“No tiene sentido esperar a que el enemigo se muera” – Entrevista a la escritora Kathrin Passig sobre la polémica naturaleza de Internet

Sin importar si se trata de derechos de autor, esfera privada o el fin de los medios impresos, el Internet divide las opiniones controversialmente. Kathrin Passig, reconocida escritora alemana y autora, junto con Sasha Lobo, del libro “Internet – Bendición o maldición” (2012), aboga por un debate crítico y justo.

De un lado escépticos, de otro optimistas… Usted intenta no tomar partido. Su libro “Internet – Bendición o maldición” reclama una discusión más cuidadosa sobre Internet y las muchas dudas que aquel produce. ¿Por qué la discusión sobre Internet suele dar origen a posiciones extremas?

Creo que depende ante todo de que Internet sea algo tan novedoso. Pero las posiciones extremas tampoco son infrecuentes. Sobre religión no se discute siempre de manera relajada y equilibrada. Considero que actualmente las posiciones extremas son tan populares al tratarse de Internet porque ellas le dan estatus y atención mediática a quienes las mantienen. Quien aprueba todos los cambios es considerado joven, competente en lo relativo a la técnica y progresista. En el mercado laboral, esto es por supuesto ventajoso. Las nuevas empresas tienen jerarquías planas y en ellas es posible ascender rápidamente. Y en empresas establecidas, una posición abierta frente a Internet permite consolidarse frente a colegas más experimentados y superiores. Del lado de la crítica se encuentran más que todo aquellos cuyos trabajos o su modo de vida se han visto modificados por Internet, muchas veces para peor, cuando por ejemplo puestos o incluso ramas laborales completas desaparecen. Pero el cambio en general es visto con desconfianza cuando las ventajas prometidas por él no son claras. Ya que las profesiones de los trabajadores de radio, televisión y los medios impresos se ven revolucionadas radicalmente, existe una gran atención mediática para las posiciones conservadoras.

En la discusión sobre Internet –respecto a preguntas polémicas como “¿Internet nos hace más tontos?” o “¿Nos hace Internet solitarios?”– usted ve paralelos con debates históricos sobre las respectivas novedades sociales o técnicas como el voto femenino, el ferrocarril o el teléfono. ¿Qué podemos aprender de esto?

Cuando uno ha identificado un par de estos ejemplos históricos, es posible creer que aquellos debates son simplemente una protesta automática contra todo lo nuevo. Más tarde lo nuevo resulta ser muy útil: los partidarios progresistas tenían razón, los críticos conservadores se equivocaban. Pero por desgracia, esta es una forma de pensar demasiado facilista, y digo “por desgracia” porque yo misma mantuve esta posición durante algunos años. Un año antes de que empezáramos a trabajar en el libro “Internet – Bendición o maldición”, se volvió claro para mí que este modelo clásico de discusión es una señal de que aquí sucede algo interesante, de que se trata de preguntas antiguas, obstinadas, nada fáciles de responder. Y que por ello mismo no tiene sentido esperar a que el enemigo se convierta o se muera. El debate cambia solamente de campo: en vez de preguntar si es terrible que gracias a la imprenta cualquiera pueda imprimir lo que quiera, se discute sobre si es grave que cualquier persona pueda publicar cualquier cosa en Internet.

Usted acompaña las discusiones en torno a la Red desde mediados de los años noventa. ¿Cómo ha cambiado su posición personal respecto a Internet desde entonces?

Cuando uno accidentalmente –en mi caso gracias a mi fecha de nacimiento y a tener muchos amigos afines a los ordenadores– se anticipa un par de años a un desarrollo social, puede creer fácilmente que es dueño del conocimiento sobre el progreso. En muchos sentidos sigo creyendo eso. Particularmente, estoy convencida de que mis hábitos actuales relacionados con los ordenadores, Internet, las tecnologías de comunicación y la vida influida por Internet serán en cinco o diez años hábitos mayoritarios. Eso ha sido así desde que tenía quince años, y hasta ahora no he podido comprobar que las cosas cambien. Es tentador deducir de allí que en todos los debates la posición personal es la correcta. Pero actualmente ya no estoy muy segura de eso.

Desde que apareció su libro en Alemania, ha tenido gran acogida en lo medios. ¿Tiene la impresión de que el libro ya ha ejercido influencia sobre las discusiones actuales?

Acogida en los medios no es sinónimo de ventas, ventas no es sinónimo de lectura y lectura no es sinónimo de “estar de acuerdo”. Además, con mis libros anteriores he tenido la experiencia indignante de que el mundo no cambia automáticamente después de que uno ha publicado su opinión. Así que: no. Quizá en diez años. Entonces, para comparar necesitaremos solamente un universo paralelo en el que “Internet – Bendición o maldición” no haya sido escrito, y así sabremos qué influencia ha tenido el libro.

Y cómo es su opinión personal respecto al desarrollo del Internet? ¿Escéptica u optimista?

Más bien optimista. Pero entretanto sé que el 80% de esta actitud se basa en mi tendencia general al optimismo así como a la ilusión. El 20% restante surge del conocimiento de causa.

Kathrin Passig/Sascha Lobo:
Internet – Segen oder Fluch (Editorial Rowohlt, 2012)