En las miles de cartas que escribió y recibió, la amistad se revela como una de las grandes y palpables alegrías en la vida de Hannah Arendt. Las amigas y los amigos fueron refugio, dicha y renovación.
¿Por qué no escribí antes? La verdad es que no me «sentía bien»
En sus obras, Arendt reflexiona sobre lo que significaría «amar al mundo lo suficiente como para asumir la responsabilidad por él». El pensamiento y la acción afloran reiteradamente en sus obras, al igual que el desarraigo, la soledad, el perdón, los comienzos y el amor al mundo. Para Arendt, el pensamiento es un diálogo con nosotras y nosotros mismos, alejado de la mirada pública. Es privado no porque sea indecible o confesional, sino porque la inconclusión, la posibilidad y los comienzos son sus cualidades; este tipo de pensamiento permanente no está motivado por lo que queremos alcanzar o llegar a ser. No tiene fin.
Concibo la soledad como la superficie de una gota de agua. El aire de arriba, la superficie de abajo, la luz, son cruciales, al igual que el mundo y la experiencia son la sustancia de nuestros pensamientos; siempre estamos dentro de ella, y ella está dentro de nosotras y nosotros. Pero desprovisto de esta superficie, de esta soledad necesaria, el movimiento del pensamiento no tendrá hogar.
Leyendo las cartas de Arendt, se percibe también que la soledad no sería posible sin amistades íntimas: elegir acompañar y ser acompañado o acompañada
en la vida.
Te echo mucho de menos. Corren tiempos pésimos y deberíamos estar más unidas. Mary McCarthy a Hannah Arendt, noviembre de 1966 y febrero de 1968
El gran poeta de la dinastía Tang, Du Fu, surcó estos ríos. En el siglo VIII, él y su familia formaron parte de una marea de refugiados nacionales durante una horrible guerra civil. Sus mil cuatrocientos poemas ahondan en las visitas a los amigos y amigas: bebidas, juergas, duelo, darse cobijo entre todas y todos, proveerse de alimentos y artículos de primera necesidad… Es más que evidente que sin estos puntos de luz no se habría podido hacer vida, y mucho menos, arte.
Mientras leía la correspondencia de Arendt y pensaba en lo que ella llamaba sus «viajes involuntarios por el mundo» —obligada a escapar de la Alemania nazi en 1933, huyó, apátrida y sin papeles, por media docena de países e innumerables residencias temporales, antes de llegar a Nueva York en 1942—, pensé en ese mapa chino. La tierra y el mar son casi indistinguibles. Solo se aprecian grados de iluminación, cúmulos de luz e islas solitarias.
Resultan sorprendentes los inquietos e incesantes desplazamientos de Arendt a través de la Europa de la posguerra. Sus puntos de paso no son lugares, sino amistades. Dondequiera que estén, ese es el lugar al que ella regresa continuamente.
Me pesa el corazón. ¿Nos volveremos a ver? Los dos sentimos que aún tenemos mucho que decirnos.
En las voluminosas cartas accesibles al público lector de lengua inglesa, Arendt se muestra en todo su esplendor. La voz que unifica Los orígenes del totalitarismo, La condición humana, Hombres en tiempos de oscuridad y Eichmann en Jerusalén aparece aquí en toda su complejidad, pasión, impaciencia, paciencia, irreverencia, innegable brillantez, erudición, ternura y un tono sardónico que a menudo sirve para ocultar su duelo.
Quizá porque soy novelista, siempre me ha interesado la dimensión de la persona que hay detrás de los libros, lo que dejan sin decir. A veces, quién está detrás de los escritos es sorprendentemente insustancial, como si todos sus pensamientos y actos estuvieran dirigidos en última instancia hacia el exterior, hacia el autoengrandecimiento. No es el caso de Arendt. Sigo volviendo a sus libros y cartas no para sentirme de acuerdo con ella, ni para imbuirme de sus pensamientos, sino porque su compañía me impulsa a cuestionar el significado de mi propio pensamiento, a detenerme y pensar. En una carta del 27 de junio de 1946, Jaspers escribe una crítica incisiva de uno de los ensayos de Arendt (posiblemente Las semillas de una Internacional fascista, pero las y los biógrafos no están seguros):
Su ensayo encierra muchas observaciones y planteamientos brillantes y convincentes, por no hablar de la pasión que lo envuelve. No sé qué sugerirle. ¿Sería posible articular las conexiones con más cautela y, por tanto, con más fuerza, es decir, presentarlas de un modo históricamente más correcto y menos visionario?
Su definición de la política nazi como crimen («culpabilidad criminal») me parece cuestionable. En mi opinión, los crímenes nazis traspasan los límites de la ley; y eso es precisamente lo que determina su monstruosidad. Ningún castigo es suficientemente severo para estos crímenes. Puede que sea esencial ahorcar a Göring, pero es totalmente inadecuado.
La misiva concluye con una sorprendente y alegre expresión de gratitud muy arendtiana: "Pero ahora, cuando me debate de esta manera..., parece como si tuviera tierra firme bajo mis pies, como si estuviera de nuevo en el mundo".
Si tuviera que extenderme, me gustaría escribir sobre la preocupación de Arendt por las y los muertos —por las y los poetas, y por Rahel Vanhagen e Immanuel Kant— y sobre cómo, según ella, Jaspers habla en su monumental obra Los grandes filósofos con Sócrates, Confucio, Kant, Buda, Nagarjuna, Spinoza y muchos otros: "Los saca de su orden cronológico, y es como si entraras en un palacio enorme en el que los encuentras a todos en algún lugar, en un rincón u otro. Todos son contemporáneos, y él habla con ellos y contra ellos, a veces incluso de forma bastante injusta, como si estuvieran allí".
Para ella y para Jaspers, la amistad es un espacio en el que nos encontramos y escuchamos de verdad, incluso a través del tiempo y el espacio, las lenguas y las culturas. Esta mañana, abatida por mi propio dolor, me senté un rato en compañía de Arendt. Cuando, poco después de visitar a Jaspers y a su esposa Gertrud, recibe la noticia de que Jaspers se está muriendo, Arendt les escribe desde la distancia:
[...] y ahora lo sé. Y estoy aquí sentada pensando en ustedes dos y en la despedida que nos aguarda [...] No puedo expresar con palabras cómo me siento, sobre todo porque me embarga la gratitud por todo lo que me handado [...].
Con amor, Vuestra Hannah
marzo 2022