Decrecimiento  “Esta vez el capitalismo sí acabará”

Cuatro hombres de frac con sombreros de copa, monóculos y bolsas de dinero Foto (Detalle): © Adobe

Las dudas sobre el crecimiento permanente de la economía y la prosperidad existen desde Karl Marx y Friedrich Engels, pero el cambio climático le está dando un nuevo impulso al debate: ¿Anuncia la escasez de recursos el fin del capitalismo? Sobre el debate del “postcrecimiento” en Alemania.

Esta vez de verdad, sí, de verdad: esta vez el capitalismo ha superado su esperanza de vida. Lo que ni Karl Marx ni Friedrich Engels prepararon, lo que la Revolución Rusa no logró hacer de forma permanente, lo que la República Democrática Alemana como supuesto primer Estado socialista en suelo alemán no consiguió hacer ―abolir el libre mercado y sus reglas del juego y relaciones de poder―, ahora hay que hacerlo a partir del previsible fin de las posibilidades naturales de expansión. “Esta vez el capitalismo acabará de verdad”, cree la publicista Ulrike Herrmann, quien expone sus tesis en 2022 en su libro El fin del capitalismo. Sin revolución, sin levantamiento de las masas oprimidas, sino debido a la crisis climática, que traerá como consecuencia una economía en contracción. Por lo tanto, la sentencia de muerte para un sistema económico basado en el crecimiento.

La crítica al crecimiento no es algo nuevo

La historiadora y filósofa se une así al movimiento de los críticos del crecimiento, que también gana cada vez más adeptos en Alemania. Las dudas sobre una economía orientada exclusivamente al crecimiento no son nuevas. Incluso el Ministro de Economía alemán durante los años de reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, Ludwig Ehrhard, quien desconfiaba por completo de las ideas socialistas, tras años de robusto crecimiento se preguntaba si tras ese desarrollo llegaría una fase “en la que habría que preguntarse qué es en realidad más provechoso o más valioso ―y añadía para su consideración―, trabajar aún más o llevar una vida más cómoda, más bella y más libre, renunciando quizás conscientemente a muchos placeres económico-mercantiles en el proceso”.

En las décadas siguientes, la doctrina del crecimiento fue criticada repetidamente en mayor o menor medida, también porque los aspectos destructivos del consumo excesivo de recursos se hicieron cada vez más evidentes. La crítica encontró su primer punto álgido en el informe del Club de Roma, que predijo los “límites del crecimiento” en 1972. Por otra parte, la economía orientada al crecimiento trajo más prosperidad para todos. Ni los críticos de izquierda del capitalismo ni el escepticismo ante el crecimiento de los pensadores conservadores pudieron contradecir este hecho. El debate volvió a cobrar importancia en los años de la crisis financiera mundial y, una vez más, por las cuestiones cada vez más urgentes de la protección del clima.

Cauce reseco debido a la prolongada sequía Foto (Detalle): © picture alliance / Daniel Kubirski Decrecimiento para la economía

Con esto como trasfondo surgió el movimiento del decrecimiento. El término describe lo contrario de un planteamiento económico orientado al crecimiento permanente: una trayectoria de contracción. “Necesitamos una transformación fundamental de la economía”, así es como el sociólogo Matthias Schmelzer, de la Universidad de Jena, promueve el abandono de los principios de la economía de mercado. El futuro es el decrecimiento es el título del libro que él y sus coautores escribieron, el cual promete ser una guía para un mundo después del capitalismo.

A Schmelzer y Herrmann les une la premisa de que la necesaria reducción de las emisiones de dióxido de carbono no puede lograrse sólo con energías renovables y progreso tecnológico. “El 'crecimiento verde' es una ilusión, porque la energía verde no será suficiente”, asegura Herrmann. Schmelzer señala que las emisiones de gases de efecto invernadero tendrían que disminuir un diez por ciento anual. “Pero eso no es posible”, señala. Esto significa que ambos descartan un mayor crecimiento. Sin embargo, la coincidencia termina al llegar a las conclusiones.

Hacia una "economía de supervivencia"

Hermann considera necesaria la transformación del capitalismo en una “economía de supervivencia”. Utiliza como modelo concreto la economía de guerra británica durante la Segunda Guerra Mundial. En aquella época, el Estado asumió gran parte del control económico, ya que vastos sectores de las instalaciones de producción eran necesarias para el ejército. El gobierno establecía directrices para el consumo y la producción civil. No hubo nacionalización de fábricas, granjas o empresas artesanales, por lo que la economía siguió siendo privada. Sin embargo, el Estado se hizo cargo de la asignación de materiales, energía o mano de obra y, de este modo, dirigió el rumbo decreciente de la economía civil. Los bienes y productos básicos se racionaban, pero seguían estando suficientemente disponibles para todos los hogares. “Gobernar con escasez”, así llama Hermann al modelo para una futura economía circular, neutra con el clima.

Gallinas en un escaparate Foto (Detalle): © picture alliance / imageBROKER / scully El sociólogo Schmelzer prefiere hablar de una era “post-crecimiento” en lugar del fin del capitalismo. Al movimiento del decrecimiento le ronda por la cabeza la idea de un mundo que reduce masivamente el consumo, por ejemplo mediante la producción cooperativa en pequeñas comunidades o el uso compartido de bienes de consumo. Se trata de dar al menor consumo de recursos una connotación positiva, por ejemplo porque menos trabajo significa menos dinero pero mejor calidad de vida.

Las visiones apenas comienzan

Básicamente, Schmelzer se ocupa de abordar los puntos esenciales de la crítica a la máxima del crecimiento: ésta destruye la base ecológica de la vida humana, aliena a las personas de su trabajo, sus relaciones y la naturaleza, y promueve la acumulación de capital y la explotación, especialmente de las mujeres y los pueblos del Sur global. Todo esto, según su visión, debería acabar reduciendo la economía en los países industrializados y distribuyendo equitativamente el consumo de recursos en todo el mundo.

Sin embargo, Schmelzer admite que “sólo estamos al principio en nuestra búsqueda de planes o acciones”. Y Herrmann no especifica un camino concreto hacia una economía independiente del crecimiento y que se abstenga de máximas capitalistas como la competencia, el desarrollo tecnológico y la codicia. Así pues, lo que se necesita ahora son ideas, y el debate sobre el decrecimiento puede continuar.
 

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