Antifeminismo en Corea del Sur  El futuro de la democracia de género en Corea del Sur

Ilustración: Una mujer y un hombre se enfrentan, ella sostiene un megáfono Ilustración: © Rosa Kammermeier

La política de género se ha convertido en el centro de la política dominante en Corea. Los medios de comunicación y los políticos llaman la atención sobre palabras y frases clave como “conflicto de género”, “mujeres y hombres en sus veintes”, y el reinicio y retroceso del feminismo. El feminismo, que antes se consideraba una preocupación de unos pocos activistas o élites, se ha convertido ahora en una palabra clave, que representa las promesas electorales y los colores políticos de los partidos mayoritarios.

El hecho de que el antifeminismo se haya convertido en algo ampliamente aceptado por la sociedad y se utilice en la política dominante en Europa es una tendencia que preocupa y que también hemos observado en Corea del Sur, querido Tobias. Los nuevos proyectos de ley y los eslóganes de políticos de alto rango suponen una amenaza para los derechos de las mujeres y alimentan aún más el llamado “conflicto de género”. Para abordar las causas, hay que examinar la situación política e histórica concreta de Corea del Sur.

El candidato ganador del Partido Conservador, Yoon Suk-yeol, tuvo como objetivo los votos de los jóvenes de entre veinte y treinta años en las elecciones presidenciales de Corea del Sur de 2022 y recibió su apoyo con promesas de campaña como la abolición del “Ministerio de la Mujer y la Familia”, el endurecimiento de las penas por difamación (por ejemplo, en caso de violación y agresión sexual) y el aumento del salario mensual de los soldados. El “Sistema de Objetivos de Empleo para la Mujer”, el cual se había introducido para corregir los daños animados por las desigualdades de género y la discriminación estructural acumulada a lo largo de la historia, era calificado ahora de “injusto” por los políticos conservadores varones. Éstos afirmaban que se daría preferencia a las mujeres y perturbaría el orden del mercado, al tiempo que lo criticaban como una “discriminación inversa” hacia los jóvenes veinteañeros, que se esfuerzan por cumplir el servicio militar obligatorio y, al mismo tiempo, se preparan para su entrada en una vida laboral altamente competitiva. Estos políticos consideran que la discriminación sistémica es una ilusión, que no existe. Además, el líder del partido en el poder ha exigido recientemente la supresión de los proyectos de igualdad de género en los que participan las mujeres jóvenes argumentando que el feminismo es una actividad privada que debe hacerse con el tiempo y el dinero individuales, no con los impuestos públicos.

El fenómeno de que el feminismo y el género se conviertan en temas candentes en la política coreana dominante se ha repetido durante las dos elecciones presidenciales anteriores. En las elecciones presidenciales de 2017, se eligió al candidato del partido progresista, Moon Jae-in, quien prometió convertirse en un “presidente feminista”. Y en 2012, “la primera mujer presidenta”, Park Geun-hye, ganó las elecciones. A lo largo de estas tres últimas elecciones presidenciales, tanto los partidos conservadores como los progresistas hicieron uso de las palabras clave “mujer”, “género” y “feminismo”. Mientras que en el pasado las oposiciones y enfrentamientos políticos en la sociedad coreana se formaban en torno a problemas como la Guerra Fría, el desarrollo o la democratización, ahora los conflictos entre géneros y generaciones surgen como nuevas palabras clave. La corriente política actual de Corea ya no puede evitar dar una respuesta a la cuestión del “género” y, al mismo tiempo, el feminismo se encuentra en una posición en la que tiene que hacer frente a nuevas preocupaciones sobre su propio y amplio impacto político. Además, el futuro de la democracia social y de género en Corea del Sur se dibujará probablemente en medio del estira y afloja entre el feminismo y el sistema político dominante.

La cuestión candente del feminismo

Para entender cómo el feminismo pudo convertirse en un tema político tan candente en Corea del Sur hoy en día, hay que remontarse al “levantamiento” feminista de las mujeres jóvenes en 2015 y 2016. Comenzó en la comunidad feminista radical en línea “Megalia”, la cual se formó en respuesta al asesinato de una joven cerca de la estación de metro de Gangnam, en Seúl, en mayo de 2016, un acto que muchos consideraron como misógino. La práctica del feminismo por parte de mujeres jóvenes, que comenzó en espacios digitales y lugares culturales populares, se expandió al público y, desde el principio, demostró el potencial y la aspiración de un movimiento masivo de mujeres.
 

Este crecimiento popular del feminismo, sin embargo, ha conducido paradójicamente al resultado inverso.

La forma intuitiva, lúdica y desviada de la estrategia de “reflejo” de “Megalia”, su resistencia hacia lo políticamente correcto, y cada “acto de una sola mujer” dentro de la protesta de mujeres enfatizaron que el feminismo no era algo difícil de entender, ni un ideal elevado, sino una práctica de resistencia en la que todas las mujeres podían participar de forma fácil y natural. La conectividad y la proliferación de los medios digitales se convirtieron en la mayor arma del levantamiento feminista de las mujeres jóvenes y las ayudaron a emerger como “multitudes digitales”. A diferencia de las multitudes del pasado, que se unían y reunían en los lugares de trabajo, las calles y las plazas, las feministas millennial de hoy se unen y reúnen a través de las redes sociales digitales. Buscan representar sus intereses y la parte que les corresponde como mujeres y ciudadanas sin la particularidad o la excelencia que exigen las reglas de la competencia neoliberal y a pesar de los peligros que suponen la discriminación y el odio del sistema patriarcal. Han creado su propia visibilidad política como sujetos de la esfera pública. Esta nueva ola de feminismo ha atraído la atención de los medios de comunicación, de la política y del público en general, al tiempo que ha visualizado la misoginia en la cultura pop, el sexismo en el mercado laboral y la violencia de género en los espacios digitales y públicos. También trajo consigo cambios institucionales como la despenalización del aborto, el endurecimiento de las penas por las filmaciones ilegales y los delitos sexuales digitales, y la creación de un partido de mujeres.

El (anti)feminismo en la política

Este crecimiento popular del feminismo, sin embargo, ha conducido paradójicamente al resultado inverso de que las políticas y la retórica antifeministas lleguen a las masas y éstas se movilicen aún más como estrategia de la política conservadora. El sentimiento de los antifeministas, formado en torno a la comunidad centrada en los hombres en el espacio digital, ha comenzado a definir y criticar el feminismo y las políticas para las mujeres como “injustos” e incluso las han tildado de haters que rompen el orden del mercado y desprecian a los hombres sin razón.

Durante las elecciones presidenciales de 2022, Lee Jun-seok, un joven político y antiguo representante del mayor partido conservador, aceptó y utilizó activamente los sentimientos y discursos antifeministas y se convirtió en el embajador de los “hombres veinteañeros”. En esa época, mostró una relación vacilante con el candidato presidencial y actual presidente, Yoon Suk-yeol. Resolvieron sus disputas durante el proceso electoral al unirse en la promesa de la “Abolición del Ministerio de Igualdad de Género y Familia”. Del mismo modo, se ha demostrado que la solidaridad entre los hombres de las generaciones mayores y los más jóvenes se fortalece a través de los sentimientos antifeministas compartidos. El discurso conservador antifeminista niega la desigualdad estructural y espera que las mujeres lleven una vida exitosa tanto en el mercado laboral como en su vida familiar gracias a su propio esfuerzo. Desde este punto de vista, el feminismo no es más que una molestia que amenaza el futuro del país y de la sociedad al crear problemas que no existen, provocando conflictos entre hombres y mujeres así como un descenso de la natalidad.

El actual partido en el poder declara la supresión del “Ministerio de Igualdad de Género y Familia” y planea crear un “Ministerio de Población y Asuntos Familiares”. Sin embargo, este es el resultado de no ver que la crisis reproductiva de la sociedad coreana actual no es sólo una cuestión de disminución de la natalidad, sino de disminución de la sostenibilidad de la vida social. La formación de una familia sin igualdad de género ni reciprocidad no puede seguir siendo una norma ni una realidad. La insatisfacción o la ansiedad entre los “hombres veinteañeros” por la falta de “buenos” empleos, y la carga del sistema de reclutamiento impuesta por la realidad de un país aún dividido y por la competencia neoliberal y el bajo crecimiento, no es un problema causado por las mujeres o el feminismo. Aun así, los políticos conservadores lo califican de batalla entre “mujeres y hombres en sus veintes”, es decir, de “conflicto de género”. Este encuadre distorsionado oculta la realidad de que el fenómeno de la “injusticia” en la educación o el empleo es un problema de conflicto jerárquico más que de conflicto de género.

También hay un malentendido, ya que, por lo regular, no todos los jóvenes experimentan la ansiedad y la crisis en la vida. La noción de que hay problemas que no son “nuestros”, sino causados por otras personas como las mujeres, los refugiados, los inmigrantes, las personas con discapacidad y la comunidad LGBTQ, crea odio hacia las minorías. La política conservadora, que en el pasado se armó con el anticomunismo y la ideología del crecimiento, descubre ahora el antifeminismo y la retórica antigénero como nueva estrategia política.

No es un conflicto, sino la voz de la generación joven

El populismo no es un problema sólo de derechas. Mientras el feminismo se populariza, la política de izquierdas también impulsa activamente la “fandomización” de la política. El populismo divide, simplifica y antagoniza las fronteras entre el “nosotros” y el “ellos” que percibimos. Un frente claramente dibujado encubre los complejos contextos y estructuras de los problemas y conflictos sociales, y la política populista se sumerge en el juego de ganar y perder votos en una situación agotadora de confrontación y división. El conflicto entre “mujeres y hombres veinteañeros” no es sólo producto de un juego de suma cero de la generación joven que tiene que luchar por una parte limitada; más bien muestra el deseo de cambio de la generación joven, de disfrutar de la vida en común en una relación igualitaria y beneficiosa para ambas partes. La lectura crítica es necesaria cuando se trata de la ruptura de políticas populistas que producen una estructura de confrontación entre “mujeres y hombres en sus veintes” sin buscar nuevas relaciones y alternativas de género, y, por lo tanto, crean conflictos de género al sugerir que tomar un lado es la única opción política.

Como podemos ver las causas estructurales del antifeminismo son profundas, y las desigualdades en la sociedad son una de las principales características de la susceptibilidad a las corrientes populistas y a las ideas antifeministas. En México, Lydiette también experimenta estas cuestiones a diario y de forma violenta. La seguridad de las mujeres en México está muy amenazada por una de las tasas de feminicidio más altas del mundo, y los movimientos feministas son tachados de opositores por el gobierno. Tengo curiosidad por ver cómo Lydiette observa las causas y al mismo tiempo las posibilidades de cambio de esta realidad.

 

Sobre el proyecto

En los últimos años, el tema del antifeminismo ha ganado atención. Pero, ¿qué es el antifeminismo y qué formas adopta?

Las posiciones antifeministas son diversas y van desde la crítica a la discusión científica del género hasta el rechazo a la equidad de género. A menudo se dirigen contra el fortalecimiento de la autodeterminación femenina y apoyan la idea de una identidad de género binaria con una distribución clásica de roles.

Detrás de las diversas manifestaciones del antifeminismo suelen encontrarse opiniones sexistas, racistas, homófobas, transfóbicas y antisemitas. Esto puede suponer una amenaza para los valores centrales de una sociedad abierta y liberal.

En un intercambio epistolar entre Brasil, Alemania, Corea del Sur, India y México, nuestros autores y autoras describen qué avances antifeministas perciben en sus países. Presentan una perspectiva local sobre la cuestión: “¿En qué medida el antifeminismo amenaza nuestra democracia?”.

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