El Día del Trabajo
Un redescubrimiento generacional

El Primero de Mayo es una festividad celebrada en todo el mundo. En el caso de Alemania, tiene una historia totalmente singular: desde que los nazis acapararon la jornada hasta las “Manifestaciones Revolucionarias” en Berlín.
De Christian Werthschulte
Para la mayoría de los países, la historia del Primero de Mayo empieza en Chicago: allí fue donde, en 1886, un grupo de anarquistas convocó huelgas y mítines en favor de la jornada de ocho horas. Pero la iniciativa se salió de control: un desconocido arrojó una bomba en la plaza Haymarket, la policía abrió fuego, murieron docenas de personas y los organizadores fueron ejecutados. Tres años después, en su congreso fundacional celebrado en 1889 en París, la Segunda Internacional, que reunía a partidos y organizaciones obreras de todos los países, decidió declarar el Primero de Mayo Día Internacional de la Lucha Obrera en memoria de las víctimas. Quedaba puesta así la piedra fundacional de una historia llena de peripecias.
Hasta hoy en Alemania, como en otros países, cada Primero de Mayo decenas de miles de personas siguen saliendo a la calle para manifestarse. Especialmente conocidas son las manifestaciones de Berlín-Kreuzberg, que se ven siempre acompañadas de disturbios. ¿Qué significado hay detrás de todo ello?
El movimiento obrero en disputa
A diferencia de hoy, a finales del siglo XIX el Primero de Mayo no había sido nunca legalmente festivo en Alemania. “Quien fuera a una manifestación ese día se enfrentaba a la opción bastante probable de perder el trabajo o que lo detuvieran”, explica el historiador Ralf Hoffrogge, que investiga en Bochum y Potsdam sobre la historia de los movimientos sociales. El 1 de mayo de 1890 se llevó a cabo en Hamburgo una huelga general que concluyó con despido inmediato para todos los participantes. Aun así, antes de terminar el año el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) decidía que el Primero de Mayo fuera también en Alemania el Día de la Lucha Obrera. Desde ese momento comenzó a organizar todos los años manifestaciones a las que acudían desde unos cientos de personas en localidades pequeñas hasta 100.000 en grandes ciudades. Tan solo durante la Primera Guerra Mundial el SPD renunció a la iniciativa en apoyo a la política de guerra. Perseveraron en el asunto, sin embargo, las agrupaciones comunistas, que usaban sus actos para exigir también el final de la contienda.
“El conflicto entre los movimientos obreros comunista y socialdemócrata se mantuvo tras acabar la guerra”, refiere Hoffrogge. Así se puso de manifiesto en particular en el “Blutmai” (mayo sangriento) de 1929. El ministro del Interior de Prusia, del SPD, había prohibido las manifestaciones del Día de la Lucha Obrera, pero el Partido Comunista Alemán (KPD) decidió movilizarse. En Berlín, la policía respondió atacando a las personas participantes; murieron al menos 33 de ellas y 198 resultaron heridas. El “Blutmai” agudizó las tensiones entre el SPD y el KPD, restándoles fuerzas para la lucha contra el adversario común: los nazis.
La herencia de los nazis
Los nazis necesitaban respaldos entre la clase trabajadora del país para afianzar su poder. Así pues, le hicieron una oferta: el Primero de Mayo se convertiría desde 1933 en el “Día Nacional del Trabajo”. Los sindicatos, preocupados por perder si no su patrimonio, consintieron en participar. “Una equivocación terrorífica”, refiere Hoffrogge. El 2 de mayo de 1933, los sindicatos fueron desarticulados y se los integró en las organizaciones nazis. En Alemania no volvió a haber ningún movimiento obrero independiente, y a partir de 1934 todos los actos del Primero de Mayo fueron expresión del régimen totalitario nazi.

En la RFA, en cambio, la organización volvió a manos de los sindicatos. Además de exigir más cogestión, tiempos de trabajo menores y salarios más altos, se incorporaron también temas feministas, según explica la historiadora Gisela Notz, investigadora del movimiento de las mujeres: “Ya en la década de 1950, ‘El mismo salario para el mismo trabajo’ era una reivindicación de las sindicalistas”.
Los tumultos de Kreuzberg

Dentro de la izquierda, los tumultos recibieron una valoración ambivalente: hubo quienes los celebraron como una revuelta auténtica, y quienes los criticaron por apolíticos. Sea como fuere, constituyeron el comienzo de una tradición autóctona: la manifestación revolucionaria del Primero de Mayo en Berlín, en la que nunca faltan los disturbios. “Con sus más de 10.000 participantes, fue de sobra la mayor manifestación de la izquierda radical en Alemania”, afirma el historiador Hoffrogge. Siguió celebrándose cada año en Berlín-Kreuzberg, acompañada por un gran festival callejero multicultural, hasta la parada de 2020.
