El feminismo en Alemania
Entre igualdad y singularidad

El movimiento feminista en Alemania: dividido en dos facciones
El movimiento feminista en Alemania: dividido en dos facciones | Foto (detalle): © Franck Thomasse/Fotolia

Desde hace tiempo las feministas alemanas están divididas en dos campos. ¿Podrá una generación nueva superar la grieta?

Hasta hace poco años, al feminismo alemán se le podría haber dicho: “¡Felices sueños!”. En efecto, desde 1990 el movimiento de mujeres estuvo prácticamente muerto por dos décadas. Feminismo era una mala palabra, los seminarios de historia de género en las universidades se cancelaban por falta de alumnos. Las estudiantes declaraban que nunca se definirían como feministas porque la palabra tenía un “dejo desagradable”. Hoy las aulas vuelven a llenarse y los asistentes son mujeres y hombres. Los impulsan no sólo las ansias de saber. Es claramente palpable el deseo de tomar posición respecto a la igualdad de géneros. Por lo visto, allí dice “¡Presente!” una nueva generación que reclama respuestas.

¿Pero cuáles son las respuestas feministas a los interrogantes fundamentales de la Alemania actual? El papel más importante en el discurso público lo siguen teniendo las políticas sexuales y las cuestiones vinculadas a la identidad sexual y la autodeterminación. Y esto no es algo que ocurra desde la noche del 31 de diciembre de 2015, cuando en Colonia y otras ciudades se agredió sexualmente en masa a numerosas mujeres. La campaña que se inició en Twitter a continuación, #ausnamhlos (#sinexcepcion), fue una reedición de la campaña #aufschrei (#gritos) de 2013, cuyas iniciadoras reclamaban más prevención y que se protegiera mejor la autodeterminación sexual.

Violencia y moral sexual como temas dominantes

Las demandas, entre ellas las de un derecho penal más severo, repiten casi literalmente los reclamos del llamado “segundo feminismo” de los años setenta. Hoy como entonces las mujeres alemanas protestan sobre todo cuando se trata de moral sexual y violencia. Comparados con éstos, los temas ubicados más allá de la pornografía, la prostitución y la violación –a la cabeza de ellos las posibilidades de realización en la política, la economía, la ciencia y el arte–, tienen poco potencial de agitación. Y esto aunque Alemania queda entre los últimos puestos en igualdad de género, cada vez que se la compara con otros países occidentales.

Para explicar esta particularidad del feminismo alemán será de ayuda observar la historia del movimiento. Tiene sus raíces en la Ilustración y en la discusión sobre los derechos humanos que se dio a finales del siglo XVIII. Entonces, las mujeres ilustradas trasponían exigencias generales de igualdad a la situación de las mujeres. Al mismo tiempo se desarrollaba una sociedad industrial burguesa que le exigía a cada individuo que produjera y que se integrara, algo que trajo consigo la conformación de la cultura general y un llamado a la participación que incluía a las mujeres.

La pregunta por la estrategia adecuada

En esta constelación histórica surgió un problema que hasta hoy forma parte de la modernidad occidental: la división en dos esferas, en lo privado y lo público, en el sentimiento y la razón, la diferencia y la igualdad. Estos ámbitos complementarios se hicieron concretos en el sistema de géneros: las mujeres era responsables de lo interior, lo privado, el sentimiento; los hombres, de lo exterior, el afuera, lo público, la razón. Para las feministas se planteó la pregunta de cuál era la estrategia correcta: afirmar la promesa de igualdad o el carácter polar de los géneros.

El “primer feminismo”, del siglo XIX y comienzos del siglo XX, remarcó la singularidad femenina y buscó un modo de acceder al espacio público más allá de las profesiones “típicamente femeninas” en el rubro de los cuidados y la asistencia. El “segundo feminismo”, que vino después de 1968, el año del estallido y de las protestas, fue exitoso recurriendo más bien al principio universalista. Con Alice Schwarzer, hasta hoy la figura dominante del movimiento feminista en Alemania, se impuso la fracción que apostaba al esclarecimiento y la igualdad.

Una explicación posible del énfasis que se pone en la identidad sexual como intersección entre las “feministas de la igualdad” y las “feministas de la diferencia” es que hasta ahora ha servido como espacio mediador entre esos dos campos irreconciliables. En cierto modo, la lucha contra la violencia sexual se convirtió en un mínimo denominador común. Otra razón es que en Alemania está muy extendido el miedo a la violencia sexual. Esto podría ser en parte herencia de las violaciones en masa que hubo después de la Segunda Guerra Mundial, tema que hasta ahora no ha sido elaborado de modo suficiente. Con la inmigración de cientos de miles de hombres provenientes de otras culturas vuelve a anunciarse lo reprimido. La amenaza sexual funciona incluso como enlace entre posiciones nacionalistas, xenófobas y feministas.

Se necesita multiplicidad programática

Por el grado de desarrollo del debate y la aparición continua de figuras, el espíritu feminista pionero habita desde 1945 en otro lado. Los Estados Unidos tuvieron a Betty Frieden, Francia tuvo a Simone de Beauvoir. Las alemanas del ’68, si bien importaron la teoría patriarcal y el concepto de sexismo, perdieron el tren de la elaboración teórica.

La nueva escena feminista, que en gran parte se expresa y conecta por Internet, no tiene figuras emblemáticas. Se necesitan mujeres y hombres que no sólo brillen en los medios, sino que también representen una pluralidad programática, de modo que los jóvenes acuerden más cosas que el consenso mínimo de la política sexual. El movimiento feminista alemán volverá marchar correctamente, cuando discuta su herencia histórica y su propia concepción de ser humano.
 

Libro

Als die Soldaten kamen. Die Vergewaltigung deutscher Frauen am Ende des Zweiten Weltkriegs (Cuando llegaron los soldados. La violación de mujeres alemanas al final de la Segunda Guerra Mundial) es el título de un libro de Miriam Gebhard. Sobre la base de numerosas fuentes nuevas, la autora logar determinar por primera vez de un modo históricamente fundamentado la dimensión de la violencia al final de la guerra y durante la época de la ocupación.