Regreso al lugar de los hechos: Omar Saavedra en la Feria del Libro de Leipzig

Omar Saavedra Santis durante una lectura en el Instituto Cervantes, Berlín, 13 de marzo de 2015
| Foto: Carlos Medina

En el marco de la Feria del Libro de Leipzig 2015, se presentaron los escritores chilenos Omar Saavedra Santis y Rodrigo Díaz Cortés. La participación de estos autores fue organizada por la Embajada de Chile en Alemania, el Departamento de Cultura del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile y el Instituto Cervantes en Alemania.

Además de presentarse en Leipzig, Saavedra y Díaz ofrecieron lecturas en Fráncfort del Meno, Berlín y Hamburgo. Aún cuando ambos se inscriben en generaciones muy distintas, los une su destino literario entorno al pasado y presente de un país llamado Chile. Saavedra, quien vivió treinta y cinco años de exilio en Alemania, reside desde 2009 en Chile. En Leipzig leyó párrafos de su novela La gran ciudad, varias veces publicada en Alemania y editada por primera vez en castellano, la lengua en que fue escrita, el año 2014 por Editorial Uqbar. Rodrigo Díaz reside actualmente en Barcelona y presentó en Leipzig la edición alemana de su novela El peor de los guerreros. A continuación, Omar Saavedra Santis nos narra sobre su participación en la Feria del Libro de Leipzig y su gira de lecturas en Alemania:


La invitación

Ocurrió en un día de noviembre del pasado año. Encontré en mi casilla electrónica una muy escueta nota de Carlos Medina, encargado de asuntos culturales de la embajada de Chile en Berlín. Me preguntaba si tenía interés en participar como invitado de la Feria Internacional del Libro de Leipzig, en marzo del 2015. La pregunta no dejó de asombrarme. Pensé que se trataba de una broma o un error de información. Sabemos que siempre hay bromistas de todo tipo. También sabemos que hay muchos autores vivos en el Chile actual con méritos suficientes y mayores que los míos. Sin embargo, no era una broma de mal gusto ni se trataba de un error de nominación. En todo caso, para mí era harto más que una simple invitación a tomar parte de una de las principales reuniones mundiales de libros, lectores y escritores. En verdad, tal invitación significaba para mí regresar a un país que con toda razón y sin ningún patetismo yo sigo considerando propio.

La gira

Esta vez, la idea condicionante de la invitación fue hacerse presente en la feria con dos literatos chilenos de generaciones distintas, que ya hubieran publicado alguna de sus obras en alemán. El otro autor era Rodrigo Díaz Cortés, un talentoso y joven escritor chileno, residente en la actualidad en Barcelona. El destino final y principal de este viaje libresco era por supuesto Leipzig, pero incluyó además presentaciones en otras ciudades alemanas. Con Rodrigo, Benjamín Loy (moderador e intérprete) y Carlos Medina conformamos una suerte de pequeño destacamento trashumante de la literatura chilena que durante una semana hizo oir sus palabras en el Instituto Cervantes de Frankfurt, Berlín y Hamburgo, y en la feria de Leipzig. Sería un pecado afirmar que se trató de actos masivos. Por lo general (las excepciones son rarísimas) también en Alemania el poder convocatorio de escritores in vivo es incomparablemente menor que el de actores de cine o cantantes de rock. No obstante, los asistentes a estas lecturas y conversatorios sobre literatura chilena contemporánea oscilaron cada vez entre treinta y cuarenta personas. Un público mixto escuchaba y preguntaba con interés evidente sobre el azaroso quehacer literario y artístico en el Chile actual. Como un alarmante subtexto, en esta parte podemos agregar que muy a menudo el conocimiento del panorama político y cultural chileno de algunos auditores alemanes era sin lugar a dudas muy superior al promedio de los cada vez más escasos compatriotas lectores en Chile mismo.

A modo de bonus track, mis fieles amigos alemanes y austríacos agregaron a mi programa personal, al margen del oficial, una lectura en la pequeña galería de arte de Gransee (una pequeña ciudad en la legendaria marca de Brandenburgo) y otra en el tercer distrito de Viena, a orillas del Danubio, lugar desde donde escribo estas presurosas líneas.

Leipzig

Me permito ahora una breve incursión en las pegajosas regiones del sentimentalismo. Porque ocurre que Leipzig – como tiempo y geografía- es un capítulo no breve e imprescindible de mi biografía. Yo era en aquel lejano entonces aún “joven e indocumentado” y estudiaba en el Instituto de Literatura de Leipzig (hoy adjunto a la Universidad de Leipzig). En esta ciudad y aquel instituto comencé una relación amorosa, feliz y estable con la literatura clásica alemana que perdura en mí hasta el día de hoy. Por este y otros motivos igual de personales que la literatura, fue inevitable que al entrar por la mañana a la ciudad un torbellino de evocaciones despercudiera mi memoria con una ternura que yo creía haber olvidado para siempre.

No era mi primera vez como participante activo en la Feria de Leipzig. El 2003 o 2004 un cuento mío tuvo la suerte de ganar un importante premio literario de la Mitteldeutscher Rundfunk (la Radio Centroalemana, MDR por sus siglas en alemán). Por esta razón me invitaron a la feria de ese año, donde la radio está siempre presente con un stand y en transmisión directa con sus oyentes. Pero ahora era diferente. Aquella vez yo era un “autor chileno residente en Alemania”. Ahora llegaba a la feria como “escritor chileno”. Para mí, una pequeña diferencia del tamaño de un mundo (de dos, para ser más exactos).

Sobre la Feria del Libro de Leipzig misma hay poco que decir. Basta dejar hablar a las estadísticas. Rodrigo y yo ofrecimos en el foro internacional una lectura de una hora de duración ante 45 auditores. La feria se extiende a toda la ciudad, y comienza y termina mucho antes de su apertura y cierre oficiales. Allí hay lecturas, presentaciones, recitales, exposiciones, grandes, medianas y chicas, en 450 lugares de la ciudad. Por esto, nuestra segunda lectura fue en la tarde del mismo día en un salón repleto del Café Riquet en la Callejuela de los Zapateros Nr. 1, en el corazón del Leipzig. También en mi ciudad natal, Valparaíso, existió alguna vez un Café Riquet, muy frecuentado por poetas y escritores. Pero no sobrevivió el embate de lo que algunas autoridades políticas en Chile entienden por “modernidad”. Ahora en su lugar hay una farmacia.

La despedida de la ciudad tuvo lugar por la noche, en el Auerbachs Keller: una taberna de mediados del siglo XV que Goethe inmortalizó en su Fausto I. Allí, en el mismo local donde Mefistófeles encanta a un grupo de jóvenes aprendices, levanté la jarra de cerveza y repetí mentalmente la borracha reverencia verbal con que uno de ellos (el Rana) saluda a Leipzig, una cita clásica conocida desde hace más de dos siglos por todos los alemanes: “Mein Leipzig lob ich mir! Es ist ein klein Paris und bildet seine Leute!” (“¡A mi Leipzig yo lo alabo! ¡Es un París pequeño que educa a su gente!”). A medianoche abandonamos la ciudad.

Mis alemanes

A menudo me preguntan en Chile por la experiencia de mis treinta y cinco años “alemanes”. No es una pregunta de respuesta fácil ni breve. Intento explicar que Alemania es un país en el que he vivido más de la mitad de mi existencia. Digo también que mi larga relación con la lengua y cultura alemanas ha influído en toda profundidad en mi vida y en mi literatura. Le debo a las letras y las artes alemanas una parte esencial e irrenunciable de mí mismo. Y tengo allí amigos que me han dado mucho más de lo que yo pueda agradecer nunca. Tal vez sea una respuesta imprecisa, pero este viaje a Leipzig me ha vuelto a demostrar que no podría decir otra cosa.
¿Adiós Alemania? ¿Adieu, Leipzig?
No. Digamos mejor: ¡Auf Wiedersehen! Duele menos.

                       
                                                                                                                                                                   Viena, 25 de marzo de 2015
 

Omar Saavedra Santis es un escritor, periodista y dramaturgo chileno. Ha publicado, entre otros, las novelas La gran ciudad (1986), Prontuarios y claveles (2011) y los cuentos Erótica de la resistencia y otras historias de resentidos (2003). Desde 2009 vive en Santiago de Chile, luego de residir treinta y cinco años en Alemania.