El movimiento dadaísta de principios del siglo XX fue una protesta artística contra el caos de la época, la guerra y la hegemonía de los tecnócratas. Andreas Trojan presenta las principales etapas.
Un hombre delgado y alto está sobre el escenario. Viste un extraño disfraz hecho de cartón, más tarde se le llamará “cubista”. Un sombrero cilíndrico decora su cabeza. El largo cuello del traje, que llega hasta las manos, no permite ni un solo movimiento del cuerpo. Rígido, el hombre recita extraños versos:gadji beri bimba / glandridi lauli lonni cadori / gadjama bim beri glassala / glandridi glassala tuffin i zimbrabim
“¿Para qué tener espíritu en un mundo mecánico?”
Cambio de escena. En noviembre de 1918, Johannes Baader, autoproclamado como “Oberdada”, entra a la Catedral de Berlín, interrumpe al “predicador de la corte” Ernst Dryander, repartiendo volantes con lemas como “¡Invierta su dinero en dadá!”, y grita a la multitud: “Yo les pregunto: ¿qué les importa Jesucristo? ¡No les importa un pepino!”. No hay que enfocarse tanto en el elemento religioso dentro del dadaísmo, pero muchas puestas en escena, manifiestos, poemas y otras contribuciones verbales son indicativos de una crisis existencial. El dadaísta berlinés Raoul Hausmann lo expresó de forma clara: “¿Para qué tener espíritu en un mundo mecánico?”El concepto central en la reflexión de Hausmann es el “espíritu”, entendido como el espíritu humano en el sentido de “entendimiento” y “razón”. Los filósofos de la Ilustración apostaron por el desarrollo y la liberación del ser humano basados en el poder de estos dos conceptos. Y esta apuesta parece haberse cumplido a mediados del siglo XIX: barcos de vapor, redes ferroviarias, la red global de telégrafos que historiadores como Jürgen Osterhammel llamaron la primera world wide web, y los avances médicos hicieron parecer que el mundo moderno era el paraíso de la tecnología, de las ciencias naturales y de la prosperidad en constante crecimiento. Si siglos atrás los héroes y heroínas de las épicas y las novelas habían sido nobles y burgueses, ahora había aparecido un nuevo tipo de héroe o heroína en la literatura. En las novelas de Jules Verne es el ingeniero. Imaginemos por un momento que alguien le hubiera pedido al consejero privado Goethe que dejara que su Wilhelm Meister, tras sus años de aprendizaje y viajes, se abriera camino en la vida como ingeniero. Goethe no habría entendido cómo puede pedirse eso de él. La tecnología, o sea la Ilustración aplicada, parecer posibilitar el paraíso en la Tierra. La mayoría de los padres de los dadaístas fueron grandes burgueses y compartían esa forma de pensar. Entonces llegó el repentino fin del sueño: la Primera Guerra Mundial. La tecnología se convirtió en una maquinaría asesina global.
El espíritu burgués ha muerto
Con la llegada del dadaísta Tristan Tzara, originario de Rumania, la forma de interpretación en Zúrich cambió; se volvió más radical. Tzara lanzaba duras oraciones en el rostro de un público desconcertado: “Dadá trabaja con todas sus fuerzas para introducir a los idiotas en todas partes. Pero de forma consciente. Nosotros mismos aspiramos a ser cada vez más idiotas.” Dicho de otra forma: El espíritu burgués ha muerto. Especialmente violenta fue la “8ª Dada-Soiree” en abril de 1919. El “barón dadá” Walter Serner le dio a un maniquí sin cabeza unas flores artificiales para que las oliera, le lanzó un beso en dirección a la cabeza y depositó el ramo a los pies del maniquí. A continuación, el público entró en frenesí. El dadaísta Hans Richter recuerda: “Los jóvenes saltaban con pedazos de los pasamanos en las manos sobre el escenario, persiguieron a Serner hasta el sótano, destrozaron el maniquí, la silla, pisotearon el ramo. La sala entera era una revuelta.” Se puede decir con toda tranquilidad que “se consumó completamente el “épater le bourgeois” (“dejar atónito al burgués”). El espíritu de los valores burgueses quedó atrás. La conclusión de Richter fue que “el público se hizo tomó conciencia de sí mismo por medio de la interpretación de Serner.”Con el final de la guerra se desarticuló la formación dadaísta en Zúrich. Los migrantes volvieron a casa. El movimiento dadaísta en Berlín tampoco tuvo una larga vida tras la guerra. Entonces, en 1919, Tristan Tzara se mudó a París y se unió a los jóvenes poetas franceses de la revista Littérature. Ciertamente, con este nombre se estableció la nueva dirección de impacto: dadá debía ser literario. Por supuesto, en París también hubo varias manifestaciones dadaístas en las que el público, en su mayoría ignorante de lo que sucedía, se veía confrontado con lemas y textos dadaístas que les echaban en cara su reprobable moral burguesa y su actitud conservadora hacia el arte. Los sueños, el inconsciente y el deseo debían dirigir la mente del ser humano en otra dirección, para alejarla de la razón, el entendimiento y la lógica occidental. Sigmund Freud se convirtió en la fuente de inspiración de los surrealistas, que proporcionaron una base teórica al dadaísmo. Al igual que Ball o Baader tenían una ligera orientación religiosa, el que más tarde sería el “jefe de la corte” (como también se le llamó) de los surrealistas, André Breton, que rechazaba a la Iglesia cristiana oficial por su cercanía a la burguesía, trabajaba con conceptos fijos como “révélation/revelación” y “le merveilleux/lo maravilloso”.
El mejor jabón de leche de lirio del mundo
Sin embargo, la lucha dadaísta contra la burguesía y su concepción tradicional del arte siguió estando en la agenda de los surrealistas. Lo que une al dadaísmo y al surrealismo es la idea de que el auge de la tecnología, unido a una ingenua fe en el proceso, puede conducir a la catástrofe. La orientación provocativa del dadaísmo, combinada con una práctica artística conceptual en el surrealismo, también puede considerarse un factor de éxito. No solo en París, Bruselas o Praga había grupos surrealistas, sino en casi todo el mundo: en Nueva York, Belgrado, Madrid, Barcelona, Lisboa, Londres, Buenos Aires, Quebec y Montreal, entre otros muchos lugares. Y las manifestaciones públicas del dadaísmo fueron, sin lugar a duda, formas tempranas del arte de acción, los happenings y performances artísticos, como los realizaron Fluxus, el neodadaísmo y otros grupos después de 1945. Así se cumplió lo que Hugo Ball dijo en su manifiesto durante la primera velada dadaísta en julio de 1917 a los desconcertados habitantes de Zúrich y a los migrantes sedientos de cambio: “Dadá es el alma del mundo, la atracción principal, dadá es el mejor jabón de leche de lirios del mundo”.Literatura recomendada
- Dietmar Elger: Dadaismus. Taschen 2022
- Cathrin Klingsöhr-Leroy: Surrealismus. Taschen 2022.
- Maximilian Letze (Ed.): Surrealismus: Welten im Dialog. Hirmer 2024.
- Martin Mittelmeier: Dada: Eine Jahrhundertgeschichte. Siedler 2016.
- Andreas Puff-Trojan: Der Surrealismus. Kunst, Literatur, Leben. C. H. Beck 2024