“El artista “genial” se ha vuelto una figura obsoleta”. Una entrevista con Stefan Krüskemper

Stefan Krüskemper es un artista independiente que vive en Berlín. Es el co-fundador de los Citizen Art Days (Días de Arte Ciudadano), un proyecto que se centra en la potencialidad creativa de los ciudadanos, los agentes urbanos y los artistas para darle forma al espacio público.



Señor Krüskemper, ¿la participación es solo un concepto de moda, o en el arte se ha producido efectivamente un cambio de paradigma?

El arte participativo nació en los años setenta como resultado del trabajo con temas sociales, y desde entonces continúa desarrollándose. Si se piensa en Franz Erhard Walther o Joseph Beuys, o en artistas posteriores como Christine e Irene Hohenbüchler, Wochenklausur o Theaster Gates, para nombrar algunos protagonistas, resulta evidente que no se trata de una moda pasajera. Sin embargo, no me atrevería a hablar de un cambio de paradigma. Según mi punto de vista, el hecho de que el arte relacional tenga actualmente un lugar central, es una consecuencia de la necesidad urgente de preguntarse por nuevas formas participativas de moldear la sociedad. La gente tiene cada vez más necesidad de participar y formar parte de esos procesos, sin embargo, sólo encuentran un repertorio reducido de formas de participación.

¿Por qué está convencido de que precisamente los proyectos de arte basados en la colaboración entre ciudadanos, artistas y agentes urbanos, constituyen un medio apropiado para contrarrestar lo que usted denomina la desintegración social?

El arte ofrece un espacio de posibilidad y experiencia que no es tan fácil de producir en otros contextos. Socialmente es necesario este campo de experimentación para desarrollar y probar formas de participación potenciales en un contexto protegido. Algunos proyectos con futuro tienen la posibilidad de desarrollarse localmente gracias a la colaboración equilibrada entre personas provenientes de distintas profesiones. Pienso que estas formas colaborativas tienen la capacidad de contrarrestar formas y prácticas exclusivas.



¿Está justificada la creencia en un cambio político, social o individual a través de los procesos artísticos lúdicos?

Formulada con esa generalidad, la creencia en la fuerza transformadora del arte no me parece sostenible. Sólo en casos concretos es posible decir algo sobre la calidad de un proceso artístico o el éxito de un proyecto realizado por artistas. A veces, para que la realidad se modifique, sólo se necesita un leve impulso que quizás luego despliegue un efecto duradero; a veces, hace falta una provocación ruidosa que haga volar en pedazos las puertas cerradas. El éxito es relativo y vale la pena reconsiderarlo constantemente. Mientras el arte no pierda su carácter experimental no se dejará cooptar ni utilizar por diversos intereses. Es decir, que el arte no exime a los municipios, ni a la política, ni al trabajo social de sus responsabilidades.



Me gustaría tomar su frase: “la calidad de un proceso artístico”. ¿Qué criterios existen para determinar esa calidad?

Además de criterios generales como un enfoque original y un concepto coherente, en el arte participativo lo que tiene un papel decisivo es la manera en que el proceso toma forma. ¿Cómo es mi relación con los participantes? ¿Acepto las responsabilidades que tengo como participante? También la actitud interna del artista es crucial. Al fin de cuentas, el arte siempre busca hacer visible un contexto: Como artista, ¿puedo formular algo de la realidad que hasta ahora no fue formulado? ¿De mi trabajo surgen nuevas sinergias e interconexiones significativas?

¿Qué significado tiene para la calidad estética el hecho de que los resultados sean imprevisibles y el final abierto, incluyendo el fracaso, sea éste constitutivo para el trabajo artístico? ¿Ha llegado el momento de los pintores de domingo y los actores amateurs?

Muchas de las piezas de teatro o películas más exitosas se basan en el trabajo de actores amateurs. Estos resultados son convincentes cuando su autenticidad se une al proceso de consciencia del espectador. Pensemos en el Disabled Theater (Teatro discapacitado) de Jérôme Bel. Los actores amateurs con síndrome down que aparecen en esas piezas no pueden fracasar. El artista ha atravesado con responsabilidad los acontecimientos y ha construido, por así decirlo, una casa estable donde es posible actuar con seguridad.



Dentro de un concepto expandido de arte, la frontera entre la esfera cotidiana y la estética resulta a veces tan laxa que la pregunta por la diferencia entre esos dos órdenes se vuelve inevitable.

Considero que el señalamiento y la exploración de esa frontera es una parte importante de mi trabajo artístico. Tomemos como ejemplo los Citizen Art Days (CAD), que esta última vez tuvieron lugar en un mercado. En la síntesis del programa todos los autores de proyectos recibían la denominación de artistas, fuesen creadores de arte, científicos, activistas o cualquier otra cosa. Esto tenía sentido porque nuestro interés estaba puesto en un proceso abierto y en ese momento decisivo del surgimiento del arte en un contexto cotidiano. Considero que el artista como “genio” ha dejado de ser una figura relevante para darle paso a una personalidad artística que puede actuar en las intersecciones de distintas esferas, que busca colaborar y asociarse con otros, que no le teme a la autoría múltiple. Para nosotros, los fundadores de los CAD, es importante crear una casa estable que haga visible ese momento y lo abra al debate.


 

Stefan Krüskemper (1963*) es junto a María Linares y Kerstin Polzin, miembro del grupo de artistas “Parallele Welten” (Mundos Paralelos) que desarrolla formatos de proyectos que incluyen colaboradores externos. Con el evento Citizen Art Days (CAD), el grupo experimenta con nuevas formas de participación con y para la sociedad. En 2013, los CAD tuvieron lugar en el barrio de Kreuzberg, en Berlín. Krüskemper fue invitado en 2013 por el Goethe-Institut a realizar un taller en San Pablo, Brasil; en 2014, “Parallele Welten” realizó un proyecto artístico en el espacio público en Bogotá, Colombia, invitados también por el Goethe-Institut.