baudelaire y la estadounidense Sylvia Plath. Otro ejemplo es el ruso León Tolstoi, que en 1847 comenzó un diario que continuó a lo largo de sesenta años, y más tarde, en 1980, firmó el prólogo de la edición rusa del Diario íntimo, del filósofo, crítico y poeta suizo Henri-Frédéric Amiel.
 

Fruto de casi diecisiete mil páginas manuscritas, el diario de Amiel fue publicado a fines del siglo XIX. Luego conquistó lectores en todo el mundo, entre ellos al poeta portugués Fernando Pessoa, y también tuvo su repercusión en la escena literaria de Brasil. “En los inicios del siglo XX, todas las bibliotecas de nuestros escritores ostentaban un ejemplar del diario de Amiel, fuera en francés o en portugués. Entre los diarios de escritores que tuvieron gran circulación en el Brasil de aquella época también estaban los diarios del escritor checo de lengua alemana Franz Kafka y del poeta francés André Gide”, apunta Ávila. “Por cierto, esas lecturas formaron parte del universo de formación de nuestros escritores de la primera mitad del siglo XX y funcionaron como modelo para la escritura intimista y sirvieron para reconocer el camino de construcción del escritor como profesional.” 

 


 

Formas de coleccionar

Por otro lado, según la investigadora, el hábito de escribir un diario propio nunca fue frecuente entre los escritores brasileños, si se los compara con los autores europeos, sobre todos los franceses. “En Brasil, esa producción sólo alcanzó un período más fecundo entre las décadas del treinta y del cuarenta del siglo XX, cuando se empieza a consolidar la profesión de escritor”, afirma Ávila.
 
Entre los aficionados estaba el escritor y diplomático minero João Guimarães Rosa. Uno de sus diarios fue escrito entre 1938 y 1942, cuando el futuro autor de Grande Sertão: Veredas ejercía la función de cónsul adjunto de Brasil en Hamburgo, Alemania. En medio de textos e imágenes, llama la atención en sus cuadernos de notas la diversidad de las entradas, que van desde una lista de condimentos de la cocina alemana hasta citas de libros pasando por visitas al zoológico y relatos de guerra.
 
“Tal vez sea el único testimonio de un escritor latinoamericano de su importancia sobre uno de los momentos más trágicos de la historia occidental del siglo XX”, observa Marques, que participó del equipo de investigación de la UFMG, dirigido por la profesora Eneida de Souza, responsable de la edición del material, interrumpida en 2005 por la oposición de la familia del escritor. Debido a esto, el llamado “diario alemán” de Rosa sigue inédito. “Además de la importancia histórica, los cuadernos de notas muestran que leer y escribir son formas de coleccionar”, observa Marques.

 
Medios diferentes

Un ejemplo de ese coleccionismo es el diario de la poetisa Júlia de Carvalho Hansen, autora de, entre otros libros, Seiva, veneno ou fruto. “Siempre llevo un cuaderno conmigo, del mismo modelo siempre y de la misma marca, y el bolígrafo que uso también es siempre el mismo”, cuenta la paulista de treinta y cuatro años. “Lo que va cambiando en el contenido de los diarios es que cada año escribo con intervalos más grande y con el correr de los años el interior de las páginas se va volviendo un espacio de cálculos de gastos, de contactos de plomeros, borradores de estudios del I-ching, versos que me vienen a la cabeza repentinamente, relatos de algo que me pasó y quiero registrar para tratar de entenderlo o simplemente porque es fundamental para otra cosa”. Además del papel, Hansen escribe sus registros en el blog personal Alforria Blues y en una red social. “En el diario en papel digo todo, pero el diario virtual, como hay más exposición, es más cifrado, con lagunas, omisiones y ficciones.”, observa. “Pero no lo veo como autocensura sino como una consciencia de cada medio de escritura.”
 
Según el crítico literario Manuel da Costa Pinto, la exposición virtual pone en jaque el sentido de la privacidad en que se basa el diario en papel. “Considero difícil que alguien haga confesiones muy íntimas en blogs redes sociales sabiendo que aquello será leído de forma instantánea”, dice. “En el diario privado, uno puede expresar algo sin que se torne público en ese instante, el tiempo es diferente”. A su vez, para la carioca Laura Erber, autora de, entre otros libros, Os corpos e os dias y aficionada a las notas en cuadernos de papel y archivos virtuales, la elección del soporte no es importante. “Nunca se dice completamente la verdad por escrito, sea en el medio que sea”, resume la escritora.

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