La alternativa no es tal
Detenerse es retroceder es progresar

Ardilla Foto (detalle): Allan Hack © Wikimedia Commons

Detenerse es, de alguna manera u otra, una mala señal, porque solamente se puede detener aquello que realmente debería progresar. Pero como no existe ninguna meta fuera del progreso mismo, solamente hay progreso y por lo tanto, a pesar de todos los cambios, todo se queda siempre igual, la rueda de la historia sigue rodando, sin miramientos y sin toparse con obstáculos, hacia un futuro mejor que sin embargo nunca alcanzará.
 

Dirk Braunstein

El Internet, más que los viajes al espacio, los antibióticos de amplio espectro y los asientos del wáter con calefacción integrada, ahora es la manifestación de progreso tecnológico, y nos informa que el dicho »Detenerse es retroceder« se remonta a Rudolf von Bennigsen-Foerder, que en su momento fue presidente de la junta directiva de VEBA AG; aquel gran compañía energética alemana que hoy en día actúa bajo el nombre ya bastante progresivo E.ON. Pero en realidad, tal dicho se encuentra ya en la obra de Fontane. La protagonista de su novela Mathilde Möhring desmantela la verdad profunda de la frase concisamente con las siguientes palabras: "Detenerse es retroceder, decía mi padre el año antes de su muerte, cuando no le dieron aguinaldo."

Para no hacer el cuento largo, el dicho se remonta a la colección de fábulas Speculum sapientiæ, escrita por el monje dominicano Bonjuan de Messina en el siglo XIV. Ahí dice: "Si steteris, retrocedis", en lenguaje moderna algo así como: ¡Quien frena, pierde! – aquí en la carrera por un lugar en la dicha celestial, según la voluntad del gerente neoliberal de alto nivel en la carrera de todos contra todos. Detenerse es, de alguna manera u otra, una mala señal, porque solamente se puede detener aquello que realmente debería progresar, y en este sentido hay otro escéptico de la detención que sabe contar sobre las bendiciones del progreso: "Quien se cierra ante las consecuencias que resultan de hechos dados se queda atrás en el tiempo. Personas que hacen eso siempre han existido y seguirán existiendo en el futuro. Pero apenas podrán obstaculizar la rueda de la historia y nunca lo detendrán." (Adolf Hitler, Mi lucha, tomo 2)

Quien por casualidad todavía no ha sido atropellado por la rueda de la historia –es lo que el progreso quiere–, tendrá que aprender, que progreso y detención son términos normativos que no tienen que comprobar su normatividad, porque los misántropos de todos los países del mundo pueden estar confiados de que se les entiende bien: el progreso es chido, detenerse es estúpido.

El progreso es chido, detenerse es estúpido

La oposición simple de progreso y detención, dinámica y estática, adelante y atrás se reconoce fácilmente como irracional: un progreso real se volvería redundante, puesto que llegaría a su meta. Pero como no existe ninguna meta fuera del progreso mismo, solamente hay progreso y por lo tanto, a pesar de todos los cambios, todo se queda siempre igual, la rueda de la historia sigue rodando, sin miramientos y sin toparse con obstáculos, hacia un futuro mejor que sin embargo nunca alcanzará:  "Que ´siga así´ es la catástrofe." (Walter Benjamin). Mientras las personas sufran a raíz del progreso estancado, su nocividad se hace cada vez más evidente: El progreso no es tan chido, solamente es normal. "Detenerse es retroceder": Tales discursos, en forma de perogrullada, son pasados por aquellos que podían disfrutar su fe en el progreso con toda la seguridad de triunfar hacia abajo a los perdedores de la historia, que están obligados a vivir una vida en detención permanente, pero pueden encontrar cierto gusto en el hecho de que la sufren en la sociedad más progresiva de todas. Y, desde luego, puede ser bueno o por lo menos cómodo vivir en el aquí y ahora progresivos. Sin embargo, eso lo sintieron las personas en todas las épocas; sería difícil hablar de progreso en ese sentido.

El progreso como proceso es lo mismo que la detención

Para que el progreso sea otra cosa que el progresar del tiempo, mientras los gobernantes expliquen a los gobernados cómo deban entender su propia historia, no será suficiente negarse a la alternativa de detenerse y progresar. Aquí no se trata de la negación de una fe en el progreso como lo comparten nacionalsocialistas, neoliberales y otros representantes “de aquel tipo de personas que, con la intención de que algo deba pasar, trajeron tanta inacción a la gente” (Karl Kraus). Se trata de que la alternativa no es tal, sino expresión de una ideología. La idea, de que exista un progreso desde hace cien o 2,000 años o desde tiempos inmemoriales, pone el concepto de progreso en ridículo. El progreso como proceso es lo mismo que la detención. Esta no es el contrario de aquel, sino el fin de la historia supuestamente progresiva lo sería. Lo que hace falta es un rompimiento que convertiría aquella historia, que hasta la fecha tan sólo es prehistoria, un “seguir adelante” ciego, finalmente en una historia formada razonablemente por personas que realmente merecería su nombre.

Todo esto puede parecer bastante despatarrado y pseudo-revolucionario. Pero tristemente es cierto que no hay otra alternativa que no sería también, a su vez, ideología: la de la revolución y el siempre más viejo progreso dentro de la detención.
               
Escribir esto, sin embargo, tampoco aporta nada todavía, porque sería asunto de la práctica etc.

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