Hombre, mujer: ¿frontera artificial? – Personas trans en Latinoamérica

Símbolo del transgenerismo

En Latinoamérica, la comunidad trans aún se encuentra frente a grandes retos.

Existen fronteras sociales, lingüísticas o geográficas. Muchas de ellas obedecen a intereses políticos o a creencias particulares y por esto es difícil entender, en la práctica, dónde empiezan y dónde terminan. También al género se le han impuesto fronteras. Así, la mayoría de personas contempla solo dos opciones de vida: ser hombre masculino o mujer femenina. Si una persona nace con pene es hombre, debe jugar fútbol y ser rudo. Si nace con vagina, es mujer, debe ser delicada y tener el pelo largo.

Esto no necesariamente es así, como lo indica la letra “T” en la sigla “LGBT” (lesbianas, gais, bisexuales y trans), la cual agrupa a millones de personas en todo el mundo que desarrollan una identidad de género opuesta a la que su sexo biológico indica.
 

Ser trans

Se llama “mujeres trans” a quienes nacieron con genitales masculinos pero se identifican con el género femenino, y “hombres trans” a las personas que llegaron al mundo con vagina pero se identifican con el género masculino. La construcción de género puede ser aún más compleja: una persona se puede identificar con un estado que no es exclusivamente masculino ni femenino, sino intermedio. Y hay también quienes no se consideran ni hombres ni mujeres, y que suelen llamarse queer o “género fluido”.

La mayoría de personas trans dice percibir desde muy temprana edad que su cuerpo no corresponde con lo que la persona siente. Así, a muchas personas trans les incomodan la ropa o los juguetes que les son impuestos con base en su género biológico. Ya que para las personas trans el género es usualmente una imposición originada en la infancia, muchas de ellas tienen conflictos internos: se sienten bien de una manera, pero están obligadas a comportarse de otra.
 

Marginación y discriminación

En Latinoamérica, como en otros lugares del mundo, el primer desafío de las personas trans es erradicar la violencia que padecen. En el caso específico de Bogotá, en Colombia, según cifras de la Dirección de Diversidad Sexual de la Secretaría Distrital de Planeación de Bogotá, el 98% de las personas trans ha sido discriminado o ha visto vulnerados sus derechos. Las personas trans muchas veces son percibidas como seres “a mitad de camino”, y socialmente aún hay una gran dificultad en aceptar lo que a simple vista no se puede clasificar como “hombre” o “mujer”. Las mujeres trans encabezan la lista de víctimas LGBT. Según un informe de la ONG Colombia Diversa, en el año 2014, en Colombia fueron asesinadas 21 mujeres trans. Por ser expulsada de su entorno familiar y marginada por la sociedad, gran parte de la población trans no puede terminar sus estudios, lo que lleva a que sus principales alternativas de trabajo sean labores informales como la peluquería o incluso la prostitución.

Otro reto apremiantes es eliminar la idea de que el transgenerismo es una enfermedad. El “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (DSM), de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, alimenta aquella idea y usa la categoría “disforia de género” para clasificar a las personas trans. En opinión de otros especialistas, el transgenerismo debería ser tratado como el embarazo y el parto, que no se consideran enfermedades pero requiere atención médica especializada. Así, las personas trans –principalmente en países sin leyes de identidad de género– podrían tener acceso a las intervenciones médicas que necesitan, desde hormonas, terapia psicológica o cirugías, sin ser estigmatizadas como enfermas.

Desde el 2015, en Colombia las personas trans pueden corregir su sexo en su registro civil y cédula de ciudadanía. Es un trámite sencillo, similar al que existe en Ciudad de México. No obstante, la meta es que países como Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela y Paraguay aprueben la llamada “ley de identidad de género”, como la que tienen Uruguay (desde 2009) y Argentina (desde 2012). Esta ley permite que sin necesidad de trámites, el género que cada persona elija sea reconocido jurídicamente.

Pero el mayor desafío en Latinoamérica sigue siendo que la información sobre la identidad de género sea incluida, sin prejuicios, en el pensum de las instituciones educativas. Esta sería una oportunidad para enseñar que vivir de manera distinta a la mayoría no constituye una amenaza ni un ataque para los demás.
 

Trans-Power en Latinoamérica

La comunidad trans en Latinoamérica aún se encuentra frente a grandes retos. Pero en años recientes algunos de sus miembros ya han logrado no solo ser reconocidos y respetados, sino además convertirse en ejemplo a seguir. Aquí algunos de ellos:

Mauro Cabral: argentino, doctor en Filosofía. Participó en la producción de los Principios de Yogyakarta sobre la aplicación del Derecho Internacional de Derechos Humanos en la orientación sexual y la identidad de género.

Raffi Freedman-Gurspan: nació en Honduras pero creció en Estados Unidos. En 2015 fue nombrada directora de contratación de la Oficina de Personal de la Casa Blanca.

Ophelia Pastrana: física, economista, profesora colombo-mexicana. Es conferencista en el área de redes sociales.

Tatiana Piñeros: directora del Instituto Distrital de Turismo de Bogotá. Fue directora corporativa de la Secretaría General de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Luisa Revilla: es la primera alcaldesa trans de Perú. En 2014 asumió su cargo en el distrito de La Esperanza, en la ciudad de Trujillo.

Brigitte Baptiste: bióloga, directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.

Dania Gutiérrez: mexicana, doctora en bioingeniería de la Universidad de Illinois.

Andrés Rivera: chileno, activista, defensor Derechos Humanos y consultor en identidad de género.

Michelle Suárez: en marzo de 2014 fue elegida senadora suplente por el Partido Comunista de Uruguay.