Fronteras antiguas, conflictos modernos – Desamores fronterizos en Sudamérica

La frontera entre Colombia y Venezuela, 2015.

Las fronteras físicas entre países latinoamericanos son herencia del pasado colonial. Y siguen siendo hoy en día motivos de conflicto entre algunos países.

El continente latinoamericano se especializó en perder. Eso dice el escritor Eduardo Galeano en su famoso libro “Las venas abiertas de América Latina” (1971). La Colonia y la Conquista españolas, para él, se convirtieron en germen de una serie de derrotas de las que los países del Sur de América no han logrado recuperarse. La presencia de fronteras donde antes no existían, dice Galeano, es típica en Latinoamérica. Según él, aquellas fronteras son el resultado final, geográfico y tangible, de saqueos, extorsiones e imposiciones europeas. El continente, que tenía padres desarrollados, heredó sin embargo el subdesarrollo. Esa herencia, que recibió continente en conjunto, cada país la carga por su propia cuenta.

Según Marta Márquez, directora de las maestrías en Relaciones Internacionales y Estudios Latinoamericanos en la Universidad Javeriana, en Bogotá, a diferencia de los países europeos, América Latina no marcó sus límites con guerras, sino que los heredó de España. Después de las guerras de independencia de finales del siglo XIX, las fronteras de la Colonia se mantuvieron. Según señala el historiador colombiano Fernando López Alves, esta es la razón por la cual los nuevos países independizados no conformaron ejércitos nacionales temprano: no tenían la necesidad de conquistar territorio vecino ni de defender el propio. De ahí surge, según López Alves, la debilidad de los Estados en el continente, incapaces de proteger a sus ciudadanos en todo el territorio nacional. Colombia –un país con la mitad de su población gobernada por paramilitares y guerrilla desde hace cincuenta años– es el ejemplo perfecto de aquella debilidad institucional.
 

Solo un sueño

De la relativa demora en el surgimiento de ejércitos nacionales, sin embargo, también surgió una posibilidad que hubiese podido cambiar la historia de todo el continente. Esa idea, surgida ya en el siglo XIX, justo después de la independencia latinoamericana de España, la usaría más cien años después Hugo Chávez –presidente de Venezuela desde 1999 hasta su muerte en 2013– para establecer su influencia en el continente, que, a pesar de se polémica, sobrevive hasta hoy. Chaves hablaba del “sueño bolivariano”: el sueño de un continente latinoamericano unido, pensado como método para contrarrestar los efectos de la Colonia y de la posterior dependencia de Latinoamérica de los Estados Unidos. En ese deseo, Chávez citaba a Simón Bolívar, el “Libertador” de América Latina –y primer protagonista del “sueño bolivariano”–, quien había dicho en el siglo XIX que la prosperidad del continente solo podría sostenerse sobre la base de una “Patria Grande”, un continente sin fronteras.

Por supuesto, Latinoamérica se despertó muy pronto de ese sueño. Los primeros países que mostraron el carácter utópico del sueño, justo después de la Independencia, fueron Argentina y Paraguay, en el sur del continente, los cuales controlaron ferozmente sus fronteras desde el principio, pues había dos enemigos al acecho: Brasil e Inglaterra.
 

Fronteras calientes

Desde entonces, muchas fronteras en Latinoamérica solo parecen conocer conflictos. Durante años, por ejemplo, a Colombia poco le importaba su frontera con Venezuela, hasta que descubrió que la frontera se habido convertido en el fortín de los grupos ilegales armados que luchan en Colombia desde hace casi cincuenta años. En ese momento adquirieron importancia porque se volvieron puntos estratégicos para la seguridad militar colombiana.

Ya que durante mucho tiempo la economía venezolana era mucho más fuerte que la colombiana, en los años ochenta y noventa miles de colombianos se fueron a trabajar en Venezuela. Tras años de régimen chavista y de su sucesor, Nicolás Maduro, la economía venezolana viene empeorando desde hace tiempo. A mediados del 2015, Venezuela decidió cerrar la frontera con Colombia porque, según el presidente Nicolás Maduro, paramilitares y narcotraficantes colombianos trafican en la zona. Una medida que buscaba frenar el contrabando fronterizo, terminó siendo el camino para deportar a 9.800 colombianos, la gran mayoría de ellos sin antecedentes judiciales, que tuvieron que regresar a Colombia dejando todas sus pertenencias atrás y denunciando abusos de la guardia fronteriza venezolana.

Chile y Bolivia libran un pleito por el acceso al mar, que Bolivia perdió y cedió a Chile después de la Guerra del Pacífico, a finales del siglo XIX. Las nuevas fronteras se establecieron a través de un tratado de paz en 1904, pero Bolivia se mantuvo en desacuerdo. Después de décadas de conflictos, en 1978 ambos Estados rompieron relaciones. Tras una demanda de Bolivia y reacciones de Chile, hace pocos meses la Corte Internacional en la Haya determinó que el tratado de 1904 no tiene la última palabra. Por lo visto , este conflicto aún tiene futuro. Y mientras tanto, en Bolivia se sigue cantando a menudo el “Himno al Mar”, que se inventó el presidente boliviano Evo Morales.

En Centroamérica, Costa Rica y Nicaragua también se pelearon. Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica, denunció en 2010 que tropas nicaragüenses ingresaron a su territorio sin permiso. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, se defendió diciendo que la Isla de Portillos, la zona inspeccionada por su ejército, pertenece a su país. El ejército fue retirado, pero la discusión sigue abierta.

Argentina y Brasil también se han desencontrado por cuenta de sus relaciones comerciales y gracias a eso, han puesto a tambalear a la unión económica regional Mercosur. A mediados del 2013, la empresa minera brasileña Vale detuvo un proyecto millonario en Argentina, que la ex presidenta argentina Cristina Fernández consideraba determinante. Argentina respondió despidiendo a una empresa brasileña, que adelantaba dos líneas férreas de carga en el país.

Y mientras tanto, los países socialistas de la región, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela, caminan de la mano e intentan derrumbar los muros económicos. Sin embargo, algo acaba de suceder: el presidente venezolano Nicolás Maduro acaba aceptar su derrota parlamentaria frente a la oposición. Si, como probablemente sucederá, Venezuela cambia su dirección política, Mauricio Macri, el presidente recién electo de Argentina, no denunciará (como había anunciado) a Venezuela en Mercosur, invocando “la cláusula democrática”. Esto habría significado la expulsión de Venezuela de la unión económica. Como dicen: los matrimonios cada vez duran menos.