La política del coronavirus
“El enfrentamiento tiende puentes”

La política del coronavirus
La política del coronavirus |

En Alemania, miles de personas salen a la calle y protestan contra las medidas del gobierno en la crisis del coronavirus. Se reúnen tipos de gente que en condiciones normales poco o nada tienen que decirse, desde el ciudadano preocupado al adepto de las teorías conspirativas, el incondicional del esoterismo o el radical de derecha, y llaman la atención de los medios de comunicación, ¿deberíamos de preocuparnos? No necesariamente, opina el investigador de movilizaciones sociopolíticas Dieter Rucht, porque las manifestaciones forman parte del discurso democrático.

De Wolfgang Mulke

El catedrático emérito Dieter Rucht es miembro del Consejo Directivo del Instituto de Investigaciones Sociales sobre las movilizaciones sociopolíticas de Berlín.
El catedrático emérito Dieter Rucht es miembro del Consejo Directivo del Instituto de Investigaciones Sociales sobre las movilizaciones sociopolíticas de Berlín. | Foto: © archivo privado
Señor Rucht, en las protestas contra las nuevas medidas del gobierno contra el coronavirus coinciden grupos ciudadanos muy diversos, ¿cómo es posible? ¿Qué reúne a gente tan dispar? Tal acercamiento hasta ahora parecía impensable.

En este caso no se trata de un objetivo común, simplemente se trata de aprovechar la ocasión, que sí es común. Una manifestación pública interesa a los medios de comunicación por su puesta en escena, y en la obra se tratan ciertos intereses y objetivos de los que importa bien poco qué dice o quiere el vecin@ de al lado, esté a la izquierda, a la derecha, delante o detrás.

En verano de 2020, cuando se celebraron las manifestaciones más populares, el número de afectados y el efecto económico de la pandemia aún eran relativamente bajos. ¿Por qué ha saltado la protesta justo ahora en Alemania con tanta fuerza?

Creo que la razón principal tiene que ver con la “paradoja preventiva”, es decir, donde la crisis aún no ha cobrado relevancia, se suelen considerar las medidas preventivas totalmente exageradas. La pandemia no parece ser tan grave. No se reconoce que justamente esas medidas han logrado impedir el estallido de la pandemia. Ciertas decisiones políticas a priori contradictorias, que suelen darse en un estado federal, además favorece esta postura, porque provoca irritación y descontento.

¿Ya ha existido con anterioridad algún tipo de alianza de protesta tan peculiar como la actual?

De vez en cuando surgen coaliciones negativas en las que grupos oponentes se unen de manera puntual, por ejemplo, para derrotar a un contrincante común o para rechazar algún tipo de petición. Pero se trata de alianzas temporales que se aceptan por cuestiones tácticas, como cuando en 2014 se unieron grupos de izquierda y derecha en la Marcha por la Paz con motivo de la crisis ucraniana para protestar contra el capitalismo financiero. Hoy en día no veo un cálculo táctico o estratégico en juego, sino las ganas de llamar la atención y darse publicidad.

Gran parte de la rabia se dirige, como en otros países también, contra lo “establecido”, aunque no se sepa muy bien a qué se refiere. ¿Es posible que de este movimiento ahora difuso surja otro que trate de destruir estructuras ya vigentes, sin ofrecer antes una alternativa?

Eso solo pasa en casos excepcionales, cuando la oposición está escindida. Se me ocurre, por ejemplo, Israel, donde por un lado está la población judía ultraortodoxa, que quiere aislarse del mundo e imponer sus intereses a toda costa, y, por otro, la sociedad liberal de izquierda, que ni es cerrada ni quiere formar un frente homogéneo. En este caso, el grupo más pequeño impone su voluntad, a pesar de que el otro le gane en número. Así que es posible que una minoría imponga su voluntad a la mayoría, siempre que se muestre unida y decidida y calcule bien sus golpes. En Alemania, sin embargo, no creo que sea posible, o al menos por el momento. Aquí gran parte de la población sigue aferrada a las medidas de prevención, y además contamos con un frente democrático que no dudará en alzar la mano, si las protestas suben de volumen.

Sin embargo, existe la sensación de que los distintos frentes se endurecen, y no solo en lo referente al coronavirus. Otras cuestiones abiertas cómo el cambio climático, la movilidad, la digitalización o la migración también se agravan. ¿Nuestra sociedad se divide?

Percibo cierta tendencia hacia la polarización, aunque sin llegar a lo que pasa en Estados Unidos, nuestras circunstancias por suerte son otras. Si bien también nos enfrentamos a una serie de temas controvertidos que  escinden la sociedad, cada línea divisoria afecta a grupos muy dispares y conduce de nuevo al conflicto inicial, lo que suaviza la situación. Un ejemplo son los grupos de derecha que se declaran a favor del referéndum, lo que en un primer momento puede parecer como una apuesta por la democracia. Eso es, en el fondo, una aprobación de la democracia. También hay muchos grupos de izquierda que, como la derecha, pedirían mayor participación ciudadana.

En general parece que la tensión aumenta, ¿no le parece preocupante?

La tendencia de estos últimos cincuenta años ha sido la aparición de nuevos partidos y temas controvertidos. Las protestas se desatan. Mientras la sociedad no se escinda en dos grandes frentes, no hay problema, forma parte de la vida democrática. El enfrentamiento puede tender puentes, porque los extremos tienden a aproximarse con el tiempo.

¿Cómo habría que tratar a un negacionista de la COVID-19 o a un defensor de las teorías conspirativas? ¿Vale la pena razonar con ellos?

No existe una única estrategia válida para todos los grupos. Tratar de rebatir a un grupo recalcitrante de extrema derecha no tiene mucho sentido. En la derecha más permeable, sin embargo, la incertidumbre sin duda resulta latente. Este sería el grupo indicado para dialogar. A un negacionista de la COVID-19 habría que dejarle hablar, en vez de quitarle la palabra desde el primer momento. ¿Por qué ofuscarse en rebatir, cuándo resulta más util cuestionar? ¿Dónde leíste eso, se trata de una fuente fiable? Hay que admitir que en ciertos asuntos queda más de una pregunta urgente por contestar. Es legítimo que tengamos preguntas críticas. Y primero hay que crear un entorno propicio para la escucha, antes de adoptar una postura y lanzarse a rebatir con los hechos.

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