Luiza Sahd  Patrícia y Carlos Marx

 © Revista Comando

Como muchos niños nacidos a mediados de los años ochenta, fui criada un poco por mis padres y otro poco por la bizarra televisión brasileña de inicios de los noventa. En esa época, a los nueve o diez años, era fan de Marx. 

¿De Karl? No. De Patricia. Esta chica:
Patricia Marx
Hasta hoy siento nostalgia cada vez que escucho cualquier cosa de Patrícia Marx, quien adoptó ese nombre artístico para abreviar un apellido que también tengo: Marques. Así de sencillo. Después, en la clase de ciencias sociales, fue decepcionante descubrir que el Carlos Marx del que tanto se hablaba allí no era ni pariente lejano de Patricia y mucho menos Marques. Fue necesario bastante tiempo para que la importancia de él creciera en mi vida y disminuyera la de Patricia.

Y en la universidad pasó de nuevo. Decidí estudiar Letras en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), que malas lenguas llamaban “antro de marxistas”. Como era de suponer por mis antecedentes, antes de entrar en la USP no me interesaba mucho por Marx (yo era más de leer Capricho, que ponía el foco en las boy bands más que en los problemas sociológicos). A medida que se fue acercando la graduación, tuve que sumarme a la corriente, también para hacer amigos en la facultad, para defenderme de rótulos estúpidos sobre posturas políticas y para entender mejor el mundo en que vivía.
 
Hay cierta distancia entre la fascinación por un filósofo revolucionario y la comprensión total de su obra. Confieso que sigo sin ser una gran conocedora de Carlos Marx, pero que me convencí de lo siguiente sobre este hombre: es un ícono tan pop en la sociedad occidental como el Che Guevara, Marilyn Monroe, David Bowie o Michael Jackson.
 
Pongo este montón de figuras en la misma bolsa para defender una idea más que marxista: la de que el mainstream y la sofisticación intelectual no son como el agua y el aceite. La obra de de Marx (Carlos) fue impactante y suficiente para que se lo siga recordando hasta hoy, al contrario de Marx (Patrícia), si bien me parece una injusticia que no se hable un poco más sobre ella.
 
Así como pasó con Patricia, también me hubiera gustado crecer escuchando hablar sobre Carlos Marx en la televisión, en mi casa o en algún lugar fuera de la escuela, que ocupaba un lugar non grato en mi rutina. El hecho de que esto todavía parezca utópico dice mucho sobre hasta qué punto estamos privados de cultura y conocimiento, pero también muestra que, a veces, los dueños del saber lo colocan en niveles demasiado altos. Un conocimiento que no está al alcance general no sirve prácticamente para nada.
 
Sería bello construir un cambio en ese sentido, también entre otras cosas porque Marx, al final de cuentas, fue y sigue siendo una figura mainstream. Hay esperanza.
 

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