Cultura club en Latinoamérica
La fiesta como transgresión y propuesta

Theatron, Bogotá
Theatron, Bogotá | Foto: © Theatron, Bogotá

Las discotecas de América Latina se han enfrentado a prejuicios y señalamientos. Pero también han abierto la puerta a nuevas tendencias y a una cultura de la tolerancia. Con motivo de la exposición Clubraum Berlin del Goethe-Institut, recordamos algunos clubes latinoamericanos legendarios.

La exposición “Clubraum Berlin” del Goethe-Institut recopila momentos destacados de la cultura de clubes y discotecas en Berlín desde la década de 1980, a través de fotografías, registros sonoros, volantes y vídeos. La exposición visitó Bogotá en abril de 2016 y en los meses siguientes estará en Caracas, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile. Con este motivo, vale la pena recordar algunos clubes famosos que crearon sensación en Latinoamérica.

Diversión e inclusión

Las discotecas han tenido un papel importante por haber combatido en algunos casos restricciones sociales y prejuicios sexuales, así como por proponer tendencias estéticas y musicales novedosas.

Mateo Lafontaine, publicista y músico electrónico mexicano, recuerda “antros” legendarios de Ciudad de México como El Nueve (discoteca gay que en los ochenta fue el centro de la vanguardia y fue clausurado violentamente por la policía), Danzetería (famosa por música completamente de avanzada) y el mítico Metal, el lugar más ambicioso de la historia del club en México, que solo estuvo abierto algunos pocos días.

Un club que sobrevivió es Patrick Miller, popular por acoger los estilos musicales “Hi-NRG” e “Italo-Disco”. Ubicado en la calle Mérida del D.F., ha logrado congregar por años una colectividad que acude al club para renovar una y otra vez su aprecio por una estética y un sonido ausente en los grandes medios. Allí se pueden ver batallas de baile impensables en otros lugares.

Para la comunidad LGTBI de Bogotá, la noche cobra un significado especial en el sector de Chapinero. Desde el 2002, el barrio alberga una gigantesca discoteca reconocida en toda Latinoamérica: Theatron. El lugar es testigo de reinados gays, visitas de DJs internacionales, conciertos, y es además refugio de una comunidad que por años ha sido objeto de señalamientos y amenazas.

En Bogotá existe además un espacio que en pocos años se ha consolidado como centro de resistencia a los sonidos que se desvanecen rápidamente: Asilo, en la Avenida Caracas, ofrece desde el año 2011 noches de new wave, post punk, rock en vivo o desafíos de diseño y cine. Tras él se encuentra Henry Muñoz, realizador audiovisual que ha logrado inyectarle a la ciudad vitalidad con fiestas temáticas como: Britishmania, Cold Wave City, Mafia All Stars o Sex Machine.

En Montevideo, el músico Hernán González ha podido observar la evolución de clubes que desde los ochenta le han puesto un color a la ciudad. En sitios como Milenio, Pachamama o W Club, la música electrónica cautivaba a locales y visitantes. Actualmente, el espacio Phonotheque se ha convertido en un centro de música electrónica libre de consideraciones comerciales. Es un lugar en el que todo puede suceder, pero con estilo.

Blondie es el nombre de un club ubicado en la calle General Bernardo O'Higgins del centro de Santiago de Chile. En más de dos décadas de existencia ha concentrado los ánimos de personas que aprecian la música y no buscan agradar o figurar. Son famosas sus fiestas kitsch, góticas, electrónicas y de música en vivo. Además, es un local de reunión entre generaciones.

Asunción, en Paraguay, también empieza a escribir su historia en el mundo discotequero. Tras años de dictadura (1954-1989), durante la cual muchas expresiones culturales estuvieron censuradas o fueron perseguidas, nuevas discotecas han ofrecido opciones sonoras más allá del rock, metal o la música tropical, según explica el DJ y productor local Javier López (“Cosmo”). Lugares como Caracol y Sequence han creado espacios para promover la aceptación de la comunidad LGTBI, todo alrededor de noches de tecno, house, minimal o electro, que en ocasiones cuentan con la presencia de talento internacional como Truncate, Radio Slave, Jonas Kopp y Sterac.

De la cultura “underground” al mercado internacional

En Buenos Aires, Daniel Nijensohn, DJ y dueño de la tienda de discos “El Agujerito”, ha observado la cultura musical durante varias décadas. Entre los nombres que recuerda como legendarios cita: Cemento, Morocco, El Dorado y Age of Communication.

Morocco, que existió entre 1993 y 2001, ofrecía ritmos latinos en un piso y contrastaba con electrónica en otro. Sus eventos lograron que la variopinta fauna nocturna bonaerense bailara hasta el amanecer. Sus decoraciones inusuales eran famosas. Una serie de encuentros entre DJs y diseñadores dio origen a un ciclo de verano entre enero y marzo de 2001, que reunió a artistas de la escena “underground” que en poco tiempo obtuvieron un mayor reconocimiento. También lo que comenzó como un fenómeno de fiestas de cumbia bajo el nombre de Zizek, hizo que el club Niceto del barrio Palermo se convirtiera en 2006 en un importante espacio para artistas que ya han realizado giras por distintos países.

Lima, por su parte, no olvida las historias de los años ochenta en torno al club No Helden, un lugar que desafiaba la lógica de las discotecas de la época y en el cual se escuchó música que raras veces sonaba en la radio limeña. En este milenio, Alexandra Bianchi, promotora local, rescata nombres como Nébula o El Averno.

La venezolana Mariana Martín, cantante radicada en Nueva York, recuerda nombres de locales en Caracas como Bar One, Elmo Bar, Santa la Diabla o La Quinta. En estos lugares, la música electrónica y en vivo convivían con la tolerancia, el aprecio, la curiosidad y el respeto. Son recuerdos de una ciudad que actualmente busca un camino para regresar a aquellos valores.

Agradecimientos: Javier López (Asunción), Henry Muñoz (Bogotá), Daniel Nijensohn (Buenos Aires), Mariana Martín (Caracas y Nueva York), Mateo Lafontaine y Luis Murillo (Ciudad de México), Alexandra Bianchi (Lima) y Hernán González (Montevideo).