¿Qué une a Hannah Arendt y Walter Benjamin más allá de su exilio en París? Sigrid Weigel y Uta Staiger hablan de las vías de pensamiento compartidas por Arendt y Benjamin, de sus sorprendentes paralelismos y de por qué sus ideas son hoy más pertinentes que nunca.
El camino de dos de los intelectuales de habla alemana más importantes del siglo XX, Hannah Arendt y Walter Benjamin, se cruzó en el exilio en París, donde ambos se refugiaron de los nazis por su condición de judíos. También compartían mucho en su forma de pensar. ¿Cuál era su «afinidad intelectual»?Sigrid Weigel: Lo que une a Hannah Arendt y Walter Benjamin es la radicalidad con la que tomaron las catástrofes y crisis del siglo XX como punto de partida para replantearse conceptos clave de la historia intelectual europea. Ambos comenzaron a medio camino entre la filosofía y la literatura y trascendieron mucho más allá en su pensamiento hacia la teoría política y la teoría histórica. Su tratamiento del lenguaje es fundamental en este sentido, la literalidad de su escritura, el enfoque de analizar los conceptos, las imágenes y las palabras desde la base, incluso desde atrás y para ver lo que se oculta en su interior.
Otra conexión es su concepción de la herencia como vínculo entre generaciones. Las tesis históricas de Benjamin hablan de una débil fuerza mesiánica que conecta a las generaciones: hemos sido, sin duda, esperados en la Tierra, existe una obligación hacia las generaciones anteriores que no es fácil cumplir. En el caso de Hannah Arendt, tras la catástrofe, tras el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial, es el intento de pensar en una esperanza posmesiánica, con su idea de que es posible un nuevo comienzo con cada ciudadano de la Tierra: la natalidad como condición de posibilidad de la acción.
Lo político no son las instituciones, sino lo que surge de la interacción entre las personas.
Las personas que se sitúan en una línea vanguardista porque exploran nuevos límites y se adentran en nuevos espacios de pensamiento suelen pasarlo muy mal durante su vida y no reciben reconocimiento hasta mucho tiempo después. ¿Es este también un elemento de conexión entre Arendt y Benjamin?
Uta Staiger: Me parece fascinante cómo ha crecido la fama póstuma tanto de Arendt como de Benjamin. Especialmente en el caso de Benjamin, que apenas gozó de reconocimiento en vida. Con Arendt fue diferente, pero la enorme repercusión de su obra en las últimas décadas es igual de influyente. También es interesante por el hecho de que Arendt escribió la introducción de Illuminations, su edición de las obras de Benjamin. Esta introducción se centra precisamente en esta cuestión, en la fama, y especialmente en la fama póstuma. En ella, Arendt subraya que la fama póstuma se concede principalmente a aquellos que son inclasificables: los que se encuentran fuera de cualquier estructura y género existentes.
Esto también se puede aplicar a la propia Arendt en la medida en que se redefinió varias veces a lo largo de su vida, primero como filósofa y luego como teórica política. En repetidas ocasiones se enfrentó a la tradición analítica marcadamente formal de la filosofía angloamericana y trató de introducir un lenguaje formal y una manera de escribir diferentes. En un momento dado, dice que intenta explicar la filosofía a los estadounidenses y no lo consigue; igual que los alemanes necesitan un poco de formación en política.Como filósofos y pensadores, Arendt y Benjamin son más accesibles que Kant, Heidegger o Nietzsche. Escriben de manera más metafórica y, por tanto, son inclasificables.
En su exilio en París, Benjamin intentó ganarse la vida, con grandes dificultades, como escritor y crítico literario. Hannah Arendt, en cambio, se embarcó en la acción política y trabajó para la Aliá Juvenil, una organización que llevaba a los niños judíos a Palestina. ¿Revela esto diferencias entre ambos en cuanto a su «firmeza» práctica y su dedicación al mundo, que también se reflejan en sus obras?
Sigrid Weigel: Cuando Arendt se exilió, estaba en proceso de escribir su Habilitation para poder acceder a una cátedra de universidad. Por entonces ya era una filósofa universitaria, aunque sus escritos diferían de la filosofía convencional. Su disertación sobre el concepto del amor en san Agustín es muy compleja en cuanto a terminología. Incapaz de continuar su labor académica en el exilio, se dedicó a la práctica política. A sus espaldas había una complicada huida, primero de Alemania a París, y de nuevo más tarde, cuando escapó del campo de Gurs.
Benjamin se exilió más pronto porque sospechaba que debía huir incluso antes de que los nacionalsocialistas llegaran al poder. No fue a la universidad porque rechazaron su Habilitation, por lo que vivió como escritor independiente. Benjamin tenía estrechos vínculos con la cultura intelectual francesa e intentó aprovecharlos y continuar su labor como ensayista y crítico. Por tanto, tuvieron puntos de partida muy diferentes. Arendt empezó de nuevo en Estados Unidos, donde escribió en inglés y se orientó hacia la teoría política.
Uta Staiger: Durante su estancia en Estados Unidos, Hannah Arendt se expresó con mucha vehemencia sobre acontecimientos políticos, por ejemplo, en relación con el juicio a Eichmann, la guerra de Vietnam o el Watergate. Hubo momentos en los que se sintió tan interpelada por esta experiencia pública que estuvo a punto de retirarse del trabajo académico. Quizá Benjamin era a menudo demasiado ambiguo en este sentido, a veces también en sus intereses y en su formulación.
Sigrid Weigel: Walter Benjamin es un «padre fundador» de los estudios culturales, mientras que Hannah Arendt es una «madre fundadora» de una teoría antropológica de lo político que no encaja ni en la filosofía ni en la ciencia política práctica. Sin embargo, bebe de ambas, de la referencia a las cuestiones fundamentales que la filosofía formula generalmente distanciada de la práctica, y de la relevancia contemporánea de la ciencia política. Sin embargo, a pesar de todas sus diferencias, tanto Arendt como Benjamin comparten la misma reflexión sobre el modo en que la escritura, las metáforas y las imágenes caracterizan el pensamiento.
La relación con una lengua extranjera en la que se aprende a escribir y que en algún momento se convierte en propia, pero en la que la extranjeridad siempre resuena y subsiste.
Uta Staiger: Nosotros, refugiados se concibió originalmente como un pequeño artículo, que más tarde se convirtió en una obra de mayor envergadura. Lo interesante es que ella se identifica con este artículo, ya que no suele escribir desde la «posición del yo». Esta perspectiva es muy emocionante.
Lo que Arendt logra retratar muy bien es esa condición de extranjero que se manifiesta de diferentes maneras. Por ejemplo, en la situación de bilingüismo, la relación con una lengua extranjera en la que se aprende a escribir y que en algún momento se convierte en propia, pero en la que la extranjeridad siempre resuena y subsiste. En una entrevista dijo que se permitía cosas en alemán que nunca se permitiría en inglés. También describe otros registros, otras formas de llegar, de categorización, de asimilación o de resistencia a la lengua. Esto es propio de la situación de un refugiado que intenta crear un nuevo hogar en lo nuevo, tanto lingüística como profesional e intelectualmente. Este es un primer aspecto.
Asimismo, es preciso señalar que Arendt fue una refugiada privilegiada. A pesar de su prolongado estatus de apátrida, tuvo la oportunidad de seguir trabajando y de encontrar un vínculo.
Otra parte del texto Nosotros, refugiados aborda la cuestión de qué es lo que define a un ser humano. ¿Qué constituye la vida humana, especialmente cuando, como consecuencia de un régimen totalitario, la vida de una persona ya no está ligada a naciones territoriales y, por tanto, no puede reivindicar ningún derecho?
Sigrid Weigel: En mi opinión, Nosotros, refugiados es el punto de partida de la teoría política de Hannah Arendt. En esta obra, Arendt escribe a partir de su propia experiencia sobre la situación de los refugiados, en especial los refugiados judíos y los apátridas, y desarrolla una crítica radical de la política de asimilación, tanto de la exigencia de asimilación del país de inmigración como del comportamiento asimilador de muchos inmigrantes.
De este modo, desarrolla la tesis de que la historia debe escribirse desde la óptica de los más débiles y observa que, por primera vez en la historia, la historia de los judíos ya no es una historia aparte, sino que está conectada con la historia universal.
Posteriormente, Arendt escribió su libro sobre el totalitarismo, Los orígenes del totalitarismo, donde analiza en detalle las estrategias y prácticas de exterminio en los campos de concentración e incluye un capítulo teórico sobre las aporías de los derechos humanos.
Y esto es llamativo porque por primera vez desarrolla un análisis crítico de la aporía de los derechos humanos. Por un lado, los derechos humanos como el derecho supremo al que pueden acogerse las personas, pero que, por otro lado, no significan nada si no están amparados por los derechos civiles. Siempre se conciben como un derecho universal que está por encima de los derechos civiles. Sin embargo, Hannah Arendt describe precisamente cómo las personas, como los apátridas, a quienes únicamente se les aplican los derechos humanos, en última instancia no tienen derechos. Y eso es tan actual hoy como lo era entonces.
octubre 2025