El tiempo: el presente pasado y el futuro presente

El Very Large Telescope (VLT). Cerro Paranal, norte de Chile © ESO/Stéphane Guisard

El transcurso del tiempo nos permea a todos y deja su huella en todo el universo. Sin embargo, la percepción que tenemos del tiempo es propia y por lo que experimentamos, extremadamente personal. Una reflexión del astrofísico Gaspar Galaz.

El transcurso del tiempo nos permea a todos. Nadie se salva de sus efectos. Ricos, pobres, sanos y enfermos, mujeres, hombres y niños, todos los seres animados e inanimados. El paso del tiempo deja su huella en todo el universo. Sin embargo, la percepción que tenemos del tiempo es propia y por lo que experimentamos, extremadamente personal. Para muchos “la vida pasa rápido”. Y, a pesar de ello, ese lapso es infinito para un gusano y una mariposa, tanto como el morir sin morir o nacer sin nacer. Como escribió Enrique Lihn en un poema: “…la oruga no puede adivinar que será mariposa, así como la mariposa no puede recordar que fue oruga…” .

Con este mismo contraste, comparado con los lapsos de tiempo del universo astronómico, no somos más que un suspiro. Una estrella promedio, como el sol, vive cerca de diez mil millones de años. Nuestro planeta no tiene más de 5 mil millones de años. Si toda la historia del universo se condensara a 365 días, un año calendario –el paso del hombre por la tierra hasta ahora– ocuparía sólo las últimas horas del 31 de diciembre desde el proconsul hasta nuestros días.

El pasado

La conexión cósmica del ser humano con el universo y el sentido profundo del tiempo se hace extremadamente tangible en un observatorio. Un ejemplo es el observatorio de la ESO en Cerro Paranal, donde operan los cuatro telescopios del Very Large Telescope (VLT, ver Figura 1). En ese lugar, los astrónomos tratamos de tocar el borde del universo. Literalmente, tocamos las pantallas donde se reemite de manera extremadamente amplificada la luz de objetos astronómicos remotos, luego de viajar miles de millones de años en el espacio. Tomemos por ejemplo una de las galaxias más lejanas hasta ahora, la galaxia UDFj-39546284 (en la Figura 2), descubierta en enero 2011 con el telescopio espacial Hubble. La luz de esta galaxia fue emitida hace 13 mil 200 millones de años atrás, sólo unos 800 millones de años después del Big-Bang, el momento en que se formó el universo. La tenue luz de esta galaxia fue emitida cuando ni siquiera la Vía Láctea estaba formada y menos aún el Sol o la Tierra.

En realidad, el ejemplo anterior es uno de los casos más extremos. Entre medio está casi todo el universo, del cual del mismo modo sólo accedemos a su pasado. El presente es en rigor tan inaccesible como el futuro más remoto. En efecto, toda la información astronómica que recibimos, incluso desde los objetos astronómicos más cercanos y familiares, fue emitida en el pasado. El sol está a ocho minutos luz de distancia de la Tierra. Cada puesta de sol que observamos ocurrió ocho minutos antes del momento en que la vemos, puesto que la luz del sol demora ocho minutos en llegar a nosotros. Armstrong pisó la luna un poco más de un segundo antes del mensaje que nos llegó de él el 20 de julio de 1969, puesto que la Luna está a 1,3 segundos luz de distancia de la Tierra.

Esto, sin duda, plantea la pregunta profunda del rol del paso y sentido del tiempo en nuestra percepción de la realidad sobre la cual filósofos y pensadores han dedicado miles de páginas. Los astrónomos tratamos de sobrepasar esa angustia existencial. Nos acostumbramos a estar “presos en el pasado”, pasado que analizamos en un presente en el que simplemente nos pusimos de acuerdo que existe y en el cual tenemos que funcionar. Al hacerlo, podemos adentrarnos en el universo profundo y distante, como quien sale a jugar a la pelota al patio.

Imagen tomada en 2003 por el Hubble Space Telescope, en la que aparecen más de 10 mil galaxias, entre ellas las más distantes en el universo. © NASA, ESA, G. Illingworth (University of California, Santa Cruz), R. Bouwens (University of California, Santa Cruz, y Leiden University) y el equipo HUDF09.
 

El futuro

Forzados a acceder sólo al pasado para entender el universo, los astrónomos tenemos aun así mucha curiosidad sobre el futuro. Tan intrigante como el pasado del universo, lo es su futuro. En 1998 un grupo de astrónomos mostró que el universo a gran escala no solo se está expandiendo, producto del Big-Bang que dio origen al universo mismo, sino que además esta expansión está siendo acelerada por una energía de la cual solo hemos inventado su nombre y que delata nuestra ignorancia: la energía oscura. Esta aceleración de la expansión provocará en el futuro que todas las galaxias estén alejadas unas, de otras de tal forma que el destino de cada una de ellas será su total aislamiento, produciendo que el fin del universo sea frío y oscuro. Aunque este panorama parece desolador, ello no ocurrirá antes de miles de millones de años.

Entre medio, nos queda mucho tiempo para descubrir la naturaleza de la energía oscura. Resulta importante determinar el origen de esta energía, puesto que si tomamos cualquier volumen del universo, a gran escala, la densidad de energía total está dominada por la energía oscura. Aproximadamente el 73% de toda la energía del universo consiste en energía oscura. La densidad de energía de la materia es mínima. Y eso incluye la llamada materia oscura, que es la gran causante de la atracción gravitacional que permite que el universo visible sea lo que es. Las galaxias, los cúmulos de galaxias, enormes aglomeraciones de galaxias existen gracias a que la materia que somos incapaces de ver, o que simplemente no emite luz, los mantiene unidos. Es sorprendente que generaciones de astrónomos y cosmólogos hayamos estudiado el posible destino del universo considerando durante decenas de años un destino del universo que al final fue el menos probable: que la expansión del universo se frena producto de la gravedad de toda la materia y que en el universo entero eventualmente puede comenzar una contracción gravitacional que lo hace colapsar a un solo punto en el futuro. Esto, que hace más de diez años era llamado el “Big-Crunch”, es hoy en día la posibilidad más remota en cuanto al destino final del universo. Hoy sabemos que la fuerza de repulsión generada por la energía oscura, deja fuera de lugar esa posibilidad para el fin del universo. Nos habría gustado que el fin del universo fuera un gran abrazo cósmico. Lamentablemente, tendremos que contentarnos con una soledad infinita, fría y oscura.