Deporte y democracia  De la segregación a la inclusión

Nelson Mandela y la selección sudafricana de rugby (1995)
Nelson Mandela y la selección sudafricana de rugby (1995) Foto (detalle): © picture alliance / empics | John Stillwell

¿Cómo contribuyeron las naciones africanas a la democratización del mundo deportivo y lucharon contra la exclusión y en favor de la libertad y la igualdad? El escritor keniano Oyunga Pala repasa la introducción de los deportes en África y su desarrollo como catalizadores de la democracia.

A menudo el deporte se pregona como metáfora de los valores y los principios de los ideales democráticos en la sociedad. En varios aspectos, efectivamente, eso puede ser cierto. En el deporte hay inclusión e igualdad, libertad de reunión y asociación, diversidad, tolerancia, responsabilidad, y tanto los deportistas como el público convienen en cumplir las reglas. Los eventos deportivos globales se organizan dentro del marco de prácticas democráticas. Pero mientras el espíritu olímpico no deja de evocar ideales de juego limpio, tolerancia, respeto y democracia, es fácil olvidar los esfuerzos de los pioneros que lucharon contra el racismo y la segregación para afianzar los logros que celebramos en el deporte de hoy.

Cuando los poderes imperiales introdujeron las culturas deportivas durante la colonización de África, no estaban pensado precisamente en la difusión de preceptos democráticos. El deporte se usó en todas las colonias para la aculturación. En mi país natal, Kenia, los británicos emplearon el deporte como elemento esencial de su misión civilizadora. El deporte fue una herramienta efectiva del imperialismo, usada para asimilar a los colonizados y convertirlos en súbditos de la corona y reafirmar las jerarquías raciales. Los deportes no occidentales como la lucha y el combate con palos se erradicaron sistemáticamente para hacer lugar a la cultura deportiva occidental en cuanto faro civilizador.

En Kenia, los británicos introdujeron un sistema tripartito de educación para europeos, asiáticos y africanos y en el proceso de asimilación institucionalizaron los deportes. A continuación, el sistema de clases colonial se afianzó y condujo a la rápida creación de nuevas configuraciones africanas de clase que trastornaron el orden social hasta entonces existente.

El fútbol y el atletismo evolucionaron y se convirtieron en deportes de masa en África, especialmente en los territorios donde no había presencia significativa de administradores coloniales. Esos deportes eran fáciles de implementar y no necesitaban equipamiento. La africanización del fútbol fue un fenómeno que se expandió a partir de 1930 con la formación de clubes locales que funcionaron como espacios para reactivar identidades étnicas y nacionales.

Deporte para la élite

Sin embargo, en las colonias más asentadas, que habían atraído a un número importante de británicos de las clases más altas, como Sudáfrica, Kenia, Uganda y Rodesia (Zimbabue y Zambia), la introducción de los “deportes de caballeros”, es decir del cricket, el rugby y el tenis, acompañó a la emergencia de una élite africana culta.

Entre los jugadores de rugby de Kenia, los pioneros fueron los hijos de los jefes y administradores que trabajaban para la colonia. A comienzos de los años sesenta, una selectiva admisión de estudiantes en escuelas que antes sólo admitían blancos allanó el camino para equipos de rugby interraciales. El Strathmore College abrió sus puertas en 1961 en Nairobi y fue el primero en tener rugby multirracial ese mismo año. El historiador Paul Okongo, especialista en rugby africano oriental, recuerda que el periódico Daily Nation calificó esta evolución como “un experimento en el terreno de juego”. La noticia tuvo sus repercusiones más al sur, cuando el periódico The Star de Johannesburgo describió ese ensayo de rugby multirracial como “Un estudio del rugby en blanco y negro”.

Jugar rugby, cricket o tenis garantizaba a un selecto grupo de africanos el privilegio de asociarse con las clases gobernantes y entrar en la nueva estructura de clases, aun cuando la independencia comenzaba a ser atractiva. Esta ingeniería social fue efectiva y cada vez más africanos comenzaron a desear un ingreso en las escuelas que antes tenían predominio blanco, como un camino a una nueva identidad de clase.

En los años sesenta, una ola de independencia inundó África. Veintiocho antiguas colonias se volvieron independientes en 1964 y comenzaron a sostener identidades nacionales y panafricanas, alzando una voz unificada para reclamar un lugar digno en la comunidad internacional. Este colectivo de naciones africanas recién independizadas afirmó su autonomía organizando y participando en los primeros Juegos Panafricanos, realizados en Brazzaville, República del Congo, en 1965.

En 1968, las jóvenes naciones comenzaron a usar su número para desafiar al régimen de apartheid de Sudáfrica. En 1956, el gobierno sudafricano había legalizado la segregación en los deportes prohibiendo las actividades deportivas interraciales y desde entonces había elegido únicamente a atletas blancos para representar al país en eventos internacionales. El Comité Olímpico Internacional invitó a Sudáfrica a los Juegos Olímpicos de 1968, en México, basándose en un informe que sostenía que se habían establecido reformas orientadas a una política multirracial en las formaciones de los equipos sudafricanos. Esta invitación fue objeto de condena y treinta y un países amenazaron con boicotear los Juegos Olímpicos si se invitaba a Sudáfrica. Esta presión unificada valió la pena y en las dos décadas siguientes el régimen de apartheid de Sudáfrica fue excluido de los Juegos Olímpicos, lo cual constituyó un cambio crucial en la lucha por la libertad y la democracia.

Los deportes según su popularidad en las antiguos territorios coloniales. Los deportes según su popularidad en las antiguos territorios coloniales. | Foto: © Goethe Institut Los países africanos volvieron a alzar su voz para boicotear los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal. Capitaneadas por Tanzania, veintidós naciones africanas rechazaron la participación de Nueva Zelanda ya que su equipo de rugby había jugado ese mismo año un partido amistoso en Sudáfrica, en vulneración del embargo deportivo que habían declarado las Naciones Unidas.

Democratización del deporte

Esos momentos de solidaridad entre las naciones africanas cumplieron un papel importantísimo en la descolonización, transformación y democratización de la organización de los eventos deportivos internacionales. También hubo un momento triunfal cuando Nelson Mandela, como primer presidente de una nueva Sudáfrica independiente, usó una camiseta de los Springboks durante la final de la Copa Mundial de Rugby de 1995 para explicitar el deseo de una nación del arcoíris unida y democrática. En 2019, unos Springboks multirraciales alzaron el trofeo de la Copa Mundial de Rugby por segunda vez con Siya Kolisi como su primer capitán negro.

Las naciones africanas también hicieron una inmensa contribución a la democratización del mundo del fútbol. El deporte estuvo dominado por europeos y sudamericanos hasta la emergencia de los naciones africanas independientes en 1960. Sudáfrica fue el primer país africano en ser exitosa sede del Mundial de Fútbol de 2010. La soñada actuación de Marruecos en el Mundial de Qatar y su logro como primer país africano en alcanzar una semifinal constituyen una gran promesa.

Hay mucho trabajo que todavía debe hacerse en la deconstrucción de las ideologías coloniales que promueven discursos occidentales de supremacía y perpetúan la desigualdad en el mundo. En la democracia, lo que importa es la gente, y la historia del deporte es la historia de gente marginalizada que lucha por derechos humanos, igualdad, respeto y dignidad. De Muhammad Ali a Colin Kaepernick, de Arthur Ashe a las hermanas William, debemos continuar celebrando a los atletas que fueron contra la corriente y usaron sus privilegios para luchar por un mundo más justo y mejor.

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