Berlín... a las claras
¿Fiesta o entierro?

Pónganse algo negro, ¡vamos a bailar! En Berlín, así se hacen las cosas, por lo menos si se es fan de la música electrónica. Y porque Gerasimos es el hombre indicado para hacer algo especial, no vamos al Berghain, el club más famoso de Europa, sino a un club más pequeño junto al canal. Como debe ser, en una vieja planta industrial.

Es la una y media de la madrugada. También aquí hay que esperar antes de poder entrar. Para algunos, no es la primera parada de la noche. Algunos escolares que no fueron admitidos en el Berghain hacen fila frente a mí. Ellos me dan el tip de googlear quién va a ser el DJ, porque es más fácil que los tipos que cuidan la puerta me dejen entrar si creen que no vine sólo por casualidad.
 
Cuando después de más o menos diez minutos llego hasta adelante y el gigante de cadenero me mira de arriba abajo y me pregunta por qué quiero entrar, menciono de inmediato a uno de los DJ. Hace un gesto de asentimiento, lo cual quiere decir que logré mi objetivo.
 
Pero entonces me toma de un hombro, se inclina hacia mí, me mira a los ojos y pregunta: “¿Estás bien?”. “No sé”, respondo con honestidad. Ahora también el está desconcertado, reflexiona por un momento y luego me deja pasar.

No necesito un teléfono y tampoco tengo drogas

En el guardarropas se me acera un joven inglés, quien se presenta como Tom. Me ofrece el siguiente trueque: su nuevo IPhone a cambio de drogas. No necesito un teléfono y tampoco tengo drogas, por eso no hacemos ningún trato. Le pregunto por qué me escogió a mí. Me responde que me veo muy vivaz y atento. No sé lo que eso signifique, pero me siento halagado. No para de moverse, los globos oculares parecen a punto de salirse de sus órbitas. Es de suponerse que ya consumió algo. Hace señas de que no importa y me confiesa que vino a Berlín por el fin de semana, para “celebrar en serio”, y que hace una hora se fue al baño con dos desconocidos y que se metió algo “por la nariz”, que no le ha hecho efecto. La verdad, esto de las drogas me lo había imaginado más romántico. Y más higiénico.

Aquí no se puede conversar

A la pista de baile. La gente se mueve al ritmo del ruido. También yo. La luz titila. Muchos bailan con los ojos cerrados, yo miro a mi alrededor. En verdad casi todos están vestidos de negro. El humor de la gente es muy variado. Algunos se entregan a la música, otros están con amigos y parecen celebrar algo. Aquí no se puede conversar. Voy al bar. La barkeeper me confunde con alguien y me regala la bebida favorita de esa persona: vodka mate. Me descubre, pero me permite conservar la bebida y me veo envuelto en una charla sobre las relaciones abiertas que está teniendo con una clienta. “A mí eso me resulta muy complicado”, respondo, sólo para decir algo. Pero en el bar no necesitas tener un doctorado en filosofía para que te entiendan, y ambas asienten: “¡Sí, ya sé!” 

“…a las claras

En nuestra serie de columnas “… a las claras” escribirán, alternándose semanalmente, Gerasimos Bekas Maximilian Buddenbohm, Qin Liwen y Dominic Otiang’a. En “Berlín... a las claras” Gerasimos Bekas se sumerge en las entrañas de esa ciudad para contarnos sobre la vida en la metrópolis y colectar sus observaciones cotidianas: en el metro, en el supermercado, en el club.