Basada libremente en hechos reales, la serie Luden de Prime Video lleva a los espectadores al famoso barrio rojo de San Pauli, en Hamburgo, durante su sórdido apogeo, o quizás deberíamos decir su punto más bajo, a finales de los años setenta y los ochenta. Fueron los años de auge de la prostitución, las tiendas porno, los clubes de striptease e incluso los espectáculos de sexo en directo. Turistas, hombres de negocios y, por supuesto, marineros de permiso acudían en masa al Eros Center, un burdel de seis plantas que era el corazón de la industria local del sexo.
Bad boz 2.0 (Chico malo 2.0), La nueva generación
Incluso los espectadores acostumbrados a las series de cable y streaming que gustan de mostrarnos los tiempos salvajes y locos que vivía la gente cuando nadie miraba sus teléfonos celulares podrían encontrar Luden bastante violenta. La escena que aún parecía colorida y estrafalaria en los años 60, cuando los Beatles eran aún unos aprendices en el Star Club, no sólo es más dura dos décadas después, sino que también está cargada de drogas y dinero. Es un mundo decadente, lascivo y sensacionalista, pero nunca ofensivo.A lo largo de seis episodios, Klaus se convierte en un jugador de la larga milla de la avenida Reeperbahn. Su principal rival y némesis en el negocio del proxenetismo es el curtido matón “Beatle” Vogler (Karsten Mielke), a primera vista nada Superfly [una persona ostentosa y pagada de sí misma, en especial un narcomenudista afroamericano, en referencia a la película de 1972]. Klaus, en cambio, aparece con aires discotequeros y actitud de pandillero, lo que sólo provoca risas. Pero el ridículo es sólo combustible para el ego de un alborotador nato, y Klaus tiene una “visión”, sin importar lo absurda que pueda sonar en este medio.
Klaus habla constantemente de cómo le gustaría crear un ambiente de Studio 54 en su piso del Eros Center. Por eso no es de extrañar que las prostitutas prefieran trabajar para él antes que para los borrachos que llevan años dándoles unas palizas. Y el ascenso de Klaus se ve favorecido por el amor y el aliento de Jutta (Jeanette Hain), una vieja trabajadora sexual que resulta ser la exesposa de Vogler, lo que da a la usurpación de Klaus un impulso casi edípico.
Quizás quieras ducharte entre episodio y episodio
Luden brilla cuando se trata de evocar la suciedad de una antigua zona de tolerancia. Klaus y sus secuaces se pasean por unas manzanas que nunca ven la luz del día ni ninguna otra señal del mundo exterior. Sus desventuras, iluminadas con luces de neón, se desarrollan en bares y clubes de mala muerte donde los techos están empañados por el humo de los cigarrillos y todas las superficies están cubiertas por una espeluznante capa de mugre.No es difícil imaginar el hedor a cerveza, vómito o algo peor que flota en el aire. Y, además, todo está decorado con el llamativo estilo de los años setenta.
Aquellos malos viejos tiempos
De manera sorprendente, Luden presenta su sórdido escenario con pocas vacilaciones en cuanto a sensibilidades contemporáneas. Mientras que a los personajes femeninos se les concede un cierto grado de agencia, la explotación sexual que sustenta la economía del barrio rojo se presenta como un simple hecho de la vida. (El primer episodio es, con mucho, el más sórdido, lo que podría ser una forma de los productores de indicar al público en qué se está metiendo. O quizá sólo un señuelo). Los diálogos no parecen los de un equipo de guionistas del siglo XXI preocupado por la corrección política.Vemos que el joven Klaus es un poco menos neandertal en su política sexual que los avezados padrotes patilludos a los que intenta tomar el pelo, pero como protagonista apenas está pulido para los estándares contemporáneos. Cuando le vemos ordenar a una desafortunada novia que se prostituya grotescamente en una plataforma petrolífera donde será una especie de víctima sacrificial, no podemos evitar darnos cuenta de hasta qué punto el personaje se engaña a sí mismo con la fantasía de hacerle pasar un buen rato a todo el mundo. (Es debatible que la propia serie trate suficientemente los aspectos podridos de su carácter).
Los guiones acaban haciendo referencia a abusos sexuales en el pasado, los cuales contribuyen a que al menos algunas de las chicas se vean abocadas a la prostitución, y una elíptica escena en retrospectiva sugiere que el propio Klaus sufrió abusos por parte de un tutor cuando era adolescente. Sin embargo, a diferencia de más de una narración ficticia del presente, la serie no se detiene en traumas pasados. El duro escenario no lo permite, y los personajes no permiten que los traumas los definan. Aquí, todo el que sobrevive a los 20 años es un superviviente curtido.
Más provocadora es la idea de que algunas de las chicas que se convierten en empleadas de Klaus huyan de sus ciudades natales, del asfixiante aburrimiento y conformismo, y vivir en San Pauli es una forma de ser malas, o al menos de decirse a sí mismas que se están rebelando. La aparición del sida a mediados de los 80, empero, pone fin a la fantasía de sexo, drogas y rocanrol para todos. Cuando el negocio de su burdel se agota, Klaus se dedica al contrabando de cocaína, y en este punto la historia de Luden resulta mucho más familiar.
Vale la pena ver Luden, pero sigue siendo cuestionable si los cineastas han encontrado una razón convincente para contar esta historia en 2023. La larga indulgencia en perversiones sin límites, drogas y extrañas pistas musicales podría sugerir que, tras el éxito de We Children from Bahnhof Zoo (Los niños de la estación del zoo) en Amazon Prime Video, un productor ejecutivo levantó el teléfono y exigió: “¡Consíganme más obscenidades de historia contemporánea, pronto!”. El autor puede incluso imaginar una recopilación de las bandas sonoras de ambas series, que tendría que llamarse República Federal: los años sucios y abyectos.
El proxeneta: no existen los cuentos de hadas (Luden en alemán)
- Reparto: Aaron Hilmer, Jeanette Hain, Henning Flüsloh, Lena Urzendowsky, Noah Tinwa, Karsten Mielke, Lara Feith.
- Libreto: Niklas Hoffmann, Peter Kocyla, Rafael Parente
- Dirección: Laura Lackmann, Stefan A. Lukacs
- Productora: Neuesuper
- Advertencia de contenido: Desnudez, violencia, consumo de drogas, alcohol, tabaco, lenguaje vulgar, contenido sexual.
Enlaces sobre el tema
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Hamburger Abendblatt: Adiós a Klaus Barkowsky