Humboldt en Siberia  Temible cercanía con el príncipe

 © Erika Torres, 2019.

En 1829 comienza el viaje de Alexander von Humboldt al Imperio Ruso, probablemente en aquella época el estado más represivo de Europa. Aunque en sus registros logró escapar sutilmente a la severa censura, quedó la evidencia de que el conocimiento es el reverso del poder y el científico, un colaborador del imperio. 

Cuando era un joven científico, Alexander von Humboldt advirtió sobre un involucramiento demasiado cercano con los poderosos. Declaró que “la cercanía con el príncipe les roba el genio incluso a los varones más   geniales”. Este enunciado casi revolucionario se encuentra en “La fuerza vital o el genio rodio”, el “cuento” que publicó en 1795 en Die Horen, la revista de Schiller. Se trata del único texto de ficción del naturalista y su significación política se verificaría de modo amargo en el caso mismo de Humboldt. 

Treinta y cinco años después, en 1829, Humboldt recorrió el imperio ruso, probablemente el país más represivo de Europa. Allí quedó en una delicada “cercanía con el príncipe”. Pues la expedición fue financiada por Nicolás I, quien esperaba que el especialista en minería le diera consejos para explotar las riquezas del suelo. La idea era que Humboldt le sirviera al zar de buscador de tesoros pero que se abstuviera de participar en política. “Va de suyo”, le prometió Humboldt al ministro de finanzas ruso, “que me limitaré a la naturaleza muerta y evitaré todo lo relacionado con instituciones humanas y las condiciones de las clases más bajas”. 

Humboldt, pues, se sometió a la censura, o más bien, a la autocensura. E incluso la advertencia que hizo de joven fue censurada. Las traducciones de su cuento o modificaron la crítica observación o directamente la omitieron.  En la versión rusa del cuento 1829 sólo se dice que “no es infrecuente que, si visita a la alta sociedad, el talento pierda su magia”. Y en una versión de 1856 la frase se eliminó por completo. Ya no se habla de la “cercanía con el príncipe”, precisamente porque, al parecer, en Rusia “les roba el genio hasta a los hombres más geniales”. 

Entre ciencia y materias primas, derechos humanos e intereses de exportación 

Humboldt experimentó el dilema de los corresponsales y diplomáticos de la actualidad entre ciencia y materias primas, derechos humanos e intereses de exportación. En su expedición de seis meses, que lo llevó por de Asia central y Siberia hasta la frontera con China, el equipo de investigadores estuvo bajo vigilancia permanente. “¡La previsión del gobierno respecto a nuestro viaje es indescriptible”, escribió Alexander von Humboldt a su hermano Wilhelm, “continuamente hay filas de policías, funcionarios, guardias cosacos que nos saludan, cabalgan y viajan delante nuestro! ¡Pero lamentablemente no hay ningún momento de soledad, no puedo dar un paso que ya me están llevando de las axilas como a un enfermo!” 

Desde las diferentes estaciones del viaje Humboldt fue enviando dos series de cartas: por un lado, cartas diplomáticas al ministro de finanzas ruso y su mujer, así como también al legado prusiano en San Petersburgo; por otro, cartas personales a su hermano Wilhelm en Berlín y a su amigo François Arago en París. También el diario de Humboldt muestra lo que vio y debía callar: “almas arrastradas”, “inocentes a Siberia”. 

Dialéctica del colonialismo

En el curso posterior de su obra sobre Asia, Humboldt despliega una dialéctica del colonialismo: la conquista promueve la exploración, y viceversa. El conocimiento, Humboldt lo comprende, es el reverso del poder y el científico, un colaborador del imperio. 

Humboldt encontró una vía para criticar de modo indirecto las condiciones reinantes en Rusia. Durante su visita a las minas de Siberia pudo observar que la obtención de energía tenía efectos en la naturaleza. Las ineficientes empresas estatales que explotaban a los siervos consumían demasiada leña y producían extensas “desforestaciones”. 

Se pueden “verificar transformaciones”, resume Humboldt, “que el hombre produce en la superficie de los continentes cuando tala los bosques, modifica la distribución del agua y despide a la atmósfera grandes cantidades de vapores y gases en los grandes centros industriales”. Se trata de “significativas transformaciones en la constitución de la envoltura terrestre”, es decir: la atmósfera. Humboldt bosqueja aquí nada menos que la teoría del cambio climático producido por el hombre. Su investigación tiene gran significado político: él reconoció la destrucción del medio ambiente como resultado de una explotación de recursos desacertada dentro de un orden social injusto. 

En su novela epistolar Die russischen Briefe des Jägers Johann Seifert (Las cartas rusas del cazador Johann Seifert), de 1980, Christoph Hein aludió hábilmente a la República Democrática Alemana describiendo la vigilancia ejercida sobre Humboldt. En comunicaciones ficticias, el criado de Humboldt detalla la expedición “desde abajo”. Hay cartas que “son abiertas y copiadas”, y al final se le exige a Seifert que redacte un informe secreto sobre su jefe, sobre sus “pensamientos” y sobre sus “acuerdos con exiliados y toda clase de rebeldes”. 

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