Berlinale-Blogger 2017
Érase una vez en Alemania

Érase una vez en Alemania
© 2017 - IGC Films - Virginie Saint-MartinI | „Es war einmal in Deutschland …“

“​Es war einmal in Deutschland” (i.e., Érase una vez en Alemania) cuenta la historia de personas que al terminar la Guerra se atrevieron a intentar reconstruir su vida en Alemania, al lado de quienes habían querido aniquilarlos.

Fueron unos 12.000. Cifra modesta, pues antes de la Guerra habían sido 500.000, pero aún así significativa de cara a entender la vinculación existente, entonces como hoy, entre los judíos y Alemania. La acción de la película, exhibida en la Berlinale con la categoría Special, se desarrolla en Fráncfort en el año 1946. El protagonista es David (Moritz Bleibtreu), un tipo ingenioso siempre con algo gracioso que decir. Junto con otros judíos que, como él, han sobrevivido a la Guerra, decide montar una lavandería. Su plan es ganar dinero que le permita emigrar a los EE. UU. Los negocios marchan bien, pero las autoridades estadounidenses no están convencidas de que David, tal como él sostiene, haya estado de verdad en un campo de concentración. Con el propósito de averiguar si fue colaborador de los nazis, le someten a un largo interrogatorio en el que en ningún momento parece estar contestando con sinceridad. “La vida sería insoportable si no la embellecemos con mentiras“, tal es el lema de David.

Es war einmal in Deutschland de Sam Garbarski, basada en la trilogía autobiográfica de Michel Bergmann (muchos de los personajes están inspirados en familiares del autor), aborda así un tema que hasta ahora muy pocas veces se había abierto paso hasta la gran pantalla: el dilema vital y los problemas de reintegración social de los judíos que permanecieron en Alemania. Los hubo que renunciaron al intento y, tras unos pocos años, emigraron en su mayor parte a los EE. UU. o a Israel. Otros, por el contrario, se quedaron en el país, pese a que el Congreso Mundial Judío celebrado en 1948 en la ciudad suiza de Friburgo proclamó que ningún judío volvería nunca a pisar suelo alemán o austriaco. En los años siguientes se unieron a esta comunidad miles de otros judíos que venían huyendo del antisemitismo rampante en Hungría, Polonia y Checoslovaquia, personas que –como escribe el historiador Paul Behrens– no veían en Berlín occidental la tierra de sus perseguidores, sino la zona segura que ofrecían los Aliados. En una era de refugiados, en que las personas huyen de la guerra y de un racismo más o menos manifiesto, es más importante que nunca recordar y tener presente, tanto en los Estados Unidos como en Europa, lo difícil que resulta abandonar la tierra en que se ha nacido (como pasó a tantos judíos con Alemania).