En partes iguales: Elemental y la vivienda social



Mezclando la participación ciudadana con la innovación constructiva, la oficina de arquitectura Elemental, dirigida por Alejandro Aravena, revitaliza una de las tradiciones arquitectónicas más importantes de la modernidad: la vivienda social.


En los últimos años, Elemental ha llamado la atención de los medios y la prensa especializada internacional con sus proyectos inventivos, sintéticos y con un fuerte cariz social, que ponen al estudio en un sitio aparte dentro de la avanzada arquitectónica chilena. Recogiendo del suelo la antorcha del arquitecto austriaco Adolf Loos, Aravena cree que no hay grandes diferencias entre lo más simple, lo mejor, lo más útil y lo anónimo. “Por muchos años los arquitectos hemos golpeado la tecla del genio artista. Pero el precio a pagar fue la irrelevancia”, afirmó en una entrevista. Paradójicamente, su individualidad en el mundo de la arquitectura va de la mano con el abandono de caprichos artísticos.


Un modelo de participación

El proyecto más famoso de la oficina es la reconstrucción de Constitución, la ciudad chilena destruida por el terremoto y tsunami de 2010. El proyecto se titula PRES (Plan de Reconstrucción Sustentable) e incluye un conjunto habitacional para casi quinientas familias, un parque de mitigación fluvial (al mismo tiempo espacio público y estructura defensiva) y la reconstrucción del Centro Cívico con una nueva biblioteca, un teatro y un estadio, además de plazas y paseos con vista al mar que en algunos puntos se convierten en un ejercicio de arquitectura conmemorativa. En PRES participa ampliamente la comunidad afectada, un proceso que para Aravena toma la forma de pregunta y respuesta: el arquitecto debe escuchar, para identificar correctamente la demanda social, prescindiendo en lo posible de la burocracia de los consultores y los expertos. Y luego debe proveer él mismo la solución, pero una solución tal que deje  espacio abierto para que los involucrados se hagan nuevas preguntas, tal como ocurre en una conversación.

En el núcleo PRES (luego exportado a la ciudad de Calama) está la solución habitacional que es la marca registrada de Elemental. “La escasez es un gran antídoto contra la arbitrariedad. Es un filtro contra lo superfluo. Templa los proyectos porque no deja espacio para lo que no viene al caso”, dice Aravena. Con materiales simples como ladrillo y madera, los complejos habitacionales como Lo Espejo (Santiago) y Villa Verde (Constitución) tienen la particularidad de dejarle al propietario un espacio sin construir al momento de la entrega. Las fotos muestran los módulos al inaugurar, en los que se intercalan un vacío y un lleno simétricos, dividiendo por la mitad el prisma pentangular que forma la icónica casa de techo a dos aguas. Por un lado, la vivienda existente, y por el otro el esqueleto que queda virgen, para ser construido a gusto de los dueños. Fotos tomadas años después muestran los distintos usos de cada propietario. Alguien pone rejas en la puerta, otro un balcón con baranda de madera blanda. Los colores y las formas de las ventanas cambian. Hay quien imita el lado construido original, generando un frente igual de dos hemisferios, y quien le lleva la contra por completo en el color, en los materiales, en la actitud. El resultado es una mezcla entre el típico complejo habitacional seriado y monocorde, y el cromatismo informal que tienen muchas urbanizaciones espontáneas en Latinoamérica. Pero el proyecto apunta a algo más: la idea central (y bastante literal) es que la reconstrucción y el desarrollo son tareas compartidas en partes iguales. La propuesta arquitectónica cubre la mitad de la construcción, y corresponde al ciudadano terminar el diseño como más le guste.


Edificios emblemáticos

Aravena, que estudió en la Pontificia Universidad Católica de Chile, inauguró este año su última pieza como un regalo a su Alma mater: el Centro de Innovación Anacleto Angelini, considerado uno de los treinta mejores edificios de América en el siglo XXI según la Universidad de Chicago, un edificio cuya misión es favorecer la innovación científica y económica, no solo alojarla. El complejo se propone potenciar el encuentro y la interacción, al punto de que en cada espacio de trabajo se vuelve casi imposible no ver lo que ocurre en los otros. Además de salas para cursos, auditorios, espacios de reunión y un laboratorio de biología molecular, el complejo tiene en sus pisos superiores oficinas para empresas tecnológicas como Google y para start-ups todavía por nacer.

A Aravena le gusta la palabra “estresar”, a la que le encuentra un sentido positivo. Las ciudades se estresan con deadlines (cosas como los Juegos Olímpicos, bienales, Copas del mundo, etc.) cuando quieren dar un paso adelante en su infraestructura y su nivel de vida. Estresar el tiempo es, para Aravena, volverlo productivo, estirarlo como una cuerda de guitarra. Por eso le interesan las situaciones de emergencia, como la secuela de una catástrofe, donde todo debe hacerse rápido y aprovechando recursos. El ambiente laboral del Centro de Innovación de la UC también tiene esas características: exceptuando el restaurant y la cafetería, es difícil sustraerse al frenesí de la comunicación y los proyectos en marcha en los once pisos acomodados sobre un vacío central que da al lobby en el primer nivel. Se busca así un efecto no de competencia, pero sí de sinergia. Lo mismo ocurre con los complejos habitacionales diseñados por Elemental, en los que cada vecino que hace mejoras y ampliaciones motiva al resto del barrio a crear sus propias soluciones. La arquitectura, para Aravena, se resume en cinco mandatos: la audacia, la claridad, la originalidad, la pertinencia y la guerra al cliché.