Artículo
Un acercamiento a "Territorios desplazados"

En este relato sobre los primeros encuentros del laboratorio "Territorios desplazados", los artistas y curadores presentan y discuten los materiales sonoros traídos por cada una de las siete ciudades.  

Territorios desplazados 4 Discusiones previas a las acciones en el parque San Borja. | Foto: © Goethe-Institut Chile –Seré quien lleve a la escritura esta experiencia– pienso mientras llego a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, sede central para el laboratorio. Tremenda responsabilidad que rápidamente se hace carne al tener que discernir entre lo más y menos importante. Alguna frase clave por allá, un pequeño gesto por acá. No se trata solo de identificar las grandes ideas, se trata sobre todo de saber cómo repartir la mirada y la escucha para atender las ideas, los cuerpos, las músicas, la temperatura.

“Territorios desplazados” es el nombre del laboratorio que propone el grupo de Santiago en el marco del proyecto “El futuro de la memoria”. Se trata, según explican los anfitriones, de una propuesta que se concentra en las ideas de superposición y desplazamiento; Superposición temporal en tanto se asume un tiempo no lineal, donde lo que ya fue sigue siendo y lo que será vibra en el pasado y el presente. Desplazamiento en cuanto se propone la intervención de un territorio con relatos de otros territorios de la región (Bogotá, Buenos Aires, Lima, Montevideo, Río de Janeiro y São Paulo). Se invita a un abordaje sonoro del Parque San Borja, allí donde los militares chilenos montaron su propia versión del Bücherverbrennung nacionalsocialista quemando libros y otros materiales el 23 de septiembre de 1973; allí donde aún tiene signos vitales una idea de comunidad obsoleta a fuerza de metralla, que se levantó desde un proyecto arquitectónico y que resiste a fuerza de pequeños gestos ciudadanos; allí donde algún día hubo un gran hospital, ahora demolido; allí donde un grupo de jóvenes borrachos y con inclinación neonazi torturó y mató a Daniel Zamudio por homosexual en 2012.

Participan del laboratorio Mauricio Barría, Verónica Troncoso, Gonzalo Dalgalarrando y Juliane Kiss de Santiago; Úrsula Mendoza y Oscar Moreno de Bogotá; Gabriela Golder y Mariano Speratti de Buenos Aires; Sergio Llusera y Lucero Medina de Lima; Sabina Harari y Julio Cabrio de Montevideo, Shana Prado e Igor Vidor de Río de Janeiro y Raphael Escobar de Saõ Paulo.

Entonces, la experiencia de esta comunidad de artistas, gestores y curadores se enfocará en la intervención de este parque, habitado principalmente por niños, niñas y adolescentes que bailan particulares coreografías en base a canciones de pop coreano. Para esto, los participantes han traído materiales que emanan de sus prácticas artísticas, sus trabajos colaborativos con comunidades o sus procesos de investigación. Por lo tanto, buena parte del tiempo se destinará a la escucha y discusión de testimonios, canciones, lecturas, sonidos, diversas voces y musicalidades atravesadas por la violencia.

Aquí están nuestros materiales, allá, a algunos pasos, el parque. Esa distancia ínfima parece representar el mayor desafío de este encuentro. Es que aquello que se recorre en segundos parece un abismo mientras no se resuelvan interrogantes como: ¿qué haremos con el espacio? ¿Debemos entender la intervención como un diálogo o una ruptura? Todo desplazamiento supone un centro y, por lo tanto, un origen. Todo origen parece remitir a una esencia. Toda esencia dibuja un adentro y un afuera. Todo adentro-afuera bosqueja la figura de un extranjero. Finalmente, todos somos “turistas” cuando ocupamos un espacio de encuentro con el otro, no gravita aquí ni la nacionalidad ni la lengua; lo que nos vuelve extranjeros son las capas de memoria que no hemos explorado.

La expectativa supone dos cruces: por un lado, un diálogo entre los participantes del laboratorio y sus materiales y, por otro, el encuentro de esos materiales que se seleccionen (editen, corten, peguen, superpongan, loopeen, etc.) y el territorio. El primero, que agota buena parte del tiempo del laboratorio, parece hacer visible las superposiciones y desplazamientos que se propusieron como guía para la experiencia. El segundo, abre las preguntas por la comunidad, el territorio y las estrategias artísticas para su abordaje.

Las sesiones de revisión de material son enfrentadas con la vista puesta en la intervención del parque, pero, al mismo tiempo, emerge como una experiencia que levanta un objetivo en sí mismo: configurar una comunidad a partir del encuentro, diálogo del trabajo y el archivo. Desalojos, marginación, disciplinamiento, dictadura, guerra interna, tortura, muertos y más muertos, esparcidos por toda la región, aparecen a través de videos, audios, fotografías y lecturas.

La exposición de materiales se da más o menos así: el grupo de Montevideo expone dos canciones recuperadas de la película con la que ha trabajado (Juegos y rondas tradicionales del Uruguay), rondas que suponen un disciplinamiento corporal y ciertos roles de género. Se escuchan las rondas y se ven los videos. “Hacen así, así las lavanderas (…) las planchadoras (…) las peinadoras”. Se exponen algunas aprensiones, ya surgidas el día anterior, respecto de la pertinencia de esos materiales en este espacio y se discute la potencia o dificultad de los problemas del audio. ¿Hasta qué nivel dialogan las rondas y las canciones coreanas que bailan los adolescentes del parque? Y lo mismo con otra canción emanada desde el proyecto de Montevideo que se presenta, los niños y niñas cantan lo que quieren ser, en contrapunto, con el “deber ser” de las rondas.

El turno es ahora para Gabriela. Cuenta con los testimonios de sobrevivientes a la represión de la dictadura y escuchamos también el alegato de un militar. Gabriela reflexiona sobre la pertinencia de este audio, más que de los otros testimonios. Luego, habla de una página web que aloja canciones de infancia (Proyecto Arrorró) y piensa cómo se relaciona esto con la exposición de Montevideo. Se revisan algunas de estas canciones desde videos de la página. Se reflexiona sobre las voces infantiles, las adultas, las que dejaron de cantar, las que olvidaron, las que intentan recordar y a las que se les restituye su posibilidad de decir, de cantar. Hacia el final, aparecen interrogantes respecto de la potencia de los parlantes y modos de probar y resolver, la conversación transita entre el carácter técnico y ciertas conceptualizaciones en torno al sonido: cercanía, lejanía, lo fuerte, lo débil.

Río toma la palabra… y el sonido, en torno a su trabajo con la comunidad de Vila Autódromo. Advierten de la gran cantidad de material con que cuentan e invitan a escuchar el texto de una relatoría –realizada en el marco del segundo encuentro del grupo de artistas y arquitectos que hacen parte de “El futuro de la memoria”–. Comentan sobre el interés que suscita el tipo y nivel de descripción en el texto respecto de cómo abordar el problema de la memoria en el trabajo con las comunidades. Se proyecta a continuación el registro en video de María Da Penha, una líder de la comunidad con quien han trabajado. Ella le habla a un entusiasmado grupo de personas que la aplaude, se puede derrumbar una casa, no a las personas. En otro, vemos a Igor, quien presenta los materiales, en un par de planos levantando pesas, primero con la misma mujer sentada algunos metros más adelante; luego, con la demolición de una casa a sus espaldas, repite la acción hasta el agotamiento. Otro: misma acción, ahora a sus espaldas hay dos mujeres que conversan en una humilde peluquería, una peina y corta a la otra. Se comenta sobre la presencia y voz de esas mujeres. El video continúa, ahora en las afueras de esa casa. Los videos muestran el desolador paisaje de una villa casi reducida a escombros para levantar dependencias para los Juegos Olímpicos, maquinaria, restos y alguna construcción solitaria que permanece en pie.

Se explican algunos detalles de la compleja historia de esta villa y se escucha un audio testimonial de una habitante del lugar. Luego, una entrevista en video de la mujer del comienzo que habla de su casa, su comunidad, su felicidad en ese lugar, sus sueños. En otro audio Igor explica que la mujer, luego de estar hospitalizada, regresa a casa, pero ésta había desaparecido. Shana muestra otros audios desde su teléfono, un testimonio, un poema y un llamado a una ocupación: algunas cosas no cambian, algunas cosas necesitan ser recordadas, algunas cosas necesitan cambiar.

Hacia el final, Shana comenta sobre un registro que hizo de una entrevista a la ministra de defensa de Chile después de la muerte de Pinochet y el hostigamiento sufrido durante su asistencia al funeral por parte de los militares. Se discute sobre la factibilidad de traducción y hasta qué punto el mecanismo de los videos se desactiva al utilizar sólo los audios. ¿Cuáles de estos registros podrían dialogar con el espacio? ¿Cómo dialoga la realidad de la comunidad presentada y la de San Borja? ¿La amenaza inmobiliaria se podría entender como algo que ya ha acontecido, pero que, a la vez, puede acontecer en cualquier momento? ¿Cuál es el valor de los discursos y las contradicciones para abordar estos territorios desplazados y amenazados? Se aborda el problema de la resistencia y cómo el huerto urbano del parque podría implicar un signo, un enclave en ese sentido. Nuevamente aparece el problema de las intensidades de los audios en la medida que ciertas consideraciones políticas deberían definir qué audios suenan con más volumen. ¿Qué es un alojamiento temporal, en un parque, en una villa, en una iglesia, en un centro de tortura, etc.?

Continúan Lucero y Sergio, quienes exponen un audio del testimonio de un estudiante víctima de violencia, perteneciente a la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Una canción del grupo Sangre Púrpura llamada “Qué te pasa Javier”. Un extracto de un documental sobre el grupo de poetas Kloaka en torno al conflicto armado interno. Tres extractos de proyectos correspondientes al curso de Teatro y Memoria. Y, finalmente, un texto correspondiente a la transcripción de un audio capturado de una llamada telefónica de una persona antes de morir en el incendio ocurrido en la galería Nicolini en la zona de las Malvinas en Lima. Allí varios jóvenes trabajadores, sometidos a trabajar bajo el encierro, murieron calcinados por las llamas.

Continúa Raphael, quien presenta su trabajo en torno al barrio Santa Ifigênia en la región de la Luz en São Paulo. Conocido como “Cracolandia”, según una autodenominación que juega sarcásticamente con la imposibilidad de ingresar a Disneylandia y que, a su vez, hace referencia al tráfico y consumo de crack que caracteriza al barrio (consigna bajo la cual se justifican las violentas operaciones policiales que propician el ingreso del proyecto inmobiliario Nueva Luz). Emerge como lugar de resistencia y organización popular por antonomasia. Inicia con dos fotografías para dar paso a varios videos. El primero, un video de su autoría (Cultura) que describe el barrio y sus tensiones. El segundo, un video tipo reportaje de un medio alternativo de internet sobre un bloque del barrio. El tercero, un video que muestra la represión policial. El cuarto, un videoclip de una manifestación.

El turno de Óscar. Presenta fragmentos de dos videos correspondientes al proyecto La casa de la frontera, que nos acerca al trabajo de dos líderes comunitarios de Bogotá que se ocupan del problema de la memoria en sus territorios. La memoria histórica, un camino de esperanza muestra el trabajo de Blanca Pineda en Ciudad Bolívar y Un territorio en protección, el de Jaime Beltrán de localidad de Usme.

Mariano manifiesta su interés por el tema de la quema de libros y muestra dos videos en esa dirección. El primero, un testimonial sobre la quema de libros de Sarandí y, el segundo, uno de un periodista francés sobre la quema en las Torres de San Borja. Además, presenta el audio del poema Cadáveres de Néstor Perlongher.

Finalmente, Chile. Mauricio habla sobre App Recuerdos y manifiesta su interés en generar material en torno al desaparecido hospital. Gonzalo muestra fragmentos de audio de los testimonios de los asesinos de Daniel Zamudio. Una canción de Me llamo Sebastián que grafica la violencia heteronormativa y un testimonio de App Recuerdos. Verónica presenta audios que elaboró, junto con bailarinas, para una obra de danza, los cuales están basados en un instructivo de resistencia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y otras fuentes.

Luego, comienza el ensamblaje, la contaminación. Se trata ahora de elaborar las pistas que darán vida a las acciones. Esto funciona en un ir y venir, pues si bien las acciones han sido pensadas someramente de forma previa, la elección y edición de los materiales va generando preguntas que caen sobre esas acciones. Una vez definidas las pistas y las acciones, se va ordenando el material sobre el mapa. Se trata ahora de pensar un orden, duraciones, simultaneidad y sucesividad. La escena recuerda la típica representación cinematográfica del plan antes de la invasión, todos reunidos en torno al mapa se reparten labores y ya pueden identificarse los primeros síntomas de una especie de exaltación.