Crónicas de Leros

Soy Sol Prado, artista y diseñadora argentina.
 
Estoy viviendo en Atenas dentro de un proyecto de residencia artística deslocalizado. Yo misma estoy deslocalizada desde Marzo de 2017.

 

Si existe algo más artificial que la Documenta 14 –evento de arte quinquenal que se realiza en Kassel, Alemania, desde 1955– trasladándose por deseo propio a Atenas, Grecia, para desplegarse con su dispositivo de discursos políticos dentro de cajas blancas, y con sus altas cuotas de culpa euroblanca que van a purgarse en los pasillos de los museos griegos.
 
Si esto es artificial, pues podemos sumarle una residencia de arte que se traslada con artistas latinoamericanos a vivir la experiencia de estar en Atenas con motivo de la Documenta 14.
 
Sí, un cóctel artificial y anómalo que recorre caminos inciertos, intentando tomar formas y abandonarlas. Una experiencia de deslocalización, adaptación y producción.
 

Graffiti en las calles de Atenas © Sol Prado
Foto 1: Graffiti en las calles de Atenas

De Buenos Aires a Atenas con una pequeña escala en Río de Janeiro.
 
De Atenas a Leros con numerosas escalas en un ferry que se toma 11 horas en llegar a una isla, desde la cual, partiendo de la costa Este, se pueden ver las luces estridentes de los nuevos emprendimientos edilicios en Bodrum, Turquía. Una costa que, según cuentan los locales de Leros, está completamente construida con complejos blancos minimalistas provenientes del dinero fresco de una nueva burguesía turca que se ha beneficiado con el gobierno pseudo-democrático de Erdogan.
 
Son sólo luces, que toman forma de edificios new rich style en boca de las chicas griegas que me acompañan en el camino de la costa de Agia Marina, mientras comemos un souvlaki (un kebab versión griega con papas fritas dentro).
 
Agia Marina, la antigua ciudad-puerto de Leros, antes de que Leros fuera invadida por los italianos en 1912 y decidieran que la ciudad portuaria ya no estaría en Agia Marina, sino en PortoLago. Ellos, los italianos invasores, decidieron llamar así a la antigua Lakki: cuando se invade, se coloniza, los nombres se borran y, en ese borramiento, se pisotea la memoria, se la higieniza hasta olvidar qué alguna vez ese suelo se llamó Lakki.
 
PortoLago, devenida Lakki nuevamente tras la retirada de los italianos en 1943 y la “entrega” de la isla al entonces Reino de Grecia tras varias ocupaciones –alemanas y británicas– tiene el puerto principal de la isla de Leros. Una isla de 53 kilómetros cuadrados que supo ser codiciado territorio para los poderes de turno.
 
Portolago, arquitectura racionalista italiana Archivo Sol Prado
Foto 2: Portolago, arquitectura racionalista italiana

El único Ferry que recorre el trayecto entre Atenas y Leros lo hace cinco veces por semana. Llega al puerto de Lakki, tras pasar por Naxos, Patmos y Lipsi.
 
Nuestro viaje a Leros. Y digo “nuestro” porque algún loco se suma a ir a lo que un gran amigo poeta supo llamar el “ano de Europa”. En una Europa diezmada por el racismo, la humillación y el empobrecimiento, su ano, también, y como el de cualquier viviente, resulta ser un órgano político. Leros, una de las últimas islas del Dodecaneso, se caracteriza por recibir la población trash que la élite de turno no quiere ver alrededor de sus casas, ni pidiendo por una existencia un poco más digna en la puerta del supermercado.
 
Ubicación isla de Leros © Google Maps 2017
Foto 3: Ubicación isla de Leros

Leros guarda una larga memoria como depositario de humanos. Luego de la invasión italiana que estuvo aposentada en la isla por más de 30 años, años entre guerras de intensa construcción fascista: base aérea, una radio para comunicación directa con Roma, modernas edificaciones como radares antiaéreos, una base naval, etc. Esto implicó el traslado de 40.000 soldados italianos a una isla con 5.000 habitantes. Así mismo, se construyeron edificios enormes para contener a los generales, capitanes y soldados.
 
La distribución de estos edificios y sus dimensiones también responden a estas jerarquías: cuanto más pequeño, más privacidad, más alto rango, más poder. V.I.P., babe.
 
Luego de la Batalla de Leros –52 días de bombardeos por parte de la cazas alemanes– la isla cae a manos alemanas. Posteriormente, al final de la Segunda Guerra Mundial, los británicos hacen una breve ocupación de dos años hasta entregarla al Reino Griego.
 
Grecia no descansaba… Desde 1941 vivió una guerra civil interna entre la primera insurrección comunista tras la Segunda Guerra Mundial, y la población conservadora aliada con las fuerzas armadas monárquicas.
 
Esta guerra civil, que se extendió hasta el año 1967, dejó un saldo de destrucción en infraestructuras mucho peor al que implicó la ocupación ítalo-alemana en Grecia durante la Segunda Guerra Mundial, además de una represión política durísima hacia los disidentes por parte del gobierno de Georgios Papandreu, encarcelando a 100.000 personas en distintas prisiones del Mar Egeo.
 
Aquí vuelve a aparecer Leros en la escena, con sus enormes edificios de diseño italiano en desuso, perfectos para exiliar a los comunistas, revoltosos, artistas, filósofas, pensadoras, militantes, amas de casa, etc. de la escena, y retornar al tan deseado “orden y normalidad” , fundamental para la consolidación  de un Estado represivo y elitista. La pacificación de la sociedad a través de la represión violenta, oxímoron que se extiende hasta nuestros tiempos.
 
La historia griega sigue su paso por una forma de gobierno más evidente: la dictadura militar –una bien conocida forma de gobierno que han acompañado, exiliado y desaparecido a las muchas latinas.
 
La Dictadura de los Coroneles de instala en Grecia desde 1967 hasta 1974, y esto sistematiza el uso de la isla de Leros como sitio de exilio político, tortura y desarme de la resistencia al régimen.
 
Paralelamente, parte de los edificios monumentales de Leros son ocupados para darles otro simpático uso: depositar en la isla a los enfermos psiquiátricos de los sobreocupados hospitales de Atenas y las islas.
 
Una sociedad atravesada por la Segunda Guerra Mundial, luego por una violenta guerra civil y posteriormente por una higienista Dictadura militar, de seguro tendrá un alto número de personas afectadas por la aplicación desmesurada de la violencia, el empobrecimiento y los traumas de la guerra –y sus formas de gobierno. Otros y otras, solamente se salen un “poco” fuera de los estrechos márgenes de la “normalidad” y también son medicados e internados.
 
La normalidad es un sitio estricto, que no acepta mucha improvisación ni sensibilidad: pastillas para el dolor, para la melancolía, para el estrés, para la tristeza, para el desesperación ante la posibilidad de perderlo todo, para la falta de aptitudes que nos hagan deseables a nuestras vidas más vivibles.
 
Si no estas lo suficiente enfermo, el hospital psiquiátrico te asegura un diagnóstico deluxe y una serie de síntomas clarísimos que evacuarán toda clase de dudas sobre el mismo. Luego de una estadía de más de un mes usted sentirá la locura ingresar por sus poros y un aumento significativo de los volúmenes de baba en su boca gracias a los agradables efectos adversos de las píldoras.
 
Estar calmo, desnudo y babeado: esa debería ser la postal del hospital de Leros hacia el final de los sesentas y principio de los ochentas.
 
Hacia el hospital de Leros se decide trasladar entre 1958 y 1965 a 1998 pacientes –de los cuales mueren 111-, muchos de ellos pierden sus papeles de identificación y bastantes familias no son informadas de este traslado.
 
Se funda la “Colonia de Psicopáticos de Leros” –la nominación es provocadora y deshumanizante- y hacia allí deciden trasladar entre 1966 y 1980 a  otros 2076 pacientes, teniendo ahora un saldo de muertos para este segundo grupo de 1049 personas.
 
Es decir, en el segundo período mueren la mitad de los pacientes que ingresan.  ¿Qué sucedía en esta paradisíaca isla del Mar Egeo?
 
Un asilo en condiciones inhumanas, habitaciones con 200 personas durmiendo, sólo 2 psiquiatras para los 4.000 pacientes, y el trabajo de cuidado de los pacientes era realizado por ex-pescadores desempleados que devinieron en enfermeras y cuidadoras.
 
Situación vergonzosa que llegó a los medios de comunicación europeos tras la publicación de un artículo del London Observer en 1989 -Shame on you, Europe!
 
Periódico London Observer en 1989 © Sol Prado
Foto 4: Periódico London Observer en 1989

La conciencia inconfesablemente culposa de Europa estaba en ebullición. Grecia, en pleno proceso de asociación a la UE embarraba el terreno con un escándalo de magnitudes espeluznantes. No se podía permitir que esto sucediera bajo la bandera de las democracias blancas, neoliberales y aparentemente prósperas.
 
Lo cual derivó en numerosos informes, especialistas de renombre, viajes al “campo” para crear un plan integral de des-hospitalización dentro del Hospital Psiquiátrico de Leros. Psiquiatras y enfermeras se trasladaron a la isla, se redujo o cambió la medicación de los pacientes, se hizo una investigación para descubrir la identidad, por contactar a las familias y luego un proceso, con mediano éxito, para integrar a parte de los pacientes a la sociedad griega de la isla.
 
Los mayores pabellones de pacientes fueron definitivamente cerrados a principio de los 2000s, los que aún permanecían allí fueron trasladados a hogares de cuidados en el centro de la isla, y otros tantos pudieron vivir por su cuenta. Algunos otros continúan hoy en día bajo cuidado en las ex casas de los generales italianos, aquellos edificios más pequeños, con más privacidad y más poder. Sólo que ahora dicha relación de tamaño/poder no funciona como solía hacerlo.
 
A partir de los 2.000’s estos edificios entraron en un proceso de abandono. Incluso hoy en día se encuentran restos plásticos de píldoras, radiografías, carpetas con dibujos de los pacientes en sus clases de pintura, postales de navidad para juntar fondos para el hospital, etc.
 
Allí se respira un aire de abandono y desidia, a nadie le importó demasiado cuidar las fotografías de los pacientes de sus clases de alfarería, ni los dibujos, ni las historias clínicas que conviven con el polvo y las arañas.

Mientras tanto, algunas pacientes deambulan por las pasajes alrededor de estos edificios, presente y pasado recorriéndose, acostumbrados a no esperar que su memoria permanezca viva.
 
No quisiera seguir contando esta historia, pero lamentablemente el uso de depositario humano no acaba con el desmontaje del Hospital Psiquiátrico de Leros.
 
En la próxima carta sumaré a este relato dos densas capas a este tejido de abandono y endless espera. Y además, les contaré sobre la nueva inversión turística en la isla, el negocio de las ONG’s y la crisis migratoria europea.
 
Hospital Psiquiátrico de la isla de Leros © Sol Prado y Oliver Juric
Foto 5: Hospital Psiquiátrico de la isla de Leros

 
Hospital Psiquiátrico de la isla de Leros © Sol Prado y Oliver Juric
Foto 6: Hospital Psiquiátrico de la isla de Leros

 
Hospital Psiquiátrico de la isla de Leros © Sol Prado y Oliver Juric
Foto 7: Hospital Psiquiátrico de la isla de Leros