Stand-Up Feminista  La sobreviviente cómica y sus grietas

Collage con una máscara de teatro tragedia y flores que salen de una grieta. © Ricardo Roa

Un testimonio lúcido sobre cómo el humor puede ser una forma de sobrevivencia, resistencia y poder político. Desde la violencia vivida en carne propia hasta la creación del primer taller de Stand-Up feminista en México, este relato nos lleva a través de una genealogía femenina del humor, donde reír no es evasión, sino una forma de denunciar, de sanar y de reescribir las reglas. Un texto que incomoda, conmueve y, sobre todo, abre la puerta a imaginar nuevas narrativas para las mujeres desde la comedia.

Mi mejor manera de relacionarme con el mundo ha sido a partir de aquella frase de manifiesto feminista “Lo personal es político”. Fue una frase que conocí, cuando me metí de lleno al activismo feminista “de calle”, y a pesar de ser una premisa legada por los feminismos radicales en Estados Unidos durante la década de los 70, fue una base teórica de sentipensar fundamental, la cual retomamos las pioneras de la última ola de feminismos en el México contemporáneo. Me gusta, porque es una frase que implica un trabajo de integración: saber que todo lo que te acontece de forma individual, es causa y consecuencia de las decisiones colectivas a nivel de comunidad o de política.

Mi idea de plantear este ejercicio de escritura es compartir un testimonio, porque al fin de cuentas, es el relato más auténtico para la historia, para la difusión, para el compartimento. Y es en forma de viaje testimonial —de lo personal a lo colectivo— que puedo explicar de la mejor manera la importancia de la asociación entre comedia y mujeres.

El origen

Yo soy una sobreviviente. Viví casi veinte años inmersa en violencia extrema, feminicida. Mi padre fue un abusador que provocó en mí un estado constante de alerta de muerte, hipervigilancia y estrés. Viví entre golpes, sangre y gritos. Las cosas no son tan simples para quienes vivimos este tipo de violencia, porque rendirse a esa pulsión sería lo más esperado, lo más simple.

En realidad, siempre hay una grieta para quien pueda tener el privilegio, la suerte o el instinto de mirarlo. Esa grieta es la resiliencia. Y como digo en un chiste actual “Estoy cansada de ser fuerte, ya quiero ser bonita, les toca a las hijas de los ricos ser resilientes, hay una injusta distribución de la resiliencia”. Cuando planteo este chiste, pienso siempre que el sentido del humor ha sido para mí esa grieta de resiliencia. Desde mi punto de vista, el sentido del humor es como tal un sentido: como el sentido del tacto, del olfato, del equilibrio o del gusto. Es una manera de percibir la realidad en la que se implican todos tus sentidos, tu cuerpo y tus saberes de la cultura.

El sentido del humor está ligado a nuestra capacidad de observar el absurdo, en los códigos de la “normalidad”, y la “normalidad” no es más que eso: un conjunto de códigos que hemos pactado individual y socialmente para contener los intereses de cada tiempo y cada sociedad; sin embargo, la normalidad no siempre es justa, congruente, coherente o lógica. Está llena de absurdos.

Absurdo es, por ejemplo, que las mujeres en México no tenemos ni cien años de acceso al voto, por lo tanto, no tenemos ni cien años de ser ciudadanas legalmente. Absurdo son las ofensas más ridículas a las mujeres que defendemos nuestros derechos, desde cualquier ángulo, por ejemplo, llamarnos “mujeres sin papá “, como si el abandono fuera nuestra culpa. Estos tipos de broma/ofensa, colocan la burla a modo de humillación en las víctimas y no en los victimarios, porque esto implica toda una cosmogonía cultural, sobre el lugar del abuso, que se traduce en aplausos para quien abusa y burlas para quien es abusada/o. El poder de colocar la burla o el sarcasmo en quien oprime y no al revés, es un hecho simple, simbólico y lingüístico, que a pesar de que parece sencillo, es tajante y poderoso. Es un cambio global en el modo de ejercer el humor.

No estoy de acuerdo con ese postulado, que tienen muchos estilos de comedia, de que el standup es una manera de “burlarte de tus desgracias”. Desde una política narrativa elaborada del feminismo, pienso que una no se burla de sí misma, ni se autoviolenta. Te burlas de las circunstancias, de la normatividad que es absurda y a la que absurdamente seguimos. Esto por el lado del sentido del humor, pero por el lado de la comedia, pienso que es un sistema, puede ser un sistema literario, escénico, publicitario o de comunicación, en donde cada formato tiene sus propias reglas. La comedia literaria es lenta y de planteamientos largos, la comedia publicitaria apela a los efectos, la comedia escénica requiere de una conciencia específica del cuerpo y sus potencias. Por otra parte, la forma hace fondo, y el fondo hace forma, porque la capacidad de profundizar o no en las potencias de la comedia, dependen mucho de los objetivos que se tengan.

A través de los años, la comedia siempre ha sido vista como un género menor, porque en los discursos dominantes no toca las “grandes pasiones”, sino lo inocuo del ser humano, de la ser humana; el ridículo, la parodia, la sátira, los contrastes y el absurdo. Sin embargo, esta forma de verla ha sido una trampa, porque la comedia como sistema y el sentido del humor como dispositivo, puede fungir como un aparato de opresión o liberación, según sea el uso que se le dé y la conciencia con la que se haga.

La historia de Stand-Up Feminista en México

En 2014 comencé a hacer standup, lo aprendí en uno de sus primeros talleres en México. Lo impartía Blanca Salces, una actriz que había hecho una traducción muy detallada de los ejercicios en inglés, con gran cuidado del contenido y del discurso para más o menos equiparar las potencias del lenguaje en español. A la par, vivía un encuentro inolvidable, rudo y complejo con los activismos que convocamos a la marcha parteaguas de la última ola del feminismo en México: el 24 de abril del 2016. Hasta entonces no había habido una marcha interestatal contra las violencias machistas. Mujeres de todos los estados nos organizamos en asambleas y encuentros para convocar a otras mujeres. Sería el baldón que daría paso a la marcha de la diamantina, al 8M del 2020 y muchas más. Un parteaguas. Fue para mí un encuentro que me cambió la vida, pues en aquel entonces, me encontré con un montón de mujeres sobrevivientes como yo que nos organizamos para hablar de nuestras historias: el testimonio de #Miprimer acoso (anterior al #MeToo), la catarsis colectiva y las historias en carne viva fueron dispositivos fundamentales para ese movimiento. Nunca lo olvidaré y mi manera de cooperar a esta explosión catártica fue a través de la comedia, del Standup como formato que estaba aprendiendo.

Fue perfecto, porque el Stand-Up como creación escénica, en su formato más puro, consta de decir una opinión a través del sentido del humor. Habla del lugar desde donde ves el mundo: comedia de pie, tomar una postura. Y yo estaba viviendo una catarsis política y personal, repleta de mi posicionamiento y el de otras mujeres. Estaba en un momento complicado y mágico de confluencia de posturas, de vivencias. Fue un privilegio haber vivido el feminismo de esa manera, porque eso provocó que formara el proyecto de Standup Feminista Mx, el primer taller de Standup Feminista en México nacido de los grupos activistas de esa ola y cuyo quehacer primordial en un principio fue generar una posibilidad de aportar a ese momento de cambio histórico mediante la catarsis autobiográfica convertida en humor.

Los descubrimientos

Desde entonces llevo ocho años haciendo talleres de Standup Feminista a tal punto que podría resumir con gran trabajo, al menos cuatro puntos que concluyen mis observaciones. Los distribuiría en los siguientes puntos: 1. la genealogía de las mujeres cómicas, 2. la mujer comediante, 3. la comedia como espacio de alianza política, 4. la comedia como grieta de propuestas políticas y 5. la comedia como una posibilidad de intervención de la realidad.

Genealogías

A pesar de lo criticable que pueda ser, en mi hacer cómico, el sujeto o la sujeta standupera no han sido mis referencias más fuertes, porque como he dicho antes, planteo el sentido del humor como un mecanismo de vida más que como una cuestión de formatos, por lo que mi antena humorística ha estado presente en mi tía Leticia, que era una mujer noventera y mi primera referencia feminista. Ella siempre se burlaba de la incapacidad de los hombres para solventar la vida cotidiana. En esta genealogía está también mi hermana, de sarcasmo profundo. Viene de caricaturistas como Maitena, la caricaturista Argentina que habló de Feminismo en las revistas de los 90; de Sor Juana y su ironía para nombrar a los hombres necios; de Marjane Satrapi, la novelista gráfica que contó con sarcasmo su vida en la guerra de Medio Oriente. Peor también está Gabriel Vargas y su revista “Los Burrón”, que fue un legado de mi abuelo y me sacó risas sobre el absurdo de la desigualdad social urbana. Está en Chava Flores y sus crónicas cantadas. Habita en la comediante Transexual Alejandra Bogue y el programa pionero “Desde Gayola” que hacía cabaret LGBT en principios de los 2000, los cuales abrieron una ruta para hablar de manera tajante sobre la diversidad sexual, en un país donde eso era todavía bastante oscuro.

En general, creo que una de las deudas de resarcimiento y justicia histórica que pueden brindar las conciencias feministas para estos tiempos, es construir genealogías, o más bien reconstruirlas, imaginarlas, posicionarlas. Nuestra historia, y la de nuestras palabras, suele estar incompleta, fragmentada, y en los peores casos: mutilada.

Pienso que la Historia de las mujeres en la comedia, desde una perspectiva feminista y comunitaria, no puede sólo construirse desde los discursos dominantes. Desde mi lugar de análisis, todo acto creativo se nutre de distintas referencias que puedan contarse como antecesoras; por tal razón creo que las mujeres, tenemos una genealogía personal que coopera a construir una genealogía cultural. Es una potencia de vida y nuestra historia personal está hecha de los archivos de quienes han cooperado a esa potencia: famosos, familiares, amigas, caminos convencionales y totalmente inesperados.

La mujer comediante

En una entrevista, alguna vez me preguntaron: ¿cómo entiendes el arquetipo de la mujer comediante? Respondí que la veo como una sobreviviente y como un punto de cruce. Las mujeres sobrevivimos todo el tiempo en distintos niveles y si algo tienen en común la comedia y las mujeres mexicanas, es que ambas necesitan imaginar posibilidades, más allá de lo lógico, para existir.

Los otros factores que imagino pueden ser muy bien explicados por Gloria Anzaldúa, una de mis referentes feministas chamánicas, como me gusta llamarle. Ella es una feminista chicana, que habla de las fronteras como una metáfora geográfica y simbólica que habitamos las creadoras de los países Latinoamericanos, presos del saqueo: cuando eres una escritora pobre, prieta y fronteriza, como fue su caso, te toca ser estudiante y sobreviviente, hispanohablante, anglosajona, escritora y trabajadora. Pienso que estas fronteras de mundos disímbolos son las que abren las grietas en creadoras como yo, y en muchas mujeres que tenemos que habitar muchos mundos a la vez.

En la comedia, por ejemplo, habitar las incongruencias que generan las fisuras en esta intersección de mundos, es un material inigualable. Como el hecho de estudiar una carrera en una cultura donde cada vez es más visible el hecho de que la mano de obra calificada, ya no genera riqueza. Absurdos que bien abordados y vistos, hacen una comedia de complejidades.

La comedia como espacio de alianza política

El espacio de gozo y distensión en donde la libertad se vuelve capital político: alguna vez oí decir a un hombre de negocios, que los mejores lugares para hacer negocios son los bares, porque todo mundo es más honesto. Y sí, así pasa. La risa, el alcohol, la reunión nocturna, estuvo por siglos vedada a las mujeres, porque desde luego, eso implicaba una posibilidad de alianza política. Al menos en México, las mujeres tardaron muchos años en poder entrar públicamente a un bar, ya no digamos sentarse a reír, y mucho menos sentarse a reír en compañía de otras mujeres. El gozo libera y provoca un estado mucho más auténtico para tomar decisiones, no es gratuito que la comedia haya sido negada a las mujeres durante siglos, no sólo como oyentes, sino como creadoras.

La comedia como intervención de realidad

No me cansaré de decir como sobreviviente de violencia feminicida, que una de mis columnas de apoyo fue la capacidad de reírme de las cosas más simples, en medio de un contexto muy difícil; sin embargo, cuando digo esto no pienso en la agencia cómica como una evasión de realidad. De hecho, como hacedora de comedia, estoy muy en contra de la comedia hecha para olvidarse de las penas, al contrario. La agencia cómica es justo la capacidad de tomar en tus manos lo que quieres tomar como absurdo, de lo que te quieres burlar o de lo que quieres hacer sátira. Se trata principalmente de hacer un análisis a conciencia de tus sentipensares, para saber cómo quieres usar esta herramienta de liberación. Pienso que la comedia es una oportunidad para confrontarse con la realidad desde otra perspectiva, que puede dejar en visto la grieta de las contradicciones y permitir la liberación de la culpa por la incongruencia.

Los retos de una comedia feminista

Hacer comedia feminista implica una elaboración de la autonomía sobre la propia historia, los tópicos, los clichés. Implica cambiar el lugar de ser objeto de burla, por el de sujeta de la historia humorística, es decir, reírte de lo que tú quieras reír y no de lo que te han dicho que te tienes que reír.

Ante esto hay mucha resistencia sistemática, pues es obvio que a los sistemas dominantes conviene que las historias humorísticas de la comedia en las mujeres, no nos pertenezcan. Que tengamos como mandato burlarnos de los estándares no hegemónicos de nuestro cuerpo, por ejemplo, de la insatisfacción de nuestro estado civil o de la dificultad para que nos entiendan, no sólo los hombres, sino en general, un sistema que no quiere pensar en las necesidades reales de las mujeres o siquiera incluirlas en la visión global del mundo. Cuando yo empezaba en la comedia, solía observar que las mujeres que existían en ese tiempo, tenían a fuerza que burlarse de sus cuerpos: si eran cuerpos grandes, frágiles o estaban embarazadas; también de si estaban divorciadas o llevaban mucho tiempo solteras. Yo siempre digo en un chiste: pues sí, estoy gorda y no tengo novio, pero hay cosas más interesantes de las que hablar.

La vara en las mujeres comediantes es mucho más alta: se nos cuestiona ser graciosas, porque nuestros temas no lo son. En realidad, lo que pasa es que nuestros temas apenas van importando, con mucha lucha atrás. No hay comedias universales, hay discursos y pedagogías dominantes. No es que las mujeres NO seamos graciosas, es que nuestros tópicos, análisis y visiones luchan permanentemente por colocarse, aún hoy en 2025.

En conclusión, siento que estamos en un momento clave de crisis civilizatoria, un momento largo, lento, doloroso y cambiante, de cierre de una era global, para pasar a otra. El siglo XX ahora da sus últimos suspiros e iniciamos el XXI, con sus luces, sus guerras, sus inteligencias artificiales, el duelo postpandemia y un reajuste de entender a la individual y al individuo, como un ser objeto, sino símbolo: emojis, avatar etc. Hoy más que nunca estamos en una oportunidad de analizar a dónde queremos llevar nuestros sentipensaress, de qué queremos hablar y como lo queremos hablar, de qué queremos escribir y cómo lo queremos escribir.

En este marco, la comedia pasa de ser un simple formato literario, escénico o publicitario, a ser un dispositivo pedagógico, una catarsis, una forma de conexión. Creo firmemente (y así lo aprendí) que en el caso del Standup, lo más importante no son las risas, sino la empatía, porque ahí está la jornada a caminar: pensar, ejercer la comedia como un medio de conexión desde lugares libres y complejos. Para las mujeres y nuestro camino de liberación, que seguimos trazando, puede y debe ser una posibilidad para imaginar otras historias. Si imaginamos mejores historias, también dibujamos mejores finales.

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