Autoficción  Cartas a los padres

Los padres de Kafka hacia 1920
Los padres de Kafka hacia 1920 © Verlag Klaus Wagenbach

Kafka escribió su “Carta al padre” a la edad de treinta y seis años. La carta nunca llegó al destinatario pero se volvió famosa como comentario autobiográfico. Igual que Kafka, docenas de autores se han ocupado de los enredos de la propia identidad.

Autobiografía, autoficción, ficción... las fronteras son fluctuantes. La autoficción se da entre los otros dos polos y, en cierto modo, tiende a fundir un género con el otro. Los hechos, las personas y las emociones son reales pero están potenciados por la fantasía; a veces hay más fantasía, a veces hay más realidad. Los autores juegan con el “yo” de modo que este pueda expresarse mejor.
 
Cover Pauvre folle © Seuil Pues cuando nos enfrentamos a hechos insoportables lo mejor es tener un escape. “En el país de los quesos y los tranquilizantes alguien comete suicidio cada cuarenta minutos. Y cada siete minutos una mujer es acosada sexualmente o violada”, nos recuerda la escritora francesa Chloé Delaume. Para la autora de Pauvre folle (literalmente “Pobre loca”) es “nuestro deber transformar la paja en oro, si no queremos terminar en un hospital de día o una clínica privada”. Escribir significa nombrar cosas para que existan. En 1983, cuando su padre mató a su madre –que quería dejarlo– todavía no había una palabra para nombrar el femicidio y, en consecuencia, para pensarlo como tal. Si alguien dedica su vida a la escritura, crea para sí un espacio de resiliencia. La autora encuentra una imagen memorable para sus experiencias: se siente “maltrecha por la realidad”.

Probablemente Kafka sentía lo mismo cuando escribió su famosa “Carta al padre”. El texto es como una maleta en la que están guardadas en fila con esmero docenas de pequeñas filosas navajas: palabras y acciones con las que el padre atormentaba de manera implacable al niño, al joven y al adulto. La familia parece una caja de resonancia de violencias sistémicas, desde la pedagogía venenosa hasta la brutalidad masculina. En el estante, Pauvre folle no puede ponerse lejos de “Carta al padre”.

La verdad: una cuestión de sentimiento
 

Annie Ernaux: Una mujer |Daniela Dröscher: Mentiras sobre mi madre | Monika Helfer: Vati

Annie Ernaux: Una mujer |Daniela Dröscher: Mentiras sobre mi madre | Monika Helfer: Vati | © Suhrkamp | © Kiepenheuer & Witsch | © Hanser Verlag

Annie Ernaux, ganadora del Premio Nobel de Literatura, cree que el “yo” controla la verdad. Ernaux pone en palabras su experiencia personal y, especialmente, la grieta cultural que se abre entre ella y su familia de origen: “Me serví [de mi vida] como tema a explorar para que pudiera captarse y exponerse una suerte de verdad emocional”. ¿Quién está contando la verdad? ¿Quién está mintiendo y de qué manera? Daniela Dröscher se hace esas preguntas a sí misma en Mentiras sobre mi madre. Dröscher explora lo borroso de los recuerdos colándose en el papel de su alter ego de la infancia. ¿Fue de verdad el peso de su madre la fuente de todos sus problemas, tal como exclamaba el padre? En su libro de 2021, Vati, la escritora austríaca Monika Helfer, por su parte, admite abiertamente que se dirige a ese lugar donde la ficción hace que todo sea mejor: “No es necesario saber todo, y si no se sabe todo, se puede contar la historia de modo más agradable de lo que fue en la realidad. Si se sabe todo, se vuelve más difícil.” También estas tres autoras pueden ponerse en el estante cerca de Kafka.

Escribir y leer son actos políticos

Cover von: Nachtschwaermerin/Die Freiheit einer Frau

Leila Mottley: Nachtschwärmerin | Édouard Louis: Die Freiheit einer Frau | © Ecco | © S. Fischer

Escribir significa existir (o hacer que algo exista), pero también luchar contra algo. Estos textos nos confrontan no sólo con un ajuste de cuentas en el interior de la familia sino también con un orden social. “Me dijeron que la literatura nunca debía asemejarse a un manifiesto político, pero yo ya estoy afilando cada una mis sentencias como si afilara la hoja de un cuchillo”, escribe Édouard Louis en Lucha y metamorfosis de una mujer. Allí cuenta la historia de su madre, que sufrió una doble opresión, debido a su clase social y a su género asignado.

“El arte es la forma en que dejamos nuestra huella en el mundo para que no haya modo de borrarnos”, escribe la autora afroestadounidense Leila Mottley en su novela Entre las sombras de la noche, que está inspirada en una historia real. Mottley describe la realidad de las muchachas negras en Oakland y revela la realidad detrás de las máscaras. Al igual que Kafka lo hizo con su padre: “Quizás […] eras más cariñoso antes de que tus hijos te decepcionaran, especialmente yo, y en casa siempre estuvieras deprimido (si aparecían otras personas, eras bastante diferente).”

Cuando leemos estos textos, vemos las máscaras. No importa el rótulo del estante, nosotros, lectores de libros y de mundo, podemos elegir qué leer. Podemos elegir a quién decirle: te creo.

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