Disonancia cognitiva  Cuando el cambio climático se vuelve cuestión de opinión

Disonancia cognitiva
Disonancia cognitiva Ilustración: © Atelier 10

¿A través de qué mecanismos los negacionistas del cambio climático llegan a cuestionar hechos demostrados? ¡Bienvenidos a la era de la posverdad!

Todos lo saben y la ciencia lo ha demostrado: el cambio climático generado por actividades humanas ha alcanzado un estadio crítico. Nos estamos acercando a un punto de inflexión en el que será imposible retroceder. Si no hacemos nada, nos encaminamos a escenarios con consecuencias catastróficas.
 
¿Todos lo saben? No todos. Los escépticos del cambio climático no se interesan por la ciencia. Si aquí Trump parece llevar la voz cantante, no es el único. Hay numerosos negadores del cambio climático y no dudan en hacerse oír. El cambio climático divide la sociedad y parece estar más politizado que nunca.
 
Pero ¿cómo se explica el rechazo categórico de las explicaciones científicas? En otras palabras: ¿a través de qué mecanismos los negacionistas del cambio climáticos llegan a cuestionar hechos demostrados? Bienvenidos a la era de la posverdad.

Intento de explicación por medio de la psicología social

La teoría de la disonancia cognitiva fue desarrollada a mediados del siglo XX por el psicólogo estadounidense Leon Festinger y, sin dudas, es la mejor para explicar el caso clínico de los escépticos del cambio climático. El estado de disonancia aparece sobre todo cuando una persona se enfrenta a una información que contradice sus convicciones. Este estado lleva, por lo general, a malestares psíquicos que la persona en cuestión intenta aligerar recurriendo a diversas estrategias para volver a establecer una armonía entre sus cogniciones.
 
Cuando Festinger comenzó a formular su teoría, en 1956, él y dos de sus colegas estaban analizando una secta que profetizaba el fin del mundo, algo que, obviamente, no ocurrió. La pregunta que se hicieron los investigadores era sencilla: ¿qué ocurre cuando una profecía es errónea? O, en el caso de los escépticos del cambio climático, cuando se demuestra que sus convicciones están equivocadas.
 
Por supuesto, las disonancias se pueden aligerar si la persona en cuestión se muestra dispuesta a modifica su cognición del modo que corresponde. Para la mayoría de nosotros este es el camino más lógico. Sin embargo, otra posibilidad, especialmente en el caso de un convencimiento profundo, reside en rechazar o contradecir la información que contradice esas convicciones. No siempre las convicciones se basan en hechos; pueden provenir de otras formas de motivación, por ejemplo, el mantenimiento de determinada visión del mundo. La realidad psicológica es mucho más maleable que la realidad psíquica, como gustaba decir Festinger.
 
Las personas con disonancia –el estudio de Festinger sobre la secta del fin del mundo lo demostró de modo elocuente– intentan modificar su universo social para poder adecuarlo a sus convicciones. No es inusual que desplieguen el proselitismo y se vuelvan tanto más fervientes cuando más incontestables son los hechos que se les presentan.
 
A medida que aumenta la disonancia, cobran más importancia los esfuerzos para aligerarla. No hace falta más que observar la virulencia con que los escépticos del cambio climático atacan a aquellos que “creen” en él. Lo que hacen es pura chicana.

La adhesión al grupo

Resulta atractivo –y hasta puede generar calma– pensar que las personas con pocos conocimientos científicos o mal informadas son las más susceptibles de cuestionar la inevitabilidad del cambio climático. Sin embargo, estudios recientes han mostrado que el saber fáctico tiene menos influencia en las convicciones que la que ejerce la adhesión a un grupo de pertenencia.
 
Intrigado por la dificultad que tiene la población para aceptar los resultados de la investigación climática, Dan M. Kahan, profesor de la Universidad de Yale, preguntó a los estadounidenses cuál era su grado de adhesión a la idea de que existen “pruebas sólidas” que dan cuenta de que los cambios climáticos se deben “principalmente” a las actividades humanas. La investigación mostró que la adhesión aumentaba gradualmente a la par que el nivel de conocimiento científico de los participantes, pero lo hacía moderadamente. Al mismo tiempo se mostró –y esto es lo que hace de la investigación algo tan esclarecedor– lo importante que es tener en cuenta la opinión política de las personas. Entre los electores de los demócratas la adhesión aumentaba cuanto más alto era el nivel de conocimiento. Con sorpresa, Kahan observó que entre los electores de los republicanos sucedía lo contrario: cuantos más conocimientos científicos poseían tanto más probable era que adoptaran una actitud escéptica respecto al cambio climático...
 
Por eso no sería una buena estrategia apelar a la razón para convencer a las personas de la gravedad de la situación. Ponerse en un lugar que contradice las convicciones del propio grupo cultural o político llevaría a un estado de disonancia difícil de soportar. De esto dan testimonio las piruetas intelectuales de los escépticos del cambio climático, que no tienen ningún problema en exponer cualquier argumento, por más indemostrable que sea, para denigrar a sus oponentes.
                                                 
En última instancia, el caso de los escépticos del cambio climático demuestra sobre todo una cosa: el hombre es un ser más racionalizador que racional. El autoequilibrio del propio sistema de valores sería, pues, para muchas personas, más importante que la lucha contra el cambio climático.
 
 

Dan M. Kahan: „Climate-science communication and the measurement problem“, en Advances in Political Psychology, n˚ 36, 1–43 (2015).
 
Dan M. Kahan (y otros): „The polarizing impact of science literacy and numeracy on perceived climate change risk“, en Nature Climate Change, n˚ 2, 732–735 (2012).
 
Leon Festinger: A Theory of Cognitive Dissonance, Stanford University Press, 1957.
 
Leon Festinger, Henry W. Riecken y Stanley Schachter: When Prophecy Fails, Pinter & Martin, 2008.
 
David Vaidis y Séverine Halimi-Falkowicz: „La théorie de la dissonance cognitive: une théorie âgée d’un demi-siècle“, Revue électronique de psychologie sociale 1 (2007).

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