El aborto
Todavía un tabú en Brasil

El aborto: un tabú en Brasil
El aborto: un tabú en Brasil | Foto: Colourbox

El aborto, que según historiadores era usual en el pasado, ha sido criminalizado en el Brasil desde los años cuarenta. Sin embargo, la ilegalidad no ha impedido su práctica y a pesar de ser discutido por defensoras de los derechos de la mujer, el tema sigue siendo un tabú.

En el Brasil, el aborto no es algo nuevo. “Textos de cronistas y médicos de los siglos XVI y XVII ya hablan de él”, dice la historiadora Mary del Priore, autora de libros como História das Mulheres no Brasil e Histórias Íntimas: Sexualidade e Erotismo na História do Brasil. “Los viajeros observaban que en las calles de las ciudades se vendían hierbas abortivas como la ruda. Así mismo, las mujeres acostumbraban a provocar vómitos y diarreas para dar fin al embarazo”, cuenta la historiadora.

Apenas en los años setenta del siglo XX el aborto empezó a ser tema de debate a raíz de los movimientos feministas. Las tímidas discusiones de entonces han evolucionado solo de forma mínima hasta hoy, y así el aborto sigue siendo un tabú en la sociedad brasileña. “Comenzando con el hecho de que en Brasil el aborto es un crimen salvo en casos de violación, de riesgo para la mujer o en el caso de fetos anencéfalos”, comenta la antropóloga Debora Diniz, profesora de la facultad de Derecho de la Universidad de Brasilia e investigadora del Instituto para Bioética, Derechos Humanos y Género “Anis”. “Por ello, muchas mujeres que han abortado ilegalmente tienen temor de admitirlo y prefieren guardar silencio”, explica.

Según la antropóloga, hay otros factores que refuerzan el silencio en torno al tema: “Vivimos en un país con estrictas estructuras patriarcales. Es como si la mujer fuese una subalterna y no tuviera derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Además, este tema siempre se ha discutido con nociones morales o religiosas, a pesar de que Brasil es un estado laico. Hay por ejemplo una presencia masiva de la religión en los medios así como en el congreso, con lo que solo se tiene una perspectiva sobre el tema. Esto termina generando un escenario conservador y por temor a perder apoyo, muy pocos parlamentarios lo llevan a discusión”.

Rumores y humillaciones

Un paseo por la historia del Brasil ayuda a iluminar esta problemática. Según Mary del Priore, hasta el siglo XIX, la iglesia católica mostró una cierta tolerancia frente al aborto. “A causa de la creencia de que en el feto masculino el alma solo se desarrollaba cuarenta día después de la concepción, y en el feto femenino incluso después de ochenta días, para los teólogos de aquel tiempo el aborto no era un pecado, siempre y cuando se realizara antes de la ‘entrada del alma’”, cuenta. “Claro que todo se complicaba cuando existía la sospecha de que el aborto se practicaba después de una relación extraconyugal”.

A inicios del siglo XX, el control de natalidad se convirtió en una cuestión de interés público y el aborto se puso en la mira de las autoridades. “Los nacimientos eran esenciales no solo para la continuación de la especie, sino también de la sociedad brasileña. Por ello, la política y la medicina se dieron la mano para prescribir normas para el comportamiento reproductivo”, añade la historiadora.

El papel de la mujer

Una prueba de ello es que en los años treinta ganó fuerza la idea de la cohesión social como necesaria para fortalecer la sociedad brasileña. “Esto implicó la definición de un modelo de familia que proscribiera todas las amenazas al orden establecido: la inmoralidad, la sensualidad y el ocio. La población acusada de cometer estos delitos era sometida a represalias. El lugar de la mujer no era la calle, trabajando, sino en la casa con los hijos. No se trataba ya de controlar el tamaño de las familias, sino de conservarlas, de evitar su desaparición y las consecuencias de ésta: alcoholismo, delincuencia, crimen”, relata del Priore.

En este contexto, a partir de 1940 el Código Penal establecía prisión de hasta tres años para la mujer que abortara, haciendo excepciones en casos de violación o riesgos para la madre, los “casos ‘permitidos’”, según la historiadora. “A pesar de la ley, pocas mujeres fueron castigadas por abortar voluntariamente, pero la mayoría sí se enfrentó a represalias sociales: policía en su casa, interrogatorios de sus familiares y vecinos, rumores y humillaciones”.

Incomprensión general 

Para la psicoanalista Maria Rita Kehl, las mujeres brasileñas siguen sufriendo hoy en día bajo condiciones similares. “No se trata de estar a favor del aborto. Nadie lo está. El aborto es siempre la última salida para un embarazo no deseado. Pero aquí ese drama se agrava a causa de la ilegalidad, la maldad de los moralistas y la incomprensión general”, comenta Kehl. “El debate debe implicar políticas de salud pública para las clases pobres. De la clase media para arriba, las mujeres pagan grandes sumas para abortar en clínicas particulares, sin que su drama sea discutido por sacerdotes o jueces en las páginas de los periódicos”, añade la psicoanalista.

Debora Diniz está de acuerdo con esto. El Informe Nacional sobre Abortos, realizado por Diniz y el sociólogo Marcelo Medeiros, muestra que una de cada cinco mujeres brasileñas entre los 18 y 39 años han experimentado o intentado realizar un aborto. Además, la mujer que aborta de forma ilegal es mayoritariamente negra o pobre, poco educada, profesa alguna religión cristiana, se encuentra en una relación estable y ya tiene hijos. “Una mujer que nunca ha abortado probablemente conoce a una que sí lo ha hecho”, dice Diniz. Y concluye: “Mientras el tema no sea discutido bajo la óptica de la salud pública, la discusión no avanzará y mujeres seguirán muriendo”.

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