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El cambio climático y el neocolonialismo
El colonialismo del clima como una nueva estructura de dominio

La selva tropical en llamas: fuego y columnas de humo en la región del Amazonas cerca de Porto Velho
La selva tropical en llamas: fuego y columnas de humo en la región del Amazonas cerca de Porto Velho | Foto (detalle): © picture alliance/Reuters/Bruno Kelly

Las catástrofes ecológicas son, entre otras cosas, el resultado de un despilfarro en el manejo de los recursos de nuestro planeta. Pero los ricos países industrializados se benefician también de la explotación de los países en vías de desarrollo.

De Petra Schönhöfer

En agosto de 2019, la opinión pública mundial miró con horror hacia Brasil: la selva tropical amazónica, de gran importancia para el sistema climático global y para la diversidad global de las especies, ardía en llamas. Las columnas de humo llegaron hasta São Paulo, el centro financiero brasileño, donde oscurecieron el cielo. Científicos, políticos y celebridades de todo el mundo se sintieron obligados a actuar de algún modo. Pero casi siempre se pasa por alto el hecho de que el comportamiento de los estados industriales y las empresas multinacionales que éstos apoyan podrían ser los principales responsables de las miserias ecológicas y humanitarias en la Amazonía y en muchas partes del mundo. Y, no obstante, la persistente explotación de materias primas, posibles gracias a acuerdos económico-políticos restrictivos entre el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la Unión Europea (UE), es una realidad en muchas de las antiguas colonias.

Día de la sobrecapacidad de la Tierra: cada año, más pronto

Y eso que cada año se nos hace, de nuevo, la apremiante advertencia: la organización Global Footprint calcula año con año el día de la sobrecapacidad de la Tierra, también conocido como “Earth Overshoot Day”: el día en el que se calcula que se han utilizado los recursos que la naturaleza podría volver a generar en el curso de un año. A partir de ese día, la humanidad vive el resto del año por encima de sus posibilidades. Porque nuestros recursos son finitos: la biocapacidad anual de la Tierra es de 1.7 hectáreas globales por persona. Sin embargo, en promedio cada persona usa por año 3.3 hectáreas globales. Actualmente, la población mundial vive como si tuviera a su disposición 1.75 planetas Tierra. Esto tiene diversas consecuencias para el medio ambiente, como el cambio climático y la extinción de las especies. En el año de 2019, el día de la sobrecapacidad de la Tierra fue el 29 de julio, la fecha más temprana desde la primera medición, en 1961. Australia, Estados Unidos, Rusia y Alemania son los países cuya huella ecológica es la más alta a nivel mundial. Si toda la población mundial tuviera el nivel de vida de la población alemana, incluso tendríamos que disponer de tres planetas Tierra.

La guerra por las materias primas

Según el Ministerio del Medio Ambiente alemán, en Alemania se usaron en 2018 aproximadamente 1.4 miles de millones de toneladas de combustibles fósiles, minerales, metales y biomasa: para la construcción de maquinaria, automóviles y aparatos electrónicos. Entre los metales se encuentran el hierro, cobre, cobalto y níquel, litio, platino, wolframio, indio, galio y tierras raras. El consumo en Alemania está 10 por ciento por encima del consumo europeo, e incluso 100 por ciento por encima del promedio global. Debido a que se está extendiendo este estilo de vida que consume tantos recursos, aumenta la demanda. Con consecuencias catastróficas: la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que más de 40 por ciento de todos los conflictos mundiales en los últimos años estuvieron relacionados con la explotación y el comercio de materias primas. Y mientras que muchos países del Sur global, sobre todo en el África Subsahariana, América Latina y el Caribe, siguen dependiendo cada vez más de la exportación de materias primas, la mayor parte del valor agregado se queda en los países del Norte global.

El colonialismo del clima como una nueva estructura de dominio

Estas cifras ponen rápidamente de manifiesto que Alemania –y otros países industrializados– viven, a nivel ecológico, a costa de otros. Por eso, desde hace algunos años se está difundiendo el concepto de colonialismo climático. “Detrás de esto se encuentra un modelo de desarrollo que produjo prosperidad en los países industrializados. Pero ésta sólo es posible explotando países menos desarrollados. Los países ricos están tercerizando sus lastres en países con huellas ecológicas más pequeñas”, explica el biólogo molecular y filósofo Christoph Rehmann-Sutter en su ensayo Stoppt den Klima-Kolonialismus (Detengan el colonialismo climático). El colonialismo, afirma, está vinculado con una estructura imperial de dominio: se establecieron asentamientos humanos en áreas remotas, para poder llevar los bienes y los productos al propio país. Si se considera cuán unilateralmente está distribuido el poder económico, esta definición también vale para los temas sobre el clima. “Cuando hablo del colonialismo climático, lo hago con la reserva de que en esta forma de la relocalización espacial y temporal de áreas productivas resulta más difícil reconocer las estructuras imperiales con las que los países dominan a los habitantes de los otros países. Aunque, sin duda, siguen existiendo estructuras de dominio entre los ricos países industriales y los territorios antes colonizados por ellos, sobre todo en el plano económico.” 

Vivir por encima de las posibilidades de otros

O como lo expresa el sociólogo Stephan Lessenich en su libro Neben uns die Sintflut (Junto a nosotros, el diluvio): “No vivimos por encima de nuestras posibilidades. Vivimos por encima de las posibilidades de otros.” También él estudia los efectos secundarios de la prosperidad occidental y llega a la misma conclusión. Sea que la agricultura hightech viva del destructivo cultivo de soya en Argentina, o que la erosión de los manglares de Tailandia nos provea con camarones a precio de dumping. Sea que la importancia de la arena para la industria de la construcción erosione las costas de África, o que nuestra basura plástica se arremoline en el Pacífico Norte: los países emergentes y en vías de desarrollo proveen las materias primas para el crecimiento de los países industrializados… y, al mismo tiempo, les sirven de basureros. Pero este crecimiento irrefrenable provoca catástrofes climáticas, y la inequidad ecológica provoca migración.
  • <b>Motosierras en la selva tropical</b><br>Los incendios en la Amazonia no marcan, por mucho, el inicio de la aniquilación de la selva tropical en Brasil, sino que más bien son otra faceta de la destrucción. Durante décadas, la selva tropical, sana y en buen funcionamiento, ha estado siendo transformada en plantíos de soya o de caña de azúcar o en campos de pastoreo para la producción de carne para Europa. Así, la selva tropical original devino en valioso suelo comercializable. Las multinacionales que allí operan, o sus clientes, suelen ser de los ricos países industriales. Foto (detalle): © picture alliance/WILDLIFE/M. Edwards
    Motosierras en la selva tropical
    Los incendios en la Amazonia no marcan, por mucho, el inicio de la aniquilación de la selva tropical en Brasil, sino que más bien son otra faceta de la destrucción. Durante décadas, la selva tropical, sana y en buen funcionamiento, ha estado siendo transformada en plantíos de soya o de caña de azúcar o en campos de pastoreo para la producción de carne para Europa. Así, la selva tropical original devino en valioso suelo comercializable. Las multinacionales que allí operan, o sus clientes, suelen ser de los ricos países industriales.
  • <b>Pescar las ganancias</b><br>También el consumo de pescado en Europa tiene sus lados negativos para el Sur global, como se puede observar, por ejemplo, en Senegal. En ese país el pescado es un alimento básico, y aproximadamente 600 mil personas viven del sector pesquero. Pero acuerdos de pesca les permiten también a flotas pesqueras de la Unión Europea (UE) pescar en aguas africanas. Porque la demanda de la UE ya no se puede cubrir con el pescado de sus propias aguas. Entonces, desde mayo de 2014 la UE tiene autorización para pescar, por ejemplo, 14 mil toneladas de atún en las costas senegalesas. Esto tiene como consecuencia que en Senegal muchas personas ya no puedan vivir de la pesca, y no es raro que tengan que abandonar su país. Foto (detalle): © picture alliance/imageBROKER/ Herbert Berger
    Pescar las ganancias
    También el consumo de pescado en Europa tiene sus lados negativos para el Sur global, como se puede observar, por ejemplo, en Senegal. En ese país el pescado es un alimento básico, y aproximadamente 600 mil personas viven del sector pesquero. Pero acuerdos de pesca les permiten también a flotas pesqueras de la Unión Europea (UE) pescar en aguas africanas. Porque la demanda de la UE ya no se puede cubrir con el pescado de sus propias aguas. Entonces, desde mayo de 2014 la UE tiene autorización para pescar, por ejemplo, 14 mil toneladas de atún en las costas senegalesas. Esto tiene como consecuencia que en Senegal muchas personas ya no puedan vivir de la pesca, y no es raro que tengan que abandonar su país.
  • <b>Un daño permanente al medio ambiente por el petróleo</b><br>La extracción de combustible es otro ejemplo: compañías multinacionales de energía, subvencionadas por la UE, extraen desde hace décadas petróleo en el delta del río Níger, en Nigeria. Los grandes beneficiarios son, sobre todo, las empresas occidentales y las élites locales. Una gran parte del petróleo se exporta a la Unión Europea. La contaminación ambiental y la destrucción de áreas agrícolas provocadas por el petróleo privan a la población de sus fuentes de subsistencia y provocan pobreza y enfermedad. Cada año cientos de miles de barriles de petróleo se filtran por tuberías agujeradas. Además, muchas empresas petroleras no obedecen las leyes nigerianas y promueven las estructuras corruptas. Foto (detalle): © picture alliance/Reuters/Akintunde Akinleye
    Un daño permanente al medio ambiente por el petróleo
    La extracción de combustible es otro ejemplo: compañías multinacionales de energía, subvencionadas por la UE, extraen desde hace décadas petróleo en el delta del río Níger, en Nigeria. Los grandes beneficiarios son, sobre todo, las empresas occidentales y las élites locales. Una gran parte del petróleo se exporta a la Unión Europea. La contaminación ambiental y la destrucción de áreas agrícolas provocadas por el petróleo privan a la población de sus fuentes de subsistencia y provocan pobreza y enfermedad. Cada año cientos de miles de barriles de petróleo se filtran por tuberías agujeradas. Además, muchas empresas petroleras no obedecen las leyes nigerianas y promueven las estructuras corruptas.
  • <b>Trabajo infantil para los teléfonos móviles</b><br>Según datos de la ONU, en todo el mundo trabajan alrededor de 168 millones de niñas y niños, muchos de ellos en África. En el sur de la República Democrática del Congo, según datos de UNICEF, más de 40 mil infantes trabajan en las minas, porque el Congo es uno de los principales países exportadores de coltán, cobalto y otros metales preciosos, indispensables para la producción de teléfonos móviles. Con la creciente demanda mundial de aparatos electrónicos, también crece la demanda de materias primas. En los países donde éstas se extraen, predominan los conflictos violentos por el control de los recursos, y la explotación de las materias primas va aparejada con violaciones a los derechos humanos, peligros para la salud y la destrucción de áreas agrícolas. Foto (detalle): © picture alliance/Reuters/Goran Tomasevic
    Trabajo infantil para los teléfonos móviles
    Según datos de la ONU, en todo el mundo trabajan alrededor de 168 millones de niñas y niños, muchos de ellos en África. En el sur de la República Democrática del Congo, según datos de UNICEF, más de 40 mil infantes trabajan en las minas, porque el Congo es uno de los principales países exportadores de coltán, cobalto y otros metales preciosos, indispensables para la producción de teléfonos móviles. Con la creciente demanda mundial de aparatos electrónicos, también crece la demanda de materias primas. En los países donde éstas se extraen, predominan los conflictos violentos por el control de los recursos, y la explotación de las materias primas va aparejada con violaciones a los derechos humanos, peligros para la salud y la destrucción de áreas agrícolas.
  • <b>Tsunami de chatarra electrónica</b><br>Mientras que aumenta el consumo, se acorta la vida útil de los productos electrónicos. En todo el mundo, en 2018 se produjeron 48.5 millones de toneladas de desperdicios eléctricos y electrónicos, también llamados e-waste o chatarra electrónica. En la UE, son cerca de 10 millones de toneladas anuales. Sólo 20 por ciento es reciclado, aproximadamente 15 por ciento es exportado fuera de Europa. Por eso, las Naciones Unidas alertan sobre un “tsunami de chatarra electrónica”: el vertedero de basura electrónica de peor fama en todo el mundo se llama Agbogbloshie, ubicado en las inmediaciones de Acra, la capital ghanesa. Ahí viven alrededor de 60 mil personas. Reciclan lo que los consumidores tiran. Para llegar a los valiosos metales, queman el plástico o los recubrimientos de goma, cuyos vapores venenosos provocan severos problemas de salud. Foto (detalle): © picture alliance/dpa/Gioia Forster
    Tsunami de chatarra electrónica
    Mientras que aumenta el consumo, se acorta la vida útil de los productos electrónicos. En todo el mundo, en 2018 se produjeron 48.5 millones de toneladas de desperdicios eléctricos y electrónicos, también llamados e-waste o chatarra electrónica. En la UE, son cerca de 10 millones de toneladas anuales. Sólo 20 por ciento es reciclado, aproximadamente 15 por ciento es exportado fuera de Europa. Por eso, las Naciones Unidas alertan sobre un “tsunami de chatarra electrónica”: el vertedero de basura electrónica de peor fama en todo el mundo se llama Agbogbloshie, ubicado en las inmediaciones de Acra, la capital ghanesa. Ahí viven alrededor de 60 mil personas. Reciclan lo que los consumidores tiran. Para llegar a los valiosos metales, queman el plástico o los recubrimientos de goma, cuyos vapores venenosos provocan severos problemas de salud.

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