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Escritora
Herta Müller

Herta Müller Flyer
© Oogland Filmproducties

La literatura de Müller es una prosa poética lenta y cíclica. Sus novelas y cuentos son complementados por una significativa obra ensayística, así como por entrevistas, textos autobiográficos y poemas en collage.

De Daniel Villa Mora

El lenguaje es una libertad

Llegas a casa. Algo está fuera de lugar, pero no sabes qué es. Al día siguiente cierras la ventana, acomodas las sillas del comedor, aunque no recuerdas haberlas movido o abierto la ventana. Ves una nota sobre la mesa. Una amiga tuya firma la nota. Piensas que es imposible que tu amiga haya entrado a tu casa. A veces encuentras libros desacomodados, tu cama destendida, un plato con moronas, unos labios marcados en el borde de un vaso. Dudas, sospechas, no sabes qué pasa. Una sombra se cierne sobre los objetos. Ahora te parecen ajenos. Los has llevado a casa, acomodado, limpiado, reacomodado. Una grieta se ha abierto. Tu casa ya no es tu hogar. Los objetos ya no son solo objetos. El mundo ha cambiado o, más bien, ha cambiado la forma en la que miras el mundo.

Quizá esto te parece el guion de una película como La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006). Pero recuerda, allí la vigilancia era cercana, aunque imperceptible. Más bien se parece a la serie Shining Girls. Allí el perseguidor y asesino desea que sus víctimas se sientan vigiladas, que sospechen e intenten identificar al agresor. Sin embargo, la situación que te proponemos supera a la ficción; el perseguidor te hace saber perseguido, tanto dentro como fuera de casa, te hace dudar de todo y de todos hasta apoderarse también de tus sueños. Esta puede ser la imagen del abuso. También podría ser la imagen de la orfandad. Cuando nuestro espacio privado se rompe, la vida se nos va entre las grietas. 

Algo como esto le pasó a Herta Müller en la Rumania de Ceaușescu. La policía política exigía su colaboración, Müller era sometida a interrogatorios constantes. No obstante, el interrogatorio era solo parte de la estrategia de intimidación y acoso. Lo más importante no pasaba cuando hablaba con la policía, sino en la calle, en la peluquería, al interior de su casa. El interrogador solo debía hacerle saber que una silla fuera de lugar, un accidente en bicicleta, el error en la aplicación de un decolorante o un teléfono en el congelador no eran hechos cotidianos sin importancia, sino parte de una persecución que buscaba obligarla a cooperar con la dictadura.

La experiencia de la persecución nunca abandona al perseguido, las grietas no pueden ser reparadas. Se mira a través de ellas y lo que se ve pasa por el tamiz de la mirada distinta. Esta mirada distinta acompañó a Müller hasta Alemania. Allí continuó ampliando una obra que comenzó en las escaleras de la fábrica en la que trabajaba como traductora. Acompañada de sus diccionarios y manuales, Müller se aferró a la vida a través de la escritura:

Necesitaba encontrar algo que me probase que yo existía; la absoluta falta de horizontes a mi alrededor me producía un miedo terrible. Y ese miedo podía vencerlo escribiendo

Herta Müller, 'Mi patria era una semilla de manzana', 2014



Müller puso a prueba el lenguaje para burlar la censura en su primer libro, En tierras bajas (Niederungen, 1982). Desde ese libro Müller construye una poética que se propone quebrar las palabras, los usos lingüísticos, y servirse del rodeo para buscar en la escritura aquello que no se sabe que se sabe. A esto Müller lo ha llamado “el círculo vicioso de las palabras”: una forma de poner de cabeza el lenguaje hasta que lo vivido siga la lógica de los sueños, como dice en su libro Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío (Immer derselbe Schnee und immer derselbe Onkel, 2011). Niederungen Buchcover Herta Müller © Hanser Verlag
La poética de Müller es la búsqueda del lenguaje más adecuado para intentar transmitir la experiencia de un mundo descarrilado. Algo similar animaba a escribir a autor*s como Irme Kertész, Jorge Semprún, Jean Améry, Denise Affonço y Varlam Shalámov: después de regresar o salir de ese mundo aparte que son los regímenes totalitarios se tiene la certeza de que los medios para comunicar la propia experiencia son pobres e insuficientes. Sin embargo, tod*s escribieron. Quizá, a esto se refiere Müller al afirmar en su libro El rey se inclina y mata (Der König verneigt sich und tötet, 2003): “Cuando callamos, resultamos desagradables… cuando hablamos, quedamos en ridículo”. 

Esta dicotomía no se resuelve nunca, aunque de todas formas se escribe. Es posible que para Müller el silencio que se extendía en el pasado de su familia haya sido una motivación para escribir. En su ensayo La mirada distinta (Der fremde Blick, 2009), Müller dice: “Reflexionar, hablar y escribir son y seguirán siendo recursos de emergencia, nunca alcanzarán a captar lo sucedido, ni siquiera una aproximación de ello”. No obstante, más adelante nos cuenta cómo la experiencia en el campo de trabajo forzado nunca abandonó a su madre, quien pasó cinco años en uno de estos lugares en Ucrania, como parte de la persecución adelantada contra los suabos del Banato en Hungría, Serbia y Rumania tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Aunque su madre nunca le habló sobre lo que vivió durante esos años de hambre y destierro, Müller supo que la llamó con el mismo nombre de su mejor amiga, muerta por inanición en el campo: Herta. 

La obra de Müller está marcada tanto por su experiencia, como por la de su familia y la de los suabos. En libros como El hombre es un gran faisán en el mundo (Der Mensch ist ein großer Fasan auf der Welt, 1986) se nos presenta a un pueblo exiliado en su propio territorio, preso de un destino aparentemente inmutable y agónico. Con su prosa Müller teje paisajes en los que podemos sentir el clima brumoso, la tierra húmeda y el abandono silencioso de un pueblo sobre sí mismo. La representación de un mundo descarrilado está acompañada por una estructura fragmentada y discontinua, en la que el lector regresa una y otra vez sobre frases cargadas de la sonoridad y el brillo que solo nos regala la poesía. 

La literatura de Müller es una prosa poética lenta y cíclica. Sus novelas y cuentos son complementados por una significativa obra ensayística, así como por entrevistas, textos autobiográficos y poemas en collage. Todo ello conforma un proyecto narrativo que tiene en Todo lo que tengo lo llevo conmigo (Atemschaukel, 2009) una de sus expresiones más bellas e impactantes. En este libro encontramos varios de los temas recurrentes en la obra de Müller. Con un estilo cargado de sensibilidad poética y una forma ondulante y quebrada, Müller nos transporta a un campo de trabajo forzado y, luego, a la huida que significa regresar a casa y no tener hogar: 
 

“Llevaba meses en casa y nadie sabía lo que yo había visto. Pero tampoco preguntaban. La narración solo es posible cuando eres capaz de trasmitir tus experiencias. Yo me alegraba de que nadie preguntase, pero en mi fuero interno me sentía dolido”.

Herta Müller


Ante el silencio que provoca el miedo, está la palabra. Aquel que narra corre el riesgo de ser un testigo falso de su propia experiencia. Sin embargo, recreamos el mundo con nuestras palabras y nuestras manos. El lenguaje es una libertad: la primera libertad que se da uno mismo.

Herta Müller

(Nitzkydorf, Rumania, 1953) es descendiente de emigrantes suabos germanoahablantes que habitan el Banato. Desde 1987 vive en Berlín, luego de abandonar Rumania para huir de la persecución del régimen de Nicoale Ceaușescu (1967-1989). Su figura se ha convertido en un referente internacional de la lucha contra el totalitarismo y la defensa de la libertada de expresión. En su obra, Müller describe las consecuencias de la opresión sobre las personas, así como la situación de aquellos que, como ella misma, han enfrentado y atravesado el exilio. Entre los múltiples premios y distinciones que se le han otorgado está el Premio Nobel de Literatura (2009). 

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