documenta 14
¿Es posible romper las estructuras del arte?

Máret Ánne Sara, Pile o’ Sápmi, 2017
Máret Ánne Sara, Pile o’ Sápmi, 2017 | Foto Mathias Voelzke, documenta 14

El autor y curador peruano Carlo Trivelli visitó la actual documenta en Atenas y Kassel. Aquí nos cuenta sobre su experiencia entre las fronteras del arte y la cultura.

Ofrecer una visión comprehensiva de la documenta 14 es algo destinado al fracaso. No solo por la cantidad de obras y lugares de exposición –diseminados en Kassel y Atenas– o el tiempo necesario para verlos y comprenderlos. Además, porque por su propio diseño la documenta 14 es irreductible a un recuento organizado.

El director artístico, Adam Szymczyk, ha escrito que el deseo del equipo curatorial era dificultar la posibilidad de un recuento, e incluso la organicidad de esta edición de la documenta. Por ello decidieron romper con la unidad de lugar, tiempo y acción propias del modo en que se conciben usualmente las exposiciones de arte y, con ello, disolver la frontera –real o imaginada– que separa al arte y sus formas de exhibición y recepción. Por esto, es necesario comprender tanto la participación de los artistas y organizadores como la experiencia de los visitantes y el entorno social, cultural y político en el que un acontecimiento como la documenta se inserta.

La búsqueda de una nueva coherencia para el arte

Todo ello implica una pérdida de claridad desconcertante. Pero si se medita sobre ello, en ese acto se percibe la búsqueda de un nuevo tipo de coherencia para el mundo del arte, una que rompa con el modelo de recepción y comprensión del arte que se ha ido moldeando a partir de la idea de consumo –en la medida en que éste está vinculado con el mercado y el espectáculo– y que tiende, por lo tanto, a domesticar y controlar en vez de liberar.

Quizá el aspecto más visible de esta nueva actitud se manifiesta en la apuesta por descentrar la exposición y llevar parte de ella a Atenas. Pero hay mucho más que eso. En Atenas, la documenta empezó mucho antes de que los espacios de exhibición abrieran sus puertas. Lo hizo con publicaciones, programas de televisión y discusiones llevadas a cabo en la capital griega durante más de un año antes de la inauguración.

La búsqueda de un nuevo tipo de coherencia puede verse también en el modo en que la idea de contemporaneidad es tratada en la documenta. Lejos de apostar por “lo más reciente” de la producción artística, esta documenta parece desdeñar esa noción de “lo actual”. Lo hace dándole cabida a gran número de obras de artistas ya fallecidos u obras con décadas de antigüedad. Creo que esto debe ser entendido no solo como un rechazo al valor –supuesto o real– de la novedad, sino además como un postulado más profundo acerca de cómo debemos entender lo “contemporáneo”. Szymczyk y su equipo parecen querer decirnos que debemos incorporar en esta noción no solo un período temporal mayor, sino que, al hacerlo, le damos espacio al modo en que el sentido de la práctica artística se produce: como una larga sedimentación de acciones puntuales pero trascendentes y, por tanto, inseparables de los contextos históricos en que nacieron pero, a la vez, portadoras de sentidos que aún reverberan y, por tanto, dan forma a la experiencia actual, a pesar del paso del tiempo.

Otro de los modos en que esta documenta vuelve difusas las fronteras establecidas para el campo del arte es a través de la atención que le brinda al material de archivo y a una noción ampliada de partitura. Hay una gran cantidad de piezas sonoras y de performances en esta documenta que están presentes a partir, no solo del resultado, sino de los planes y los procesos que les dieron origen. Así como una pieza musical existe en la partitura aún antes de su ejecución –y podemos decir que al estar frente a la partitura estamos frente a la obra–, así se presentan en esta documenta muchos proyectos artísticos: documentación de procesos creativos, planes de realización o ejecución que constituyen una nueva dimensión, en la cual la frontera entre artes visuales y cultura material y/o visual se difumina.

Es difícil borrar las relaciones coloniales de poder

Por último, podemos añadir a esta lista de fronteras que se ha buscado diluir, aquella frontera que separa a Occidente de otras culturas, a través del énfasis que se ha puesto en incluir obras provenientes de distintas coordenadas geográficas y culturales, de modo que, en cierto sentido, todo el planeta se vea representado.

Sin embargo, es justo en este ámbito donde las estructuras existentes parecen haber resistido el intento de disolución de los organizadores. Es difícil borrar las relaciones coloniales de poder, y los contextos verdaderamente multiculturales son, quizá, una ficción inalcanzable. El contexto de la documenta sigue siendo el de un formato de producción cultural muy particular del Occidente globalizado, aquel que llamamos “Arte contemporáneo”. En ese contexto, por poner solo un ejemplo, la producción ritual de otras culturas o bien pierde parte de su sentido, o no llega a ser asimilable al ámbito del arte contemporáneo.

Quizá esta no sea la documenta que muchos hubieran querido ver. Pero me atrevo a decir que tiene todos los visos de ser un adelanto de muchas cosas que veremos, inevitablemente, en el futuro.