En 1968, estudiantes de todo el mundo protestaron contra las estructuras autoritarias y la injusticia social. Un vistazo a México y Alemania revela las conexiones transnacionales de este movimiento.
El año 1968 representa la contracultura, el alboroto juvenil y la revuelta estudiantil. En París, Berlín, Praga, Nueva York, Varsovia y Ciudad de México, los estudiantes salieron a las calles para luchar por los derechos humanos y la justicia social. A través de manifestaciones, teatro callejero, ocupaciones de aulas, panfletos y periódicos, impulsaron cambios políticos en diversos países. Sin embargo, los estudiantes también enfrentaron una masiva represión estatal.Los objetivos concretos y las demandas políticas del movimiento variaban significativamente entre los distintos países, aunque sólo en parte. La comparación entre México y Alemania muestra cómo el movimiento estudiantil del 68, a pesar de las diferencias nacionales, estuvo marcado por un pensamiento internacionalista: un ideal que buscaba unir a las personas más allá de las fronteras para luchar por un mundo más justo.
México: Resistencia y represión previas a los Juegos Olímpicos
México sería el primer país latinoamericano en albergar los Juegos Olímpicos en 1968. Mientras el gobierno se preparaba para este gran evento, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México salieron a las calles para protestar contra las desigualdades sociales. A pesar del “Milagro mexicano” —un período de crecimiento económico que inició en la década de 1940—, la nueva riqueza no se distribuía equitativamente entre todas las clases sociales. Al mismo tiempo, la política autoritaria del PRI (Partido Revolucionario Institucional), el partido gobernante, bajo el presidente Gustavo Díaz Ordaz, intensificaba las restricciones a la libertad de expresión y de manifestación. Ante la inminencia de los Juegos Olímpicos, el gobierno mexicano veía las protestas cada vez más como una mácula en su imagen de estabilidad interna. A lo largo de 1968, los estudiantes enfrentaron una represión creciente, con desalojos militares de sus universidades, detenciones y violencia policial. En solidaridad, padres, docentes y trabajadores se unieron a las manifestaciones, haciendo que el movimiento creciera hasta alcanzar medio millón de personas. Pocos días antes del inicio de los Juegos Olímpicos, la violencia estatal escaló hasta culminar en la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre, donde murieron alrededor de cuatrocientas personas. En 1971, la violencia masiva contra el movimiento del 68 continuó con la masacre conocida como “El halconazo”, perpetrada por miembros de un grupo paramilitar conocido como los “Halcones”, al cual auspiciaba el estado. Ambos eventos permanecen en la memoria colectiva del país hasta el día de hoy.
Escanografía con manipulación digital de un estudiante detenido por policías | © Eriza Visual - @eriza.visual / @polansky.rodriguez
En Alemania, el estado y la policía también reprimieron duramente a los manifestantes en 1968. El asesinato público del estudiante Benno Ohnesorg durante una protesta en 1967 se considera el evento fundacional del movimiento estudiantil, que alcanzó su punto culminante con las revueltas tras el atentado contra Rudi Dutschke en abril de 1968. Los estudiantes protestaron por reformas educativas a nivel nacional, libertad de prensa y una mayor participación política en las universidades. Exigieron una revisión consecuente de la era del Nacionalsocialismo, mediante la destitución de profesores con pasado nazi, por ejemplo. Al mismo tiempo, ampliaron sus demandas a temas transnacionales, como el fin de la guerra de Vietnam, y dieron muestras de solidaridad con movimientos antiimperialistas.
Para 1969, las protestas en Alemania disminuyeron, ya que el movimiento se fragmentó debido a conflictos internos y la falta de una dirección política unificada. Sin embargo, aunque los manifestantes representaban una minoría social, sus demandas políticas tuvieron un gran impacto. Se implementaron reformas educativas, y esta lucha allanó el camino para movimientos posteriores, como los antinucleares, feministas y ecologistas.
Escanografía con manipulación digital de estudiantes y represión | © Eriza Visual - @eriza.visual / @polansky.rodriguez
El movimiento en ambos países compartía posiciones comunes, por ejemplo, la demanda del fin de la guerra de Vietnam, vista como un símbolo de la opresión imperialista y la explotación capitalista. Otra similitud fue el surgimiento de corrientes intelectuales y grupos estudiantiles que abogaban por la democratización de la educación superior y la sociedad en general. El movimiento del 68 también fue expresión de una globalización acelerada, en la que los programas de intercambio fomentaron redes internacionales de estudiantes y activistas. Al mismo tiempo, los estilos de operación se transmitían a través del Atlántico. El carácter global de 1968 no sólo se deriva de fundamentos ideológicos compartidos, sino también de una nueva conciencia política y colectiva que los estudiantes de todo el mundo compartían.
Una perspectiva únicamente nacional no es suficiente para comprender por completo las olas de protesta internacionales de 1968. El movimiento del 68 sólo se vuelve comprensible cuando se consideran sus dimensiones nacionales, regionales y globales como interconectadas e interdependientes.
Las réplicas del 68
Los movimientos estudiantiles de 1968 se han arraigado en la memoria colectiva de muchos países y representan un importante punto de referencia histórico para los movimientos sociopolíticos actuales. En México, la masacre de Tlatelolco sigue siendo un recordatorio de la represión estatal de 1968 y 1971. Tlatelolco y la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014 siguen siendo símbolos de la falta de revisión estatal y la impunidad persistente de los responsables. En Alemania, los estudiantes y los jóvenes siguen siendo actores centrales en los cambios sociopolíticos, lo que también los expone a una mayor violencia estatal. La demanda de solidaridad internacional —el fin de las exportaciones de armas alemanas a zonas de guerra, por ejemplo— sigue vigente hasta el día de hoy.