Danzas y juegos en la acería: nuevos usos para reliquias industriales

En antiguas cervecerías, fábricas, plantas generadoras de energía y minas, la rica tradición histórica de construcción de industrias sale hoy al encuentro del arte y de la cultura contemporánea.

Los perímetros industriales neogóticos, con sus chimeneas humeantes y la mansión del patrón situada junto a la puerta de entrada ya sólo se conocen por las ilustraciones que identificaban los certificados de acciones. Cuando los industriales aún se consideraban a sí mismos como patriarcas, se enorgullecían de poseer fábricas y ser empresarios junto con arquitectos. A más tardar a mediados de la década de 1950 se perdió esta tradición y hoy apenas se diseñan fábricas con pretensiones arquitectónicas. Nadie protesta cuando los edificios de la postguerra son abandonados o sustituidos por flamantes naves industriales que poseen el dudoso encanto de contenedores de hojalata. Pero las instalaciones anteriores, casi siempre situadas cerca del centro de la ciudad y llenas de encanto pintoresco, se han arraigado la consciencia de los ciudadanos, que las aprecian mucho y las consideran parte integral del paisaje urbano tradicional y testigos de la historia de la ciudad.

¿Pero qué fábrica palacio de ladrillos de 1880, qué cervecería castillo neogótica o qué modernista central eléctrica de 1907 podría mantener hoy la función para la que fue creada? La industria o se ha trasladado a otros lugares o se ha ido diseminando por los suburbios de la ciudad. Sólo quedan maravillosos inmuebles que nos dolería perder, tan seductores como masivos, tan irrepetibles como costosos.



Retos para concejales, inversionistas y arquitectos

Casi sin pensarlo, lo primero que se le ocurre a uno es un “museo”, y no pocas veces ha sido posible poner en práctica esta idea. Pero nadie necesita ni podría financiar un número de museos igual al de las fábricas abandonadas. De ahí que a éstas se les busquen destinos no incompatibles con su carácter monumental, como los de oficinas y viviendas tipo loft, si el espacio lo permite, o los del comercio, y, preferiblemente, por supuesto, los de la cultura. Un caso especialmente exitoso de esta reconversión es la impresionante fábrica de armas y municiones de Karlsruhe, un coloso de 312 metros de largo fabricado entre 1914 y 1918, con diez galerías interiores cubiertas de techos de vidrio. El arquitecto hamburgués Peter Schweger la ha remodelado como Pinacoteca de la ciudad, Centro para el Arte y para la Tecnología de Medios (ZKM, en sus siglas en alemán), Instituto Superior de Diseño y Museo de Arte Contemporáneo, todo a la vez. La ciudad tuvo mucha suerte con esta decisión, ya que en principio estaba pautada la construcción de nuevos bloques, y hubiera sido muy difícil encontrar otros usuarios para el vetusto edificio de 48.000 m2 de superficie.
Es cierto que a veces no se puede evitar que las apabullantes dimensiones lo desilusionen a uno. En Vockerode, cerca de Dessau, hay una planta eléctrica junto al Elba, conocida de todos, a la que una vez atravesó la autopista Nürnberg-Berlín. Las chimeneas que antes saludaban 4 km a la redonda ya se derrumbaron. Ahora el dueño, la Compañía Anónima Vattenfall, se afana por conseguir nuevos uso para las enormes naves. Se organizan eventos y, en verano, representaciones teatrales, en las que un grupo actúa cada tarde en lugares diferentes, de modo que el público termine por recorrer todo el perímetro. Un taller realizado con estudianes de arquitectura ha producido hasta ahora ideas admirables y un bello libro, aunque, como era de esperar, ningún inversionista. Las buenas ideas resultan en este caso caras, muy caras.

Cultura en lugar de balas

La legendaria “Fábrica”, situada en el distrito de Altona, en Hamburgo, fue sin duda el antecesor más prominente de la idea, muy natural por cierto, de transformar naves industriales en salas para eventos. La peace-generation de 1971 se comprometió activamente para que se le diera un uso más pacífico al lugar donde antaño se fabricaron cartuchos de municiones. Surgió así un centro cultural y comunicacional que, gracias a sus programaciones de jazz y rock, pronto se hizo famoso en otras regiones del país.
En 1982 la ciudad de Hamburgo fue pionera una vez más, esta vez gracias a la fábrica Kampnagel, convertida en centro para las artes dramáticas.

Los arquitectos Petzinka Pint y Asociados, de Düsseldorf, remodelaron la nave de fuelles erigida en 1902 al lado de los altos hornos de una acería de Bochum y la transformaron en una sala de teatro para festivales, que ahora lleva, no sin cierta responsabilidad para la institución, el nombre de “Sala Centenaria” (Jahrhunderthalle). En un lugar cercano, situado en Essen, una mina de carbón de la empresa Zollverein, cerrada en 1986, fue declarada patrimonio cultural de la humanidad debido a la magnífica calidad arquitectónica de sus instalaciones, diseñadas por Fritz Schupp y Martin Kremmer en la década de 1920. Siguiendo un sendero que atraviesa el museo se puede recrear visualmente el trayecto que antiguamente recorría el carbón desde los vagones hasta la coquería; pero, obviamente, la enorme instalación no sería financiable si hubiese quedado reducida a un museo. La sala de calderas fue ocupada, por lo tanto, por un Museo del Diseño; un Museo del Ruhr se erigió en la sala de lavado del carbón; y en algunas naves se representan obras de teatro, mientras que otras brindan ocasión para el estudio. Quedan todavía edificios que aguardan por un nuevo destino.

Cine en lugar de locomotoras

También se danza en un curioso edificio berlinés. El Sistema Radial V, una antigua estación de bombeo de aguas residuales construida en 1880 y formada por un conglomerado de edificios, como una sala de máquinas, una caldera, varias chimeneas y residencias de empleados, fue remodelado por el arquitecto Gerhard Spangenberg. Como se requerían espacios adicionales, éste simplemente construyó sobre la azotea un anexo de acero y vidrio que no pretende ser complemento armónico del históricamente importante edificio de ladrillos. El nuevo centro artístico y cultural situado junto al río Spree también es sede de ensayos y estrenos de la compañía de danza de Sasha Waltz.
La utilización cultural, las universidades, las empresas y el comercio: cualquier recurso es válido cuando se trata, como aquí, de entregar indemnes a la próxima generación por lo menos los monumentos industriales más importantes y renombrados. Es así como se logran conservar, al menos en sus partes principales, incluso instalaciones enormes como la fábrica de locomotoras de Borsig, compuesta de varias naves, que otrora fue para el barrio Tegel de Berlín lo que la compañía Volkswagen es hoy para Wolfsburg. Junto a salas de cine, el lugar brinda ahora una rica cartelera de eventos, lugares de recreación, centros comerciales y ofertas gastronómicas. En el diario ajetreo de la ciudad siguen estando presentes no sólo el tradicional nombre de Borsig, sino también la emblemática Torre Borsig y los antiguos pabellones de locomotoras.

Como situado a medio camino entre lo cultural y lo comercial cabe describir el “Meilenwerk” del barrio de Moabit en Berlín, que una vez fue el depósito de tranvías más grande de Europa y hoy es centro de exposiciones y eventos para los amigos de automóviles antiguos, con vitrinas de garajes, talleres mecánicos y sedes de sindicatos. La Oficina hamburguesa de Arquitectos Dinse, Feest y Zurl ha remodelado de manera funcional las salas, muy visitadas por los aficionados a los autos.

El “Tate Modern” de Cottbus



Lo que para Londres es el Museo Tate de Arte Contemporáneo, es el museo de arte Dieselkraftwerk para Cottbus, al menos desde el punto de vista arquitectónico. Todo arquitecto soñaría con recibir el encargo de transformar un complejo de estilo expresionista creado en 1927 para la generación de energía eléctrica, en el “Museo de Arte Central Eléctrica de Diesel” (Kunstmuseum Dieselkraftwerk). Pues bien, el berlinés Claus Anderhalten ha asumido esta tarea y está dando al conjunto histórico un aspecto totalmente moderno.

Anderhalten también ha colaborado en la reconversión de la fábrica de locomotoras Wildau en una escuela técnica superior. Sin afectar el antiguo revestimiento exterior, ha colocado en una nave doble un edificio interior con sala de auditorio y espacios para la institución y las oficinas. Al lado, la compañía de arquitectos Chestnutt Niess adaptó una nave adicional para funciones ulteriores. Una maravillosa biblioteca se beneficia del carácter y el encanto del antiguo edificio, al igual que lo hace en la planta baja el comedor para estudiantes. Así se van llenando poco a poco los espacios de las amplias instalaciones con nuevos usos para la enseñanza y la investigación, y con empresas afines que buscan la cercanía de la escuela técnica superior.

Ya se trate de la “Cervecería Cultural” (Kulturbrauerei) o de la “Cervecería Pfefferberg” que albergan la galería de arquitectura Aedes y el estudio Eliasson en Berlín; de la nueva Casa del Teatro de Stuttgart, emplazada en una acería renana construida por Emil Fahrenkamp en 1923; del molino del grupo Küpper que, situado en el puerto interior de Duisburg, cobija la Colección Grothe; o de las textileras en Leipzig-Plagwitz, sedes de una fundación cultural y numerosos estudios para artistas: en todos estos casos llama la atención que cuando se trata de insuflar vida a reliquias arquitectónicas con los recursos de la arquitectura contemporánea, intervienen profesionales altamente capacitados y muy comprometidos con sus ideales. Se establecen diálogos emocionantes entre lo antiguo y lo nuevo; los edificios lo permiten, y la cultura siempre sale ganando de estos experimentos que buscan preservar la tradición cultural de la construcción de industrias por medio de un encuentro con la arquitectura del presente.